Queridos y ahora leídos, Hernán y Rogelio. Medellín es una ciudad con problemas, pero también con orígenes, horizontes (como en el cuadro del maestro Cano) y posibilidades de encuentro. Y cuando hablo de encontrarnos no es a partir de un sin fin de posturas (como las de las gallinas de monte, que ponen donde pueden), de teorías diversas ni de posiciones que nacen del deseo o de la mala leche. Para determinar algo en su totalidad, hay que hacer una buena síntesis, al igual que los medievales hicieron sumas (la de Maimónides, la de Algazel, la de Tomás de Aquino) para no perderse dentro del maremágnum o pandemónium de datos. Y bueno, su libro, Hernán y Rogelio, Vivir, sobrevivir y convivir en Medellín (de reciente aparición y publicado por la Universidad Pontificia Bolivariana) es una muy buena síntesis de lo que pasa y es Medellín. Diría que una de esas guías para acertar en la idea.
El libro de ustedes se plantea, como dicen los expertos, en clave de sociología. O sea, en estudio de una sociedad, pues Medellín no son edificios y calles sino la gente. Y lo que sucede en la gente, se ve en la ciudad, en esta Medellín que ustedes leen desde los inicios del siglo XX a través del vivir (el proyecto de modernización: desde lo que fue aldea a lo que es ciudad, desde la industrialización a lo que hoy es desarrollo), del sobrevivir (contradicciones, tensiones, procesos mal planificados) y el convivir (las alternativas consensuadas de salida a problemas eternizados y no resueltos). Así, la ciudad fluye y se muestra, no como una flor del mal de la de Charles Baudelaire sino como el espacio que habitamos y con el que estamos relacionados en términos de historia y sociedad. Ahí somos.
Es claro, queridos Hernán Mejía y Rogelio Palacio, que la ciudad es más que un mapa mental o un catálogo de turismo: es una multiplicidad de realidades y de tiempos que, para ser entendidos, deben estar juntos, como bien se ve en su trabajo de investigación y preocupación (en el buen término de querer lo mejor). La ciudad hay que leerla y contextualizarla, determinarle sus reales parámetros (los sanos y los enfermos, las incertidumbres y las certezas). Y en la síntesis, asumir una condición de ciudadanía que propicie la existencia de ciudad como sitio seguro y no como una arcadia-trampa. Si nos leemos, si sabemos quiénes somos y no escondemos los problemas, estaremos construyendo ciudad, pero, como digo, no en términos de edificios y calles sino de gente.
Hernán Mejía Velásquez (sociólogo) y Rogelio Palacio Monsalve (filósofo), son profesores del Centro de Humanidades de la UPB (Medellín). Su trabajo enmarca la preocupación que hay por la ciudad. Y son profesores porque, como decía el finado Víctor Peñuela, van para clase o vienen de clase.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4