La Gioconda, o más conocida como La Mona Lisa, es una de las pinturas más famosas hechas por Leonardo da Vinci entre 1503 y 1519, es decir, tiene más de 500 años.
Actualmente, el retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, se exhibe en el museo de Louvre, en París, y diariamente es visitada por más de 20.000 personas. Mide 79 centímetros de largo por 53 de ancho y tiene una pared especial en la que es exhibida.
Justo este museo lanzó una alerta a mediados de enero en la que expuso que la antigüedad del mayor museo del mundo está causando desde infiltraciones de agua hasta unas variaciones de temperatura que amenazan la conservación de las obras, entre ellas la famosa Mona Lisa.
Tras esta alarma que envió la directora del Louvre, Laurence des Cars, revelada por el diario Le Parisien, ya el gobierno francés tomó medidas.
El presidente francés, Emmanuel Macron, anunció esta semana que el famoso cuadro de La Gioconda contará con una nueva sala en el Louvre para que sea “accesible de manera autónoma”, independiente del resto del museo, “con su propio boleta de acceso”. Pero además la creación de una nueva entrada para 2031 “a más tardar”.
¿Afecta a una obra de arte que sea visitada por 20.000 personas al día?
Sí afecta, según le explicó a EL COLOMBIANO, Conrado Uribe Pereira, curador de arte y director de contenidos en Conexiones Creativas: “Sí, porque la gente despide vapor de agua y calor, pero para eso existen mecanismos, dispositivos, técnicas y recursos museográficos para que eso no afecte a las obras y eso el Louvre sí que lo tiene resuelto, nos ha enseñado a los demás museos y gestores culturales cómo gestionar esas multitudes”.
Entonces, aunque en principio, la alta visita de público a la obra puede ser una razón para extremar su cuidado, no es la única, “aquí la conservación de la obra no es la razón fundamental del cambio”.
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¿Entonces qué otras razones hay? Conrado precisa que la experiencia de visita a La Monalisa en el Louvre no es muy satisfactoria “por la congestión, el tiempo y la distancia con respecto a la obra, por eso en un museo como este, que es el más visitado del mundo, se suma una situación adicional como es la gestión de multitudes”.
Por eso no es raro que para ver una obra como esta se planifique una entrada especial (hasta con boleta diferente a la de ingreso al museo) y un espacio nuevo: “En el nuevo proyecto, se dice que no solo el Louvre tendrá una nueva entrada (que también servirá para activar una zona de la ciudad y descongestionar otras), y que los visitantes podrán escoger visitar sólo La Monalisa. Eso es algo consecuente con las realidades del museo pues un porcentaje muy alto de las personas que allí van, se concentran en los ‘grandes hitos’, siendo La Monalisa el principal”.
Por otro lado hay un interés bastante político, porque Macron se pone al frente de los cambios del museo más visitado del mundo, así como lo hizo con la restauración de la Catedral de Notre Dame.
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AFP precisó que según el entorno del mandatario, el costo del proyecto asciende a entre 700 y 800 millones de euros durante un período de 10 años, pero que contaría con una contribución “muy minoritaria” del Estado.
“Todas las obras de la nueva entrada se financiarán con los recursos propios del museo, la venta de entradas, el mecenazgo y la licencia del Louvre Abu Dabi, sin gravar al contribuyente”, aseguró por ejemplo el presidente francés.
“Es que el arte es una herramienta útil para posicionar discursos y personas. Los museos así mismo han sido utilizados como herramientas para la regeneración urbana. Entonces por un lado está la imagen de Macron y su legado –el presidente que restauró a Notre Dame y le dejó una nueva cara al Louvre, dos íconos de la cultura occidental, solucionando además problemas de congestión–; y del otro están los procesos urbanísticos, lo que significa que la cultura y el arte tienen un rol integral en la planificación de las ciudades”, concluyó Conrado.
