Tema tabú durante mucho tiempo entre los deportistas, la depresión y otras afectaciones mentales sale poco a poco de entre las sombras. Cada vez son más los que dicen que se sienten mal, signo también de una mejor gestión de los problemas psicológicos, algo necesario para pasar por una covid-19 que no parece que vaya a irse pronto.
La nadadora francesa Béryl Gastaldello (25 años) entró en una depresión severa en 2018. "Caí muy, muy bajo. Ya no tenía control sobre mi cuerpo. Me recetaron medicamentos", confió hace unos meses.
Este testimonio de una deportista en mitad de su carrera, con opciones de participar en los Juegos Olímpicos de Tokio-2021, sigue siendo bastante raro.
El tenista australiano Nick Kyrgios, igual de 25 años, desveló recientemente su “situación triste y solitaria” mientras luchaba contra esta enfermedad provocada por el ritmo arrollador del circuito ATP. El basquetbolista estadounidense Kevin Love también hizo pública su ansiedad.
Pero la mayoría de las veces es una vez retirados cuando los atletas cuentan su caída, como el multimedallista olímpico Michael Phelps.
“Se han abierto mucho, los deportistas aceptan hablar un poco más de lo que sienten, son humanos, no robots", explica a la AFP Cécilia Delage, psicóloga que sigue a futbolistas del Lens, pero también a saltadores y esquiadores.
“El deporte de élite no rima especialmente con la salud mental”, recuerda Makis Chamalidis, psicólogo especializado en esta área. “Sintiéndose en una misión”, pueden estar “en los extremos” y pasan de la “omnipotencia” de ganar al “soy pésimo” del fracaso, explica.
El final de una carrera o una lesión que dura mucho tiempo pueden generar momentos difíciles.
En el INSEP, un instituto francés del deporte y el rendimiento, donde crecen los campeones en potencia, el equipo de psicólogos ha aumentado en los últimos años.
“Cada vez tenemos más solicitudes de apoyo de los deportistas con una doble dimensión: psicológica y ayuda al rendimiento", explica Anaëlle Malberbe, uno de las cinco especialistas. “Los entrenadores son más abiertos con este tema”, señala.
"El freno es: 'eres un deportista de alto nivel, no tienes derecho a fallar'. Eso es falso”, describe. El rugbier neozelandés John Kirwan, que sufrió depresión, tituló así su libro: Los All Blacks no lloran.
Trastornos de ansiedad, episodios depresivos, problemas de comportamiento alimentario, adicciones... “el deportista puede encontrarse con los mismos problemas que todo el mundo”, anota Malherbe.
Dentro de la población, una persona de cada cinco sufre o sufrirá una depresión a lo largo de su vida.
Desde 2006, los atletas de élite hacen una entrevista psicológica por año, dos en caso de ser menores, como parte de su seguimiento médico.