Analizando los comentarios que los lectores dejan en mis columnas, he encontrado una creciente corriente de personas que piden una Antioquia Federal como mecanismo para proteger sus ideales y posiciones.
Interesante.
Cuando escribo sobre temas como la errada y viciosa mezcla de la política y la religión, o defiendo el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTB, o, incluso, denuncio irregularidades que implican a personas cercanas al expresidente Álvaro Uribe, las críticas de algunos de los lectores terminan por dar un llamado a la separación del departamento.
Para entender la posibilidad de un Estado Soberano de Antioquia hay que saber que esto ya ocurrió y no funcionó. Fue una división administrativa y territorial de los Estados Unidos de Colombia, creada en 1856, oficialmente reconocida como Estado de la Federación en 1858, y finalmente denominada Soberano en la Carta de 1863.
El Estado perduró hasta el 7 de septiembre de 1886 cuando entró en rigor la Constitución de ese año y se llamó Departamento de Antioquia, pasando a depender del gobierno central ya que el federal resultó un fracaso total.
Pedir una Antioquia Federal es volver al pasado.
Pero eso no es un inconveniente ya que las condiciones y la política han cambiado demasiado. Lo que sí es problemático, sin duda, es que ese debate, que puede ser interesante y válido, se dé porque un territorio se siente mejor que los demás.
Errado.
A inicios del 2013 el Centro Democrático planteó formalmente la idea del federalismo en el país como una propuesta de campaña para estas elecciones que ahora inician.
En su página web se encuentra un artículo con fecha del 12 de febrero y titulado ¿Por qué una Colombia Federal?, que cuenta con 14 puntos para justificar la idea. (http://centrodemocratico.com.co/2013/02/12/por-que-una-colombia-federal/)
Los dos primeros argumentos establecen: "1. La administración centralizada en Bogotá ha impedido que las regiones se desarrollen de manera plena. 2. La suerte de las regiones no puede seguir siendo definida por unos tecnócratas sentados en un escritorio en Bogotá".
Esta idea rápidamente se disolvió dentro del movimiento político por la poca acogida que tuvo dentro de sus seguidores fuera de Antioquia. Pero, una vez más, el debate es interesante.
Lo que es inaceptable, repito, es que se dé estableciendo que hay regiones mejores que otras, o que Bogotá, y sus tecnócratas, como cita el artículo del Centro Democrático, son culpables de la falta de desarrollo en algunas zonas colombianas.
Falso.
Antioquia no es mejor que Colombia. Antioquia es Colombia. Y por eso si el debate se va a dar, bienvenido sea, no puede ser desde la perspectiva que los antioqueños son superiores a sus hermanos del resto del país, porque no es así.
O, peor aún, que al ser federal, en Antioquia sí sería aceptable combinar los argumentos de la religión y la política, o negar los derechos de los homosexuales, o cerrarse a debates como la legalización de la droga y el aborto (que son los temas que originan este llamado de los lectores en mi columna) ya que eso solo demostraría la intransigencia y lo quedados en el tiempo de algunos de los líderes y ciudadanos de la región.
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