Por Selene Botero
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En la tercera entrega de ExorcizArte Pablo hablamos con el escritor antioqueño Jorge Franco quien retrató el nexo entre el sicariato y el fervor religioso.
Por Selene Botero
Rosario Tijeras puso el dedo en la llaga narrando por primera vez la vida de una mujer sicaria. Esta protagonista nació en los barrios populares, se encuentra rodeada de los llamados “duros” del narcotráfico y protagoniza una peligrosa historia de amor en la que enfrenta a jóvenes de las distintas clases sociales de Medellín.
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Aunque la primera edición del libro es de 1999, es decir, va a cumplir 25 años, la novela no sólo ubicó a Jorge Franco en un lugar privilegiado de la escena literaria, sino que se volvió una historia universal. Rosario Tijeras, saltó del mundo editorial ha convertirse en fuente de inspiración para el cine, también es telenovela, canción y serie internacional con más de tres exitosas temporadas en las plataformas de streaming.
A Rosario Tijeras (1999) le siguieron otras novelas: Paraíso Travel (2001, también en cine), Melodrama (2006, adaptada al teatro), Santa Suerte (2010), El mundo de afuera (2014, Premio Alfaguara de Novela), El cielo a tiros (2018), y este año Jorge Franco estrenó El vacío en el que flotas.
Primera protagonista sicaria
Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte.
¿Qué le inspiró esta imagen?
“La frase cayó como por un acto de magia. Soy muy consciente de la necesidad de tener un comienzo potente en todas las historias, pero me he dado cuenta que muchas veces por más que te esfuerces no lo consigues a no ser que ocurra un acto mágico, algo del azar, como me sucedió con el comienzo de Rosario Tijeras.
Tenía la imagen de una mujer que moría en el momento en que le estaban dando un beso. Inicialmente la idea era con un puñal, pero proyectando la historia a la realidad de Medellín puse un arma de fuego. Esa frase estuvo siempre de primera y nunca la modifiqué, por lo general hago un trabajo de corrección muy extenso, cambio casi todos los párrafos, pero ese no se modificó, como lo escribí la primera vez así quedó”.
¿Cuánto de esta historia va más allá de la ficción?
“El origen de Rosario fue la tesis de grado de una prima que estudiaba Sicología en la Universidad de Antioquia ella encontró ese vínculo extraño —extraño para ese momento— del nexo que existe entre el fervor religioso y el narcotráfico. La investigación mostraba cómo los muchachos de las pandillas y el sicariato acudían a esa tradición religiosa tan nuestra para incorporarla en su vida criminal. Los testimonios de esas niñas, (digo niñas porque eran menores de edad), brindaban unas declaraciones muy reveladoras en cuanto a su participación en los “combos” y de inmediato sentí que ese tema había investigarlo y contarlo.
Aunque había algunos antecedentes en la literatura y en el cine sobre el sicariato en Medellín, no se había abordado desde el punto de vista de la mujer y es allí donde comienzo a explorar la creación del personaje partiendo de la ficción, utilizando mi memoria y las mujeres que yo veía en esa época”.
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¿Qué papel cumplía la mujer en las pandillas?
“Para esa época no es que existieran muchas mujeres liderando pandillas. Había un drama muy profundo en ellas, la mayoría fueron violentadas, violadas de niñas y muchas veces su papel en la pandilla era un papel vengador, con una rabia que las llevaba a querer cobrar venganza por las vejaciones que sufrieron. Sus tareas eran diversas, algunas participaban del mundo criminal, otras estaban en el tráfico de drogas, también se cuentan las compañeras sentimentales, y otras chicas, al igual que los hombres, buscaban una forma de ganarse la vida. Rosario las agrupa en una sola”.
¿Cómo recreó la ciudad de Medellín en Rosario Tijeras?
“Llevaba seis años viviendo en Bogotá y regresé a Medellín porque si bien conocía sus calles, nuestra idiosincrasia y había padecido los efectos de esos años de terror; volví con otra mirada, recorrí las calles con mi formación de escritor para recuperar acentos, clima, y todo aquello que da color a una historia. También investigué, leí mucho sobre este fenómeno del sicariato que nos sigue desconcertando. Había antecedentes como La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, películas de Víctor Gaviria, trabajos como No nacimos pa´semilla de Alonso Salazar que fue para mí un libro fundamental para contar esta historia. En resumen, Rosario se construye a partir de la investigación, la memoria que yo tenía del Medellín de esos años y el derecho a crear un personaje desde la ficción que buscaba atrapar a los lectores”.
No es fácil llevar al cine una obra literaria, ¿cómo se sintió con Rosario encarnada en Flora Martínez?
“Por mi formación cinematográfica tenía claro que debía darse una separación amistosa entre el libro y la película. Mi preocupación no era la fidelidad del libro siempre y cuando la historia de amor se conservara, lo más complejo fue ponerle cara al personaje, sabía que por cada lector había una Rosario Tijeras diferente, en cambio, cuando se estrenara la película, Rosario tendría la cara, la voz y el cuerpo de esa protagonista.
Me preguntaron quién quería que fuera la actriz y dije que más que la fisonomía me interesaba una actriz con experiencia para interpretar un personaje tan complejo y voluble, que pasa de niña a mujer, y luego se devuelve. Al final fue muy acertada la selección de Flora Martínez quien se metió en el personaje, aprendió de él, vivió con él... lo difícil para ella fue desprenderse de Rosario”.
Rosario Tijeras es libro, cine, telenovela, canción y serie. ¿Cómo esa Rosario de Medellín logra universalidad?
“Estos jóvenes no son exclusivos de Colombia porque hay mafias en muchos lugares del mundo aunque no necesariamente mafias de la droga, pero el hecho de haber contado este fenómeno social del sicariato en Medellín y todo lo que lo rodea: su vínculo con la religión que es la semilla de esta historia, el tema de las diferentes clases sociales, el desarraigo, la marginalidad en la que empiezan a formarse los combos, todos estos elementos reunidos en una historia de amor, es lo que la hace universal”.
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“La muerte de Escobar partió a Medellín”
Casi veinte años después de Rosario Tijeras, Franco publicó El cielo a tiros y nuevamente el telón de fondo es Medellín. La historia transcurre un 30 de noviembre, fecha en la que se queman toneladas de pólvora en el evento conocido como la Alborada.
“Sabemos el origen narco y paraco de esta celebración por ello desde lo visual es una imagen muy potente para confirmar que nuestra historia reciente sigue aferrada al narcotráfico. La Alborada nos remonta a los años 80 y 90 cuando de pronto cualquier noche, de cualquier mes que no fuera diciembre veíamos en el cielo una celebración con pólvora hasta altas horas de la madrugada, celebración siempre asociada al éxito con la entrega de un cargamento de droga.
Como se estaba tergiversando la historia reciente de Medellín nace en mí el interés por contar El Cielo a Tiros desde el punto de vista de un joven que regresa doce años después de la muerte violenta y desaparición de su padre, aliado de Escobar, y que le echa una mirada a esa nueva ciudad que como digo, en muchos sentidos tiene grandes avances, pero también parece estancada en su historia de narcotráfico.
El Cielo a Tiros es como la resaca de esa fiesta loca muy colombiana que conté en Rosario Tijeras, fiesta con drogas, alcohol, muertos, desorden y caos.
Yo continúo visitando a Medellín con frecuencia y siempre me intereso por saber cómo está la ciudad, la miro con ojos curiosos, de qué ha cambiado, qué ha mejorado, cuál ha sido la evolución después de la muerte de Pablo Escobar, un evento que definitivamente partió a Medellín en dos. Y digo que la partió en dos porque hasta la muerte de Escobar reinaba el caos, el desorden, la violencia y también la desesperanza. Creo que para muchos era casi imposible pensar que pudiéramos superar esa situación, se percibía a Escobar como una persona invencible, casi inmortal. Muchas veces, incluso antes de la muerte definitiva, tal como lo cuento en mi libro, se habló de que había muerto y a las pocos horas o días volvía a aparecer Escobar vivo y coleando. Llegamos a creer que no había realmente una salida. De alguna manera es lamentable que una muerte parta la historia de una ciudad en dos, pero realmente creo que así sucedió”.
En Rosario Tijeras el niño rico tiene la osadía de tomar la novia del criminal, pero en El Cielo a Tiros ya la sociedad se había fusionado con los narcotraficantes...
“Completamente. En Rosario Tijeras cuento que se creó un culto al poder de la droga, y ese culto tenía unos templos que eran las grandes discotecas de Medellín, allí confluyeron personas de todos los estratos, de todos los orígenes y se establecieron unas nuevas clases sociales, una nueva realidad socioeconómica comenzó a funcionar. Aunque nos costó aceptarlo en esas discotecas nacieron sociedades para delinquir que involucraban al brazo armado del narcotráfico, que era el sicariato, junto a una clase industrial antioqueña.”.
La caída del Mónaco fue el detonante de El vacío en el que flotas
Jorge Franco asistió el 22 de febrero del 2019 a la implosión del edificio Mónaco. La describe como una escena surrealista en la que los escombros impedían ver a los asistentes y sonaban las notas de la Orquesta Sinfónica de Antioquia. Afirma que vivió un momento conmovedor porque mientras caía el edificio sintió que en vez de borrarse nuestra historia se le estaba haciendo justicia.
“Siento que nuestra historia reciente se ha tergiversado rindiendo tributo a los victimarios cuando los verdaderos protagonistas son las víctimas. Fue adecuado convertir ese lugar en un parque monumento que le rindiera homenaje a quienes padecieron la violencia del narcotráfico. No podemos olvidar nuestra historia, la verdadera, la que ocurrió”.
Si bien el escenario de El vacío en el que flotas no es Medellín desarrollas dos temas que nos duelen: explosiones y desapariciones...
“Hay mucha universalidad en el tema de las explosiones utilizadas por el terrorismo para amedrentar a la sociedad, son la prueba de lo poco que hemos avanzado como humanidad para superar la violencia ejercida de forma cobarde. En el caso de las desapariciones sabemos que la muerte es muy dolorosa, pero permite un duelo, la desaparición por el contrario deja una incertidumbre infinita”.
El arte exorciza
¿Le molesta que clasifiquen sus obras dentro del género llamado narcoliteratura?
“No, a mí no me molesta, incluso le han dado otras terminologías como la sicaresca que utilizó Héctor Abad para definirla como género. Lo que pasa es que mi trabajo literario solamente tiene un par de libros que están realmente ligados al tema del narcotráfico, en los otros puede que se mencione, porque si voy a contar a una Medellín reciente tengo que pasar por ahí, pero de lleno en el universo narco están Rosario Tijeras y El cielo a tiros”.
¿Cómo el arte puede ayudar a exorcizar la herencia del narcoterrorismo?
“Mi creación no parte del morbo, no tiene afán comercial, por el contrario, siento que tenemos una deuda y el deber de contarnos a través del arte. Tenemos que estar muy alertas con esas diferencias sociales tan profundas que facilitan el origen de las pandillas. Medellín tuvo muchos aciertos cuando quiso renacer a partir de la educación, el arte, la cultura y una infraestructura física que nos acercara”.