La cifra de víctimas mortales del terremoto que azotó en la madrugada del lunes el centro de Italia ascendía anoche a 228 personas, según el recuento oficial hecho por los servicios de Protección Civil italianos. De esos más de 200 cuerpos, 15 están aún sin identificar.
Los heridos a causa del terremoto de 5,8 grados en la escala de Richter se cifran en alrededor de 1.000, de los que unos 100 presentan un complicado estado de salud, mientras que los evacuados de sus casas son cerca de 17 mil, que deberán pasar la noche en las 2.416 tiendas de campaña habilitadas al efecto.
Ayer mismo, mientras se adelantaban las labores de búsqueda y rescate, se registró otro movimiento sísmico en la ciudad de L'Aquila de 5,3 grados de magnitud en la escala de Richter que se sintió también en Roma.
El temblor hizo caer partes de la iglesia de las Almas Santas en la Plaza del Duomo de L'Aquila, cuya cúpula estaba parcialmente derruida, además de escombros de los edificios dañados por el terremoto de la madrugada del lunes.
Luego de dos días de ocurrida la tragedia encontrar supervivientes bajo los escombros en L'Aquila es algo más que tener esperanza, es un milagro, como dijo un bombero junto a una casa donde se han rescatado varios cadáveres.
Las equipos de rescate comenzaron ayer a realizar derribos controlados de los edificios que amenazan derrumbe en la ciudad afectada.
Por su parte, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, continuó la visita de los lugares destruidos, prometió nuevas ayudas y recibió una llamada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama en el que lamentaba lo sucedido y prometía colaboración.
"Si los Estados Unidos quieren dar un signo tangible de su proximidad con Italia podrían tomarse la responsabilidad de la reconstrucción de los bienes culturales y de la iglesia", aseguró el primer ministro a los periodistas.
L'Aquila, hasta el domingo una tranquila ciudad de provincias rodeada por unos Apeninos todavía nevados, vive ahora desolada, con una escasa población temerosa que se mantiene en espera de una posible nueva réplica.
Se ve deambular a la gente cubierta de polvo, entre el sonido lejano de varias alarmas que se disparan tras las réplicas y la mayoría de las iglesias con sus cúpulas tronchadas.
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