Con cientos de placas, canchas, piscinas, gimnasios y pistas, en las 16 comunas de la ciudad y 5 corregimientos, con uso restringido por parte del Inder, como parte de las medidas para proteger a la población de los riesgos para la salud por la calidad del aire, es apenas normal que se crispen los ánimos de una ciudadanía que lleva la actividad deportiva en sus venas.
Y ahora surge otro inconveniente, el coronavirus, que afecta a la población mundial.
Solo entre el público que atiende el Inder directamente y el que hace uso de sus escenarios, la cifra asciende a 720.020 usuarios mensuales.
En el primer caso, la disyuntiva no es fácil. Por un lado, la evidencia médica avala las medidas tomadas para evitar desde inflamaciones de las vías respiratorias y otras más graves por la exposición continua, como patologías cardiovasculares y hasta cáncer, explican expertos como el deportólogo César Torres y la ingeniera de la Universidad Nacional, Carmen Elena Zapata.
Pero, por otro lado, está la necesidad latente de la población de mantener intacta la actividad física, para muchos, el mejor recurso para combatir agentes nocivos de la cotidianidad.
Que este no sea un problema exclusivo de Medellín sino de decenas de capitales alrededor del mundo resulta tranquilizador, al menos en busca de soluciones y puntos de equilibrio.
Según reseña un artículo de La Vanguardia de Barcelona, en junio de 2016, un estudio de investigadores en Nueva Delhi (una de las 11 ciudades más contaminadas del mundo), arrojó que sería necesario más de 5 horas semanales de actividad al aire libre para que el daño al organismo fuera superior al beneficio del ejercicio.
La clave, según se ha evidenciado en poblaciones con problemas endémicos de calidad de aire, es seguir los consejos de expertos y respetar las determinaciones de los organismos públicos. Sobre todo porque es probable que, a causa de la llegada del coronavirus, las autoridades tomen medidas de contención y prohiban aglomeraciones, entre otros, en eventos deportivos.
Esto se aplica en este momento en varias ciudades de Europa. Es molesto, claro, pero como señala Torres, es medida necesaria y transitoria.
En cualquier caso, los retos sanitarios que le impone la ciudad a las personas parece una dinámica irreversible. Ante esto, solo queda el camino de la adaptación.