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Estos cuentos no son para aburrirse ni un poco

El tedio es la línea que conecta 12 relatos del escritor José Ardila. El amor, la familia y el trabajo pasan por ahí.

  • José estudió Periodismo en la Universidad de Antioquia. Su primer libro de cuentos se llamó Divagaciones en el interior de una ballena, en 2012. FOTO jaime pérez.
    José estudió Periodismo en la Universidad de Antioquia. Su primer libro de cuentos se llamó Divagaciones en el interior de una ballena, en 2012. FOTO jaime pérez.
03 de julio de 2018
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Esas Anas que hay en el Libro del tedio son la Ana de José Ardila. O no, puede ser que no. Este libro –así dice la dedicatoria– solo puede ser para Ana K, aunque a veces le caigan mal las anas de mis cuentos. Son 12, divididos en cuatro, todos sobre el tedio –no todos sobre ella–, y algunos sobre la vida de José, que aparece con su nombre incluso. Pasa En la calva de papá y ese miedo a quedarse calvo porque su papá era calvo y su abuelo igual y eso ya definió el destino genético de su cabeza –eso cree–. Si bien por ahora los genes de su mamá han sido más fuertes y todavía goza de sus crespos en la vida real y en la no real también.

Detrás está la cotidianidad, esa línea difusa entre la ficción y la no ficción que hace que su mamá crea que cuando aparece una mamá es ella, aunque no sea ella, y entonces un día suelta el reclamo: Claro, como soy una vieja bruta y varicosa. Exacto a la vieja bruta y varicosa del cuento aquel. Porque en estos relatos los Joses y las Anas pueden ser o no, quién sabe. Lo importante es no aburrirse.

Fragmento, de algún lado, de Vida pico: Sí. De L. no puedo decir mucho. De lo otro, en cambio... Está, por ejemplo, la sensación de urgencia que no acaba si no hasta que el tren lleva un buen rato en marcha...

Conversar

–Que la gente lo entienda como algo real –dice José Ardila–, no importa. Es el efecto de la acción, pero no puedo escribir un cuento donde hay un personaje que se llama como yo y hacerlo quedar bien, porque eso ya son relaciones públicas.

Se ríe.

–¿Cómo funciona con las Anas?

–Cojo un rasgo de su personalidad o un asunto muy particular y elaboro un cuento y cuando eso empieza ya no puedo pensar que la amo, que ella se va a enojar, sino que llevo a los personajes a una situación límite, que no es necesariamente ni verdadera, no corresponde con la realidad de nosotros o no es positiva ni la hace quedar bien. Toca así, sobre todo si uno está conjugando escribir sobre su vida: hay que ser despiadado con uno mismo. Lo que a veces hago es destruirme.

–Es muy clara la relación con la vida real.

–Tengo una vida muy aburrida, o muy tranquila, depende de cómo le quieras decir. Eso significa que no me pasan cosas muy interesantes todo el tiempo: cada cuento en el que me nombro o nombro una persona de mi vida, por ejemplo mi papá o mi exnovia, o un amigo que se llama Agustín Patiño, cada vez que les pongo nombre o apellido, en realidad estoy buscando posibilidades en mi vida, porque uno es la gente que lo rodea, que está con uno, que lo quiere. Muchos cuentos son completamente reales, otros son mitad real y falsos y otros falsos. Lo que sí es cierto es que parten de una angustia muy real mía y luego las convierto en ficción.

–Por ejemplo...

–El funcionario público de Una carrera brillante. Cuando salí de la universidad a hacer las prácticas me encontré con una situación en la gobernación. Realmente lo hice bien, por lo menos eso dijo mi jefe, pero todo el tiempo estaba con la idea de que no, que no estaba haciendo nada, que me iban a descubrir. Ese miedo lo fui elaborando en mi cabeza y lo terminé convirtiendo en cuento.

–Es decir, la relación con la realidad sí es fuerte...

–Con mi realidad, sí. A mí un amigo que también escribe me dijo una vez, “a mí los cuentos que más me gustan de vos son los que más se alejan de tu vida”, y yo le dije, “eso no es cierto”. Los cuentos que parecen más fantásticos, alejados, parten de mi vida, están relacionados profundamente con quien soy. Por ejemplo La casa, que parece un cuento fantástico, tiene que ver con mis entornos familiares, con mi abuela, con mi mamá, con esta idea de invitar gente sin detenerse a pensar si van a caber en la casa. No hay un cuento que yo haya escrito que no tenga que ver directamente con quien soy. Casi que podría decir que todos son autobiográficos.

Inicio de Las formas de la espera: Ana siempre ha tenido problemas con los horarios. Como una enfermedad... Como algo muy fuerte grabado en la memoria de sus genes.

Sin aburrirse

–¿Qué significa tedio?

–Decidí el título del libro porque me pareció que había esa sensación común en los personajes: estaban atrapados en una situación tediosa, abrumados. No elaboré un discurso antes de publicar, pero después sí he venido pensando en qué puede significar, porque yo soy alguien muy aburrido, por lo general en mi vida estoy aburrido, pero para mí no es negativo. El tedio es como el agua, una fuerza natural. Vos te podés bañar con ella, la podés tomar y te podés ahogar en unas situaciones muy específicas. Lo normal en la vida de cualquier persona es que no pase nada, o es lo mismo que lo que pase hoy sea lo que pasó ayer y antier. Y creo que mi generación, la de los 80, los milenials, desarrollamos una especie de alergia al tedio, o una fobia, o un miedo patológico, y la verdad es que el tedio es casi un 80 % de la vida. Es muy difícil estar todo el tiempo saltando de situación divertida en situación divertida o esta cosa de estar viajando o probando comida o encontrando gente nueva, eso para mí es supremamente agotador. El tedio es una situación natural con la que me siento muy cómodo y que en mi caso es la condición propicia para crear e imaginar. Es cuando uno está más aburrido que uno suele fugarse hacia otros lugares o imaginar.

–Otros dirían que es la tristeza.

–Es que la tristeza se parece mucho, o cierto tipo de tristeza. La más matizada o más controlada por la razón se parece mucho al tedio. La tranquilidad, por ejemplo, para mí es solamente un tedio solapado que uno acepta, que uno cree positivo. En general casi todo tipo de tedio es tolerable. Esto ya es un extremo, pero los papás vivían muy cómodos en sus situaciones tediosas y por eso se aguantaban 30, 40 años en una empresa. Por eso se aguantaban 30 años con una misma mujer, los abuelos envejecían juntos, porque ellos entendían que aburrirse en una relación era posible y que estaba bien, que el amor a partir de cierto punto puede ser tedioso y que esa persona puede casi que asesinarte del aburrimiento. Aceptar eso era parte de enamorarse.

La última línea de Zona de confort y del libro: Esa noche dormí profundamente.

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