Se imaginan a un empresario colombiano llevando a la China pantalones de algodón o chocolates, sin tener que pagar impuestos del 16 y 8 por ciento, respectivamente?
Esa posibilidad existe. Y uno de los pasaportes para volverla realidad es el Tratado de Libre Comercio (TLC) que está en plena vigencia entre Colombia y Chile.
Una de las bondades de este acuerdo es que los colombianos, un poco más quedados en tratados de esta naturaleza, pueden "chuparle rueda" a los chilenos. Estos, al fin y al cabo, tienen suscritos 20 TLC con 56 países que mueven el 90 por ciento de la economía mundial y albergan a 4.000 millones de consumidores.
Marcela Otero, funcionaria del Departamento de Acceso a Mercados, de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales de Chile, da una de las claves para maximizar los beneficios del tratado: Los encadenamientos productivos, mediante los cuales su país se convierte en una especie de plataforma para los productos colombianos.
El esquema parte con el envío de insumos, con cero aranceles, que una vez procesados califican como de origen chileno y en calidad de tales pueden ser remitidos a destinos tan apetecidos como China y Corea, para citar apenas dos casos.
Ese objetivo se puede alcanzar a través de dos fórmulas: Una, mediante la alianza de empresas colombianas y chilenas.
Y dos, con la instalación del industrial o empresario colombiano en territorio chileno, en donde su inversión recibirá el mismo trato que le dan a un nacional.
Durante un foro realizado esta semana en Medellín por Proexport, la funcionaria chilena mostró algunos beneficiosos ejemplos de esas integraciones.
En el caso de los refrigeradores y congeladores, Chile puede exportarlos a China con un arancel del 6 al 9 por ciento, cuando terceros países que no gozan de ese beneficio con los chinos deben pagar entre un 10 y un 15 por ciento.
Otro tanto ocurre si el bien se exporta a Corea del Sur. El chileno no paga impuestos, frente al 8 por ciento que debe liquidar otro proveedor.
La historia se repite con México, a donde exporta ese bien con cero aranceles, versus el 15 o 20 por ciento de otros productores internacionales.
Lo interesante es que en el 2008 Colombia le vendió al resto del mundo 95 millones de dólares en refrigeradores y congeladores.
Entre la amplia lista de productos destacados por Marcela Otero se pueden traer a colación los siguientes para comercializar en Corea.
Chile exporta 10,8 millones de dólares anuales de cerezas en conservas, mientras que Colombia comercializa un poco más de 150.000 dólares. Corea compra 4,9 millones de dólares. Si el proveedor es chileno, paga un arancel del 16 por ciento; si es un tercero, liquida el 45 por ciento.
En mezclas de sustancias odoríferas los chilenos exportan 6,7 millones de dólares y los colombianos 17,8 millones de dólares. Los coreanos compran 73,2 millones de dólares, cobrando un arancel que oscila entre el 30 y el 8 por ciento, del que están libres los chilenos.
Si quieren un renglón con ventas más generosas, entonces valdría la pena que consideraran el caso de los medicamentos.
Colombia vende al año 216,5 millones de dólares, superando a Chile, que comercializa 164,6 millones. Corea, por su parte, importa más de 1.582 millones de dólares al año. Su arancel es del 8 por ciento, pero para los chilenos es de cero.
Obvio, ni Chile ni Colombia tienen el poder suficiente para invadir estos populosos mercados orientales. La idea, como lo resaltó muy bien la funcionaria chilena, consiste en identificar los nichos de mercado, con producciones de alta calidad y valor agregado en las que los bajos volúmenes de exportación se compensan con altos precios.
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