Los timbales, las trompetas, el piano y los saxofones empezaron a sonar para la Orquesta Sonolux cuando apenas arrancaba la década de los sesenta en Medellín. Ese grupo, que estaba cobijado bajo el sello de aprobación de una de las disqueras más grandes de la época, consiguió el apodo de “la orquesta de las estrellas de la marca de las estrellas” en muy poco tiempo: el conjunto apenas duró dos años, pero alcanzó a grabar 9 LPs (álbumes).
Este año, después de casi seis décadas, será honrada esta noche en el Teatro Pablo Tobón por algunos de sus miembros fundadores, como Juancho Vargas y Álvaro Rojas, y El Sueño del Maestro Big Band, su nuevo proyecto con jóvenes músicos del municipio de Caldas.
Regresando en el tiempo, a aquella época dorada de las orquestas, la música se presentaba en discos en vinilo y eran momentos en los que, a diferencia de ahora, uno de los anhelos principales de la mayoría de artistas era publicar un álbum completo de 12 canciones. Para Codiscos, Discos Fuentes, Sonolux, y otras cuantas más, esa era su razón de ser.
“Yo empecé como director artístico de Sonolux con el maestro Luis Uribe –recuerda el director y pianista Juancho Vargas–. Gastábamos mucho dinero en grabación y consiguiendo artistas. En una reunión se nos ocurrió crear nuestra orquesta con los mejores músicos del país”.
No había tantas escuelas de música en Antioquia como las hay hoy. Los músicos excelentes estaban regados y conseguirlos parecía ser una verdadera odisea.
Vargas y Uribe hicieron un sondeo: ¿cuánto les pagaban a los músicos en otras ciudades? El sueldo fluctuaba entre 1.000 y 1.200 pesos mensuales. Así que contando con un presupuesto como el de Sonolux, decidieron subir ese salario a 2.000 pesos por persona y así conformar una orquesta con los mejores de Colombia.
Lo lograron y trajeron intérpretes desde Bogotá, la costa y otras regiones. Obtuvieron una nómina profesional por todo lo alto, comenzando por el maestro Vargas, quien para ese entonces ya se había formado como pianista con Lucho Bermúdez.
Llegaron arreglistas como Antonio María Peñalosa e Iván Uribe y se les sumaron figuras destacadas como Gabriel Uribe, padre de la pianista Blanca Uribe, quien era el solista de flauta de la Sinfónica Nacional. Él se entusiasmó con la idea y decidió trasladarse al Valle de Aburrá con su familia.
El cantante Frank Cortés también fue otro de los elegidos y no solo aportó al grupo con su voz, también fue compositor: Baila Pacho y Mi Linda Betty son de su autoría y sonarán esta noche en el homenaje.
“Ese momento era grandioso, aunque creo que no me había dado cuenta de la magnitud de lo que estaba conformándose”, dijo Cortés.
Recuerda como los discos se grababan reuniendo a todos los músicos en un mismo salón, un derroche de talento que se grababa en una cinta magnetofónica.
Hoy Cortés cantará con un nuevo combo, uno más joven, pero se siente dichoso porque aunque ellos ni siquiera existían cuando la Sonolux arrancó, con ellos siente como si el tiempo regresara.
Además, tiene un apoyo y es que estará bajo la dirección de dos de sus excompañeros: Vargas y Rojas. Aunque han pasado los años, su música está viva y hoy se celebra a todos aquellos que le dieron ese primer aliento.