Los pabellones de la Fiesta del Libro rebosan de libros y de gente. Hay ofertas para todo tipo de gusto: novelas que rompen las cifras de ventas y fanzines artesanales que solo un grupo muy concreto de público busca.
Hay libros con años de historia: han pasado de mano en mano, han descansado en distintas bibliotecas personales. También están los recién descargados del camión de la imprenta o la litografía. El lector de sagas juveniles se cruza en el pasillo con la amante de las ficciones voluminosas de los rusos.
La joven que inicia estudios universitarios —y está tras la pista del texto de Freud o de Lacan— se sienta al lado del que devora los párrafos del médico nutricionista o el gurú de la nueva espiritualidad. En la Fiesta del Libro y la Cultura suceden muchas cosas, casi todo el tiempo.
Los protagonistas de estos eventos —y lo corroboran los escritores, editores, libreros— son los lectores. Sin ellos, el poema no tiene vida, los personajes no comunican nada sobre el mundo, las estructuras de las novelas quedan en el aire, sin ojos que las contemplen.
En el circuito de los libros el lector sobrepasa la calidad de consumidor —que lo es— para contribuir con su experiencia y sensibilidad en la creación de mundos distintos y posibles. La multiplicidad de los libros es la consecuencia natural de los variados intereses de quienes se acercan a ellos para entretenerse un rato, para aprender cosas, para salir de las celdas de la rutina, para afinar la mirada que se tiene de la realidad, para vivir en el pellejo de los demás.
Le puede interesar: Un libro que cuenta historias de supervivencia y lucha
En las mediciones el país se raja respecto al índice de lectura: los colombianos solo leen 2,7 libros al año, según la Cámara Colombiana del Libro. Todavía los libros no hacen parte de la canasta familiar, del consumo cultural cotidiano. Aún son vistos como objetos de adorno, percepción que se ratifica por los altos precios que alcanzan en librerías y plataformas virtuales.
En el empeño de hacer de Medellín una ciudad lectora las Fiestas del Libro y la Cultura han propiciado la aparición de estampas antes insólitas: largas filas ante la mesa de un escritor que firma libros o personas que se sumergen en las páginas en los parques y en los vagones del metro. “Dame medio pan y un libro”, dijo Federico García Lorca. Tal vez esté cercano el día en que ese sea un pedido popular.
Como todo perfil, estos se trazaron gracias a las impresiones de libreros, editores, lectores que asistieron a la Fiesta del Libro y la Cultura. Se trata, por supuesto, de esbozos.