En el siglo XX los cultivos de café, banano, flores y caña de azúcar dominaron el interés de los productores agrícolas. Los cuatro siguen vigentes, robustos y adaptándose para mantenerse como grandes generadores de empleo y de divisas. El reconocimiento mundial que tiene el país como productor de café suave o el hecho de que las rosas y pompones sembrados aquí se comercialicen en Asia y Oceanía prueban la tenacidad y persistencia de quienes entienden el potencial de los campos.
Para José Alberto Vélez, empresario y experto del sector agropecuario, es hora de establecer metas grandes y ambiciosas, renovar la oferta y apostar por otros frutos: palma de aceite, cacao, aguacate Hass y limón Tahití, en lo que las ventajas de clima, suelo y luminosidad vuelven muy competitivo al país.
Y es que el portafolio agrícola es susceptible de ampliarse con cultivos que no sean intensivos en capital como el trigo, el maíz o la soya. En cambio, opciones como aguacate, gulupa, uchuva y mango serían de gran rentabilidad y no demandan grandes inversiones (ver video en la web).
La explotación de estos productos mantendría a un gran número de personas en el sector y frenaría el éxodo desde las zonas rurales hacia las ciudades, porque habría una alternativa económica. Además, se daría un cambio cultural de trabajadores rasos a técnicos agropecuarios. La tecnología es otro factor positivo, que facilitaría las actividades agrícolas en la compleja topografía antioqueña.
Pero el camino para aprovechar las oportunidades que los mercados extranjeros tienen para los productos salidos de la tierra paisa ya está siendo recorrido. Así lo asegura Jorge Restrepo, director de la Corporación de Productores y Exportadores de Aguacate Hass de Colombia (Corpohass), quien destaca los aumentos observados en área cultivada, producción y exportaciones, en los últimos cinco años (ver gráfico).
En línea con la visión de Vélez, que advierte de “una fiebre por el consumo de cacao”, el secretario de Agricultura de Antioquia, Jaime Garzón, hace referencia a la importancia estratégica de la fruta, de la que el departamento es el tercer productor después de Santander y Arauca.
En los últimos cuatro años, la producción de cacao en Antioquia mostró un incremento del 12 %, pasando de 19.706 hectáreas en 2014, a 22.028 en el 2017, gracias a políticas de apoyo y avances de las alianzas productivas.
En el mundo de los cítricos, el limón Tahití, es otra apuesta que puede ser rentable para el campo antioqueño dadas las oportunidades de comercialización y de generación de empleo que representa. Y, finalmente, la palma de aceite, de la cual hay sembradas en el país unas 600 mil hectáreas, cierra el cuarteto de productos agrícolas que deben aprovecharse y explotarse en el futuro inmediato.
Aunque hay una creencia de que las condiciones colombianas son propicias para emprender todo tipo de siembras, Vélez es partidario de reconsiderarla. “Hay que hacer escogencias. Colombia no será un productor eficiente y rentable de cereales, ni algodón, insistir en eso no tiene sentido”, comenta, y agrega que la inserción del país en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) debe conllevar a una especialización del agro, en la que las ventajas competitivas sean capitalizadas.
Santiago Piedrahíta, presidente de Grupo Bios, sostiene que depende de nosotros replantear el modelo de desarrollo del campo colombiano y pensar en una política pública integral y estructural que permita aprovechar las potencialidades económicas y sociales que de él se pueden derivar, buscando resolver el riesgo estructural de soberanía alimentaria y tomar ventaja del sector agroindustrial como un generador de ingresos y desarrollo. “Sin embargo, aún existen temas inconclusos como la propiedad y uso del suelo, la definición de modelos de producción basados en alta productividad, en los que se incorpore talento capacitado y se posicione al campo como un sector atractivo para los colombianos. Estos puntos, entre otros muchos, deben ser tenidos en cuenta para trazar un plan de largo plazo que permita al país alcanzar ese propósito”.
Además, insiste en la importancia de establecer una visión integral de desarrollo para un campo colombiano productivo, altamente competitivo y sostenible, que responda a las dinámicas internas de mercado y permita construir un tejido social equitativo, lleno de oportunidades para todos.