“El deporte no debe politizarse”, dijo el presidente francés Emmanuel Macron, al pronunciarse sobre los cuestionamientos que han surgido por la violación de los derechos humanos de mujeres, trabajadores, y personas de la comunidad LGBTQ+ en Qatar, el país sede de la Copa del Mundo de 2022.
Esto lo dijo en la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Bangkok, Tailandia. Sin embargo, la línea que separa al deporte y la política es muy pequeño, casi invisible. Uno se ha embebido del otro. El deporte ha servido a intereses políticos en repetidas ocasiones, como cuando en la Italia de Mussolini se organizó el Mundial de 1934 y en la Alemania de Hittler de realizaron los Juegos Olímpicos de 1936.
Esos eventos sirvieron en su momento para hacer propaganda de los proyectos de nación que se estaban consolidando en esos países. Querían mostrarse fuertes ante el mundo. Pero la culpa no la tuvo ni el fútbol, ni las olimpiadas. Tal vez la responsabilidad de esas elecciones recae sobre las organismos que decidieron que esos países fueran las sedes.
La misma situación ha ocurrido con Qatar, que será la sede del Mundial que está cerca de empezar. En los últimos días se ha cuestionado la realización del torneo en el país de Medio Oriente, e incluso los hinchas de varios países han manifestado su desacuerdo con la participación de sus seleccionados. 60% de los ingleses no están de acuerdo con que se equipo vaya al torneo.
En Alemania, algunos bares han tomado la decisión de no darle mucha importancia al Mundial. Tal vez los hinchas de la han dado la responsabilidad al fútbol, y a los futbolistas que en los últimos años se han convertido en referentes sociales, de tomar postura, defender los valores liberales y plantar cara ante los abusos.
Pero esto, como dijo el exfutbolista y entrenador argentino Jorge Valdano el domingo en “Los Danieles”, es darle mucha responsabilidad a los futbolistas. Fueron las organizaciones que tomaron la decisión de elegir al país sede las que debieron hacerle frente a los problemas que tenía la nación que eligieron para que se jugara la copa.
“Debería ser cuando se decide organizar el evento, ya sea la Copa del Mundo o los Juegos Olímpicos, que honestamente debemos hacernos la pregunta sobre el clima o los derechos humanos en el país. No es necesario hacerla cuando llegue el evento”, aseguró Macron.
Y de eso son conscientes los dirigentes. El expresidente de la Fifa, Joseph Blatter, que estaba en la cabeza del organismo rector del fútbol cuando se eligió a Qatar como sede, dijo recientemente a medios suizos que “Qatar es un error, la elección fue mala”.
Este Mundial será diferente a todos: se jugará entre noviembre y diciembre, en un país que no tiene una cultura futbolera marcada, que le ha exigido a los hinchas del mundo que se adapten a su cultura, y que al parece que viola los derechos humanos de los migrantes, los trabajadores y las mujeres, por lo que los hinchas lo rechazan. La línea entre política y deporte, en este caso, se desdibuja.
Sin embargo, el torneo se realizará, y la pelota rodará el domingo, a partir de las 9:00 a.m., hora de Colombia, en el estadio Al Khor de Doha, en el duelo entre el seleccionado de Ecuador y Qatar.