Un objeto tan cotidiano como una pila AA, puede contaminar hasta 3.000 litros de agua si al momento de botarse no se maneja de manera adecuada. Sin embargo, cuando de basura electrónica se trata, el panorama va mucho más allá de la simple batería con la que funciona el radio de la casa.
Cuando terminan su vida útil, celulares, televisores, lavadoras, planchas, computadores, cables, lámparas y hasta cámaras fotográficas, hacen parte de un conjunto de objetos que se convierten en fuentes de afectación para el ambiente y para la salud humana que se denominan Raee: Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos.
La razón principal por la que estos aparatos tecnológicos no deben terminar apilados en un relleno sanitario común y corriente, a la par de la basura orgánica, es que tienen componentes peligrosos como el plomo, mercurio, litio y cadmio que contaminan suelos, fuentes hídricas y deterioran el ambiente.
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Además porque sobre este negocio (el reciclaje de basura eléctrica) se tejen muchas redes informales que incineran los objetos y extraen de la basura electrónica gramos de oro, cobre o plata y dejan a la deriva un sinnúmero de componentes reactivos y tóxicos.
No en vano a este fenómeno se le llama la minería urbana. Solo en 2014 este rubro generó 41,8 millones de toneladas de residuos en el mundo y para 2018 se estima que la cifra aumente a 50 millones de toneladas. Montañas infinitas de electrodómesticos y aparatos tecnológicos de los que, de acuerdo a las Organización de Naciones Unidas (ONU), solo se procesó correctamente un 17 por ciento.
Según el informe de la ONU, Estados Unidos (7 millones de toneladas) y China (6 millones de toneladas) produjeron juntos en 2014 el 30 por ciento de la chatarra electrónica global.
Panorama colombiano
A pesar de contar desde agosto de 2015 con la Política Nacional de Gestión Integral de Raee, y ser uno de los países pioneros de la región en legislación sobre el asunto, Colombia solo está en capacidad de procesar de manera adecuada poco más de 11 por ciento de la chatarra electrónica que produce.
Solo en 2014 se estima que se generaron en el territorio nacional 252 mil toneladas de este tipo de residuos, una cantidad con la que se podrían cargar 7.200 tractomulas que puestas en línea recta ocuparían los 115 kilómetros que separan en distancia a Medellín de Jericó.
A esto se suma que a pesar de que en el país diversas empresas están certificadas en el manejo de basura electrónica, en la actualidad solo existen cuatro rellenos sanitarios con celdas de seguridad para verter los residuos que finalmente no pueden ser procesados. Estos espacios están ubicados en Mosquera (Cundinamarca), El Guacal (Hispania), Barranquilla y Santa Marta.
Gestionar mejor los residuos electrónicos para mitigar los daños ambientales es una tarea conjunta en la que intervienen Estado, ciudadanos y empresarios.
Ahí es clave el papel que cumplen las empresas productoras que deben hacer más pedagogía para que los consumidores aprendan dónde depositar esta clase de chatarra y así se pueda completar el ciclo del producto. Es decir, que el televisor análogo o el blackberry viejo no termine por ahí, abandonado a la orilla de un río.