- ¿Se convertirá la interlocución de Chávez en su entrada por la puerta grande a la política colombiana? ¿Qué tan confidencial y prudente podría ser su papel para lograr un acuerdo humanitario?
El domingo, en su habitual intervención radiotelevisada Aló Presidente, Chávez anunció su disposición mediadora y ofreció a Venezuela como posible territorio para el intercambio humanitario. El lunes se reunió con 14 familiares de los plagiados, ratificó su voluntad de tener un encuentro con el presidente Uribe el próximo 31 de agosto y pidió señales al comandante de las Farc, Manuel Marulanda, para buscar un acercamiento.
Comenzó así pues, como sin querer queriendo, una intermediación del presidente Hugo Chávez, que si nos atenemos a sus primeras declaraciones, más que mediación, con las características que le son propias a esta labor, como la prudencia y la confidencialidad, estamos es ante un "interlocutor".
Y entiéndase bien. Chávez no media, sino que locuta. Ya comenzó a ejercer una labor de interlocutor, sin que haya mediado una declaración del Gobierno colombiano para oficiar en este asunto, aunque uno pueda intuir que cuando el presidente Uribe le confirió a Piedad Córdoba tal responsabilidad, sabía lo que podría venir, conocida su amistad con Chávez y su autoproclamado chavismo.
¿Qué tan conveniente es para el país su interlocución? ¿No podría ésta propiciar el espacio para reforzar su influencia e incorporar a Colombia a su "revolución bolivariana"? ¿Qué réditos, más allá de la noble labor de propiciar la liberación de los secuestrados, persigue Chávez, precisamente cuando está en campaña para una reelección indefinida en Venezuela?
Como colombianos, que exigimos de las Farc la liberación de todos los secuestrados, no podemos menos que apoyar las gestiones serias y desinteresadas que se realicen para que esa agrupación guerrillera ceda al fin en sus pretensiones de despejes territoriales y permita el intercambio humanitario.
Ojalá fuera esta la puerta que abra ese camino, tantas veces intentado por diferentes personajes y gobiernos, pero sinceramente dudamos que la participación de Chávez en nuestros asuntos, con su excesivo protagonismo, le haga bien al futuro institucional del país.
Está bien que soluciones al conflicto colombiano reciban el aporte de gobiernos extranjeros dentro de una evidente internacionalización de nuestra lucha contra la subversión y el paramilitarismo, tan asociada a la guerra contra el terrorismo y el tráfico de drogas. Sin embargo, creemos que existen vías diplomáticas para atender las relaciones entre jefes de Estado, y que este tipo de gestiones tiene que contar con un acuerdo previo, antes que comienzos precipitados por juegos políticos.
Esta labor comenzó coja y podría ser un arma de doble filo. Le abonamos al presidente Uribe su indeclinable disposición a hacer todo lo que esté a su alcance para lograr la liberación de los secuestrados, sin ceder en sus dos condiciones fundamentales. Pero no olvidemos los últimos intentos fallidos como la liberación de Rodrigo Granda, por petición del presidente francés Sarkozy, y la excarcelación unilateral de 150 guerrilleros.
"Marulanda, te habla Chávez: No te conozco; donde quiera que estés, espero una señal tuya", interlocuta el jefe venezolano desde su Palacio de Miraflores. ¿Le responderán las Farc? A lo mejor sí, pues estarían casando otra apuesta en contra del gobierno colombiano, con Chávez como groupier.