Como enfermera profesional, aprendí que lo más importante para la salud del paciente no es sólo una atención basada en conocimientos científicos; es fundamental el amor, el afecto, el cariño y la comprensión que se entregue al brindarle cuidados.
Estuve en urgencias con mi suegra por una crisis de presión alta, llegamos a las 6 a.m., nos recibieron con un gélido saludo, le tomaron muestras de sangre, le colocaron medicamento intravenoso y la auxiliar se retiró; de ahí en adelante no volvió absolutamente nadie para evaluar cómo seguía ella; entregaron turno a las 7 a.m. y ninguna enfermera fue a valorar el estado de los pacientes; cada uno debía defenderse como podía con sus familias.
No hubo una mano cariñosa, no hubo contacto con el paciente, simplemente se realizaron los procedimientos pero la calidez ese día se perdió. Los pacientes estuvieron solos, sin una dulce palabra, sin una suave caricia, sin la presencia de esa enfermera que debe ayudar al ser humano no sólo a reconfortar su cuerpo sino también su alma.
Soy de una escuela de hace muchos años; no sé si la educación ha tenido un cambio tan radical; donde sólo importa el ser con su enfermedad sin valorarlo como un todo. Sólo sé que para mí seguirá siendo fundamental el acercarme al paciente para acariciarlo, brindarle una sonrisa y preguntarle cómo está.
Gracias por este espacio de reflexión.
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