Será porque costumbre suena a cosa repetida y vieja, como una lápida les cae a ciertos escritores el rótulo de costumbristas y termina por sepultarlos. Eso justamente le sucede a Efe Gómez, el narrador de quien hoy se celebran 150 años de nacimiento. Y esa lápida, a él por lo menos, le cae de manera injusta.
Nacido en Fredonia el 6 de mayo de 1867, su nombre es Francisco Gómez. Se formó en Medellín hasta hacerse persona ilustrada y universal, con lecturas de obras clásicas y contemporáneas del mundo, como Arthur Schopenhauer y Fredrich Nitzsche. Fue crítico de la sociedad antioqueña.
Es el autor de El Zaratustra maicero, uno de sus cuentos más importantes, lo cual da cuenta de las lecturas del segundo de esos dos filósofos alemanes. “Que no se crea que Efe Gómez fue un viejito paisa que cantaba a las costumbres solo porque fueran antioqueñas”, confirma el periodista y escritor Juan José García Posada, quien, por cierto, cree que Gómez es, al igual que Carrasquilla, uno de los pilares de la literatura colombiana de principios del siglo veinte.
“Sin embargo, en su espíritu era opuesto al autor de La Marquesa de Yolombó: mientras Carrasquilla tenía la visión optimista de la existencia, Gómez la tenía pesimista”. Y este talante quedó reflejado, por supuesto, en sus obras, colmadas de sentimientos trágicos de la vida.
Sobre ese caos flotaba un dolor de cabeza.
Un dolor de cabeza autónomo.
Luego, dentro de esa nebulosa de dolor, pero con nexos apenas perceptibles en ella, comenzó a esbozarse la personalidad consciente de Pedro Zabala.
¿Era aquello un dolor enorme a que él, Pedro Zabala, iba uncido, del cual su ser fluía: o, al contrario, todo ese dolor, toda esa angustia, toda esa tortura informe emanaban de él, procedían de él?
Estas son las primeras líneas de su cuento más celebrado: Guayabo negro. Una pieza literaria del realismo social colombiano. La historia de un crimen absurdo. El protagonista, alicorado y enloquecido, asesina a su mejor amigo. Desde entonces, su vida se convierte en un duro camino hacia la redención y la búsqueda de perdón.
Juan José cree que la condición de minero —Efe Gómez fue ingeniero, egresado de la Escuela de Minas de Medellín—, especialmente en las minas de El Zancudo, en Titiribí, influyó para que el fredonita forjara la capacidad de internarse en los “socavones del alma antioqueña”. La exploración del espíritu humano, de los sentimientos y las emociones es característica de la literatura moderna; no de la costumbrista.