Lo que por tantos años ha sido denominado como “empuje o la berraquera paisa” que tanto orgullo produce y que condujo a la creación de uno de los centros empresariales e industriales más importantes de América Latina, el Valle de Aburrá, no es muy distinto al emprendedurismo, a la convicción en que la innovación es el camino, o al comportamiento millennial de los empresarios de hoy en día, que aceptan el reto de estar a la altura de las tendencias globales. Por cierto, geográficamente hoy hablamos de “clúster’’
La hipótesis general de esta columna, no creo que sea muy difícil de comprobar, es que la Andi, creada en Antioquia hace 75 años, fue el producto de una comunidad de industriales tan o más innovadores que los actuales emprendedores de los mundos digitales, tan o más innovadores que los más de 300 miembros de Andi del Futuro -ADFs- de hoy, tan o más valientes al momento de hacer empresa que el emprendedor que decide llevar su compañía a Silicon Valley. Son tres cuartos de siglo de diferencia, tres o cuatro generaciones de colombianos que creen que el futuro del país, de la región y de sus familias está en trabajar, haciendo las cosas bien, innovando, compitiendo, tomando riesgos, viajando por el mundo con su capacidad de trabajo y su oferta, aportándole a la sociedad, generando empleo, productos y servicios para el bienestar de la misma.
Hace 75 años, en los estertores de la Segunda Guerra Mundial, surgió la Andi. En ese momento ya existía en el país un grupo importante de empresas consolidadas. La estrategia era la de la sustitución de importaciones, la de producir en Colombia lo que se estaba produciendo en el mundo. Tarea nada fácil, se trataba de producir lo mismo que producían países con niveles de desarrollo muy superior al nuestro. El resultado, un interesante grado de diversificación sectorial y regional.
Las tendencias globales comenzaron a evolucionar y lentamente se fue pasando de la sustitución de importaciones hacia un modelo de especialización que obligaba a pensar en el comercio internacional como la vía para generar valor agregado y obtener productos cada vez más sofisticados. El país no fue ajeno a esta tendencia y desde mediados de los setenta fue orientándose hacia el exterior. Antioquia sorprendió a todos cuando desde ese “clúster” de las montañas es líder en apertura de mercados internacionales. Parecía contraintuitivo, que desde un sitio tan lejano de los mares se estuviera logrando llegar con éxito a los competidos mercados internacionales.
Llegó la apertura, con ella los desafíos de la globalización, de la especialización, de la construcción de competitividad, de las estrategias comerciales, de la optimización logística, de los acuerdos comerciales, tratados de libre comercio y ahora oportunidades como la Alianza del Pacífico. Este ha sido el marco general del último cuarto de siglo. Las cadenas globales de valor han reemplazado a los antiguos conceptos de competencia regional. El tejido empresarial antioqueño ha sido líder en la construcción de “Cadenas Latinas de Valor” a las que llamamos Multilatinas. Y es así como algunas de las organizaciones más tradicionales se transforman y se convierten en ágiles ecosistemas que ganan cada vez más presencia en mercados de la región.
Todo este panorama se ve enriquecido en los últimos diez años por la revolución digital que ha derivado en la cuarta revolución industrial. De nuevo el grupo de empresas y empresarios, que a veces llamamos “tradicionales”, entiende el reto y se pone en la tarea de crear un ecosistema propicio para la innovación, creando algunos aceleradores como Ruta N, Comité de Universidad Empresa Estado, Tecnnova, El Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia, el Parque del Emprendimiento, Créame, los Centros de Investigación de las Universidades y en los últimos días el Centro de la Cuarta Revolución Industrial
Así, en 75 años de la Andi no es fácil encontrar muchas diferencias entre los dinámicos emprendedores de hoy y emprendedores como José Gutiérrez Gómez “Don Guti”, John Gómez, Hernán Echavarría Olózaga, Germán Saldarriaga Del Valle, Nicanor Restrepo o José María Acevedo, algunos de los millenials de su tiempo.