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El debate en la Tadeo

08 de febrero de 2010
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Muchos lo han calificado como una encerrona. Tres dando varilla y otro defendiéndose como león peleador sin ley. Así se refieren algunos a lo que pasó la semana pasada en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá, en donde miembros de la logia antiuribista desafiaron en el ágora al mismísimo que les hace dar urticaria, quien respondió a cada uno de los cuestionamientos, inclusive los que tenían tinte de ataque personal.

Y admitámoslo: Uribe, en las cuatro horas que duró el debate, salió muy bien librado. A los zarpazos que le dieron, les puso pecho: "¿Sabe por qué me arrimo a la candela? Porque yo no tengo rabo de paja", dijo, y con respuestas malas o buenas, puso a trabajar los efectos de sus gotas de valeriana para apaciguar el gallito de pelea que lleva dentro, para no salirse de casillas como en otras ocasiones.

Me queda la duda de si hubo ganador o no. Si Claudia López o el mismo Uribe se sacaron mutuamente las espinas enterradas. Si Natalia Springer, (quien en vez de dar argumentos de generadora de opinión y de analista, parecía señora resentida con el señor de la tienda de la esquina) quedó satisfecha con su desahogo o si las intenciones de encerrona, planeada milimétricamente por el rector de la Universidad, José Fernando Isaza, quien sacó a relucir su antiuribismo de ajiaco santafereño de domingo, fueron cumplidas a cabalidad.

Al final, una conclusión: por encima de los momentos en los que todos los asistentes pensaban mentalmente que "ahora sí prendió esto" y esperaban el portazo de alguno, hubo un debate con altura. Sí, algo que resulta ser bien raro en la patria del Sagrado Corazón, donde la opinión contraria se calla muchas veces a la fuerza, ayudada con machete y bala. En un país donde la intolerancia tiene más rating que una telenovela, por lo menos se pudo discutir entre furibistas y antiuribistas sin el verdulerismo a que nos tienen acostumbrados.

No hubo insultos, no se oyeron descalificadoras palabras. Los estudiantes asistentes no rechiflaron ni tiraron cosas como sí lo hicieron los de la Universidad de Caldas con José Obdulio, cuando se coronaron de un huevazo su brillante cabeza. No, por el contrario, en medio de temas duros, que fácilmente prenderían al Presidente como si fuera un carro empujado en segunda, como la tesis del Estado de Opinión, el paramilitarismo o el de pago de recompensas a jóvenes informantes, hubo argumentos, para unos válidos, para otros no, que se mantuvieron a la altura del debate.

En la que probablemente fue la peor semana que Uribe ha pasado en mucho tiempo, por culpa de las críticas por los decretos de la Emergencia Social y por la desinflada que se está pegando su reelección a raíz de la ponencia negativa que presentará el magistrado de la Corte Constitucional Humberto Sierra Porto, el Presidente demostró que el debate se puede dar.

Ahí hay una lección para aprender. Una lección para todos los colombianos, empezando por aquellos que hoy están metidos en la carrera electoral, a quienes les pica la lengua y cargan el balde, lleno de algo muy maluco, para tirárselo sin piedad a los otros.

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