El novelista Juan Fernando Hincapié tiene un particular interés por los asuntos de la sintaxis y la gramática. Eso se percibe en su novela “Gramática pura” y en la escogencia de los cuentos que conforman el segundo tomo de “Puñalada trapera”. A diferencia del primero –en el que la nómina de autores incluida está compuesta por escritores de trayectoria– en este segundo hay una mezcla entre los nombres consolidados y las plumas que emergen en el panorama de la narrativa colombiana corta. EL COLOMBIANO conversó con Hincapié de los hallazgos y las propuestas de las nuevas generaciones de cuentistas.
En su criterio de escritor y antologista, ¿qué debe tener un cuento para que sea una pieza memorable?
“Para mí, es una cuestión estilística. El estilo requiere trabajo, muchísimo trabajo, y a mí nada me da más placer que leer a un autor que ha recorrido ese camino, que es largo y sinuoso. Para decirlo con otras palabras, cualquier escritor puede producir un texto, y seguro que alguien se lo publica (la habilidad para publicar tiene poco que ver con el talento literario), pero no cualquiera construye un estilo”,
¿Y qué es el estilo?
“Va a parecer una obviedad, pero es la forma en que una persona escribe, o puede llegar a escribir. La suma o la mezcla de su sensibilidad, su crianza, su formación, sus lecturas y sus intereses”.
¿Qué cambios percibió en la estética y los temas de los cuentos de Puñalada trapera I y los de Puñalada trapera II?
“La segunda parte fue mucho más difícil de hacer. Es decir, yo tuve que trabajar más. La gente no se imagina lo difícil que es conseguir textos inéditos de calidad. Dicho esto, entre los escritores de la primera parte había solo trece años de diferencia; en la segunda hay veinticinco (De la Pava nació en 1970, Alexandra Espinosa en 1995), y creo que eso se nota.
En la primera se quedaron por fuera todos los cuentos que aludían directamente al conflicto colombiano, a la Violencia. Todos tenían una estructura parecida: un joven (pero muy culto, cultísimo o cultísima) de ciudad (quiero decir Bogotá o Medellín) llega a un entorno rural y comienza a sacar conclusiones. (Este tipo de textos, por cierto, siguen siendo muy populares, quizá porque es lo que se espera de nosotros afuera.) A pesar de que algunos provenían de autores premiados y consagrados, el comité editorial les vio la inautenticidad y las costuras a kilómetros de distancia. Eran sosos, predecibles, y estaba claro por qué los habían enviado. En la nueva entrega de Puñalada trapera hay textos que tratan estos temas, pero lo hacen de una manera que nos sorprendió. «El lento e imperceptible retiro de las aguas», de Lina María Parra y «Arrancamuertos», de Laura Ortiz Gómez, son ejemplos de ello.
Otra apuesta redoblada del segundo volumen de Puñalada es el sentido de proyecto narrativo de algunos de sus autores, que a mi modo de ver habla de la buena salud que atraviesa la literatura colombiana. Usted recordará que en «La rumba, son, palo muerdo» de Pilar Quintana salen los personajes que luego figuraron en La perra. Lo mismo sucede esta vez con Rubén Orozco y Santiago Wills”.
¿Hay algo que pueda catalogarse como cuento colombiano? ¿Hay temas o estilos propios de la literatura nacional?
“No sé, no lo veo así, y siento que estas categorizaciones solo tienen importancia en el ámbito académico. A un creador no le dicen nada. No sé si haya un cuento típicamente colombiano; lo que sí hay son muchos colombianos escribiendo, y Colombia es un país muy diverso”.
¿Ha detectado influencias del cine y de las redes sociales en las escrituras de los autores incluidos?
“No particularmente” . n
Los cuentistas actuales colombianos
En este libro se reúne una muestra del trabajo escritural de Fredy Ordóñez, Lina María Parra, Sergio de la Pava, Juliana Javierre, Laura Ortíz, Esteban Duperly, Juan Nicolás Donoso, Marcela Villegas, Catalina Navas, Kirvin Larios, Danielle Navarro, Paul Brito, Megan Melo, entre otros. El primer volumen compiló textos de Luis Noriega, Patricia Engel, Juliana Restrepo, Daniel Ferreira y Margarita García Robayo, entre varios más. Ambos títulos contaron con la curaduría de Juan Fernando Hincapié y fueron publicados por la editorial colombiana Rey Naranjo.