Pensar en Bahía Solano es escuchar el motor de una lancha rompiendo con fuerza las olas imponentes del océano Pacífico. Entre más se acerca uno al horizonte, más furiosa parece el agua. Luego hay calma y dos o tres botes a la distancia, desde los que los pescadores lanzan la atarraya o sostienen con delicadeza las cañas.
Si tiene suerte, podrá ver en el agua una aleta o un lomo gigante que sale de la superficie del agua, si tiene mucha más, lo verá todo de cerca y presenciará uno de los saltos que hacen las ballenas jorobadas para comunicarse o divertirse.
Ese es quizá uno de los atractivos turísticos más conocidos de las playas del Chocó, incluidas las de “Bahía”, como le dicen con confianza los lugareños. Los cetáceos, de casi 16 metros de largo, visitan sus cálidas aguas entre julio y septiembre para aparearse y parir a sus crías.
El municipio tiene más de 15 playas: 15 puertas que son entrada y salida hacia las aguas más profundas y extensas del planeta.
El paisaje está vivo, dan a entender los solaneños cuando hablan de la naturaleza que los rodea, nunca es el mismo. El cambio en la marea, por ejemplo, es uno de los fenómenos más evidentes. Cada seis horas la playa se transforma en otra: si a las seis de la mañana todo era agua, a las 12 del mediodía puede haber nuevos parches de tierra firme cerca a la costa.
Bahía, más que ballenas, es sorpresas, cascadas, tortugas y senderos en medio de una selva espesa que se fusiona con lo raso de la playa, un sol tímido que llena de nostalgia el ambiente.
Cascadas y mar
Algunas de las playas de Bahía están atiborradas de arena negra con visos dorados, otras con una más gruesa y café, otras con unos tonos grisáceos. Son distintas, más aún si se las compara con las playas del Caribe (de arena blanca como de revista), las del Pacífico son de vida salvaje.
El turismo de naturaleza o ecológico es una premisa entre quienes se dedican a la atención de visitantes. Los pies de los guías, pese a estar en chanclas, caminan con decisión sobre las rocas lisas, al tiempo, sus manos aseguran a quienes los siguen para que no caigan o pisen en falso.
Se acercan con respeto y admiración a los paisajes y fenómenos que conoce desde niños. “Lo que más disfruto es intercambiar conocimientos con los turistas, llevarlos a los puntos estratégicos, que se relajen, se diviertan”, dice uno de ellos y sigue caminando, ya descalzo, sobre la arena oscura producto de la roca volcánica, aquella que es el pasado geológico del Océano.
Coexisten en armonía los ecosistemas costeros y los de selva tropical, el agua salada con el agua dulce. Las olas frenéticas del corregimiento El Valle parecen competir con la caída voraz y majestuosa de las más de 10 cascadas que hay en el municipio.
Como el paisaje está vivo, el caudal o la marea varía de forma categórica, nada de lo que ve y escucha es lo mismo siempre. En la base el agua puede estar serena o envalentonada. Imagínelo por un momento: las cascadas que encuentra en municipios de Antioquia, como Jardín o Támesis, pero muy muy muy cerca de la playa. Particularmente las de Nabugá son calificadas por los habitantes como las más grandes del norte del pacífico chocoano.
Pescar para soltar
Como ha ocurrido en otras zonas del Pacífico chocoano, la protección ambiental y el turismo se han convertido en una forma de sustento y desarrollo para sus habitantes. Sin embargo, la pesca artesanal sigue siendo uno de los motores más fuertes.
Son las 5:30 de la mañana y las nubes se enredan finas, como algodones, en las copas de los árboles. Un paisaje frío que se siente como un abrazo de regocijo para iniciar la jornada.
Desde el malecón los pescadores abordan sus botes y se alejan de a poco para comenzar la faena. 2 o 5 días estarán en altamar según qué tanto hielo lleven para mantener fresco el pescado. Al regreso, también muy temprano, lo venden entre los pobladores o las pesqueras que se encuentren en la zona. De Bahía sale el pescado que usan grandes marcas de comida japonesa en Medellín.
El municipio cuenta con una iniciativa pionera en el país: la Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (la Zepa), que establece un área protegida por decreto de 2.5 millas desde la más baja marea hasta mar adentro, exclusiva para los pescadores artesanales. Allí no pueden ingresar los pescadores industriales, atuneros o camaroneros.
El cuidado para mantener el equilibrio de los ecosistemas permite que además, en sus aguas, pueda pescarse de forma deportiva (capturando y luego devolviendo al agua) al pez marlín, una especie emparentada con el pez espada, que solo se ve en playas de aguas cálidas como las de la Florida en Estados Unidos y las de Bahía.
Riqueza natural
El Chocó es uno de los lugares más biodiversos del planeta, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). La ensenada de Utría parece una piscina gigantesca, es el océano Pacífico, pero sin su imponencia.
Utría tiene variedad de ecosistemas: manglares, bosque húmedo tropical y arrecifes coralinos. La selva logra estar muy cerca de la orilla. Habitan entre el verdor armadillos, pumas, zarigüeyas, ranas, mariposas y aves.
Allí, en la ensenada, está uno de los 41 Parques Nacionales Naturales del país, su presencia aporta a la conservación de los ecosistemas, la ciencia, la educación y la recreación sostenible.
Finalmente, sus paisajes también son privilegiados por la exclusividad. En Bahía está registrado uno de los dos nidos de águila harpía de los que se tiene conocimiento en Colombia.
Tortugas marinas
Que la arena del Pacífico sea oscura hace que sus playas y aguas retengan mucho más el calor, por eso, además de ballenas, las tortugas marinas arriban para dejar sus huevos.
Desde hace más de 10 años distintas organizaciones se encargan de recolectarlos para evitar que sean devorados por animales como tigrillos, lastimados o tomados para la venta y consumo.
Playa Cuevita es una de las más importantes de Sudamérica para el desove, en especial de la tortuga golfina.
Bahía, con playas muy distintas a las que encuentra en Santa Marta o Cartagena, es uno de los sitios prioritarios mundialmente para la conservación, de acuerdo con la WWF.
No por poco su aeropuerto, que ha recibido hasta julio del 2021 más de 30.000 pasajeros, lleva el nombre del botánico José Celestino Mutis, quien lideró la Expedición del Nuevo Reino de Granada en 1783 descubriendo con ella cientos de plantas, frutos y minas.
Para noviembre se espera que el Órgano Colegiado de Administración y Decisión del Chocó apruebe recursos para modernizar su terminal de pasajeros