A Camilo –cuyo nombre fue cambiado para este informe– un desconocido le vendió una pastilla de éxtasis en la calle 85, un sector de discotecas y bares de Bogotá. La dosis, sin embargo, tenía otra sustancia, que le produjo potentes alucinaciones y lo dejó tres días sin dormir.
Entonces tenía 22 años –hoy tiene 26–. La pastilla la compró con un amigo y la idea era repartirla con otra amiga que venía hacia el bar en el que estaban de fiesta. Su amigo se dio cuenta de que no era éxtasis porque, recordó Camilo, no le supo a “amargo”; entonces, prefirió escupirla.
En cambio Camilo no reparó en su sabor y se la pasó. “Dejé el otro pedacito guardado. Pero mi amiga luego me dijo que no iba a ir, entonces también me tomé su pedazo”, contó. Poco después de probar la nueva dosis comenzó a alucinar: “Abría el celular y veía las aplicaciones flotando por fuera de la pantalla, a la gente la veía muy rara”.
Después de salir del bar fueron al apartamento de otra amiga. “En un momento ella se despertó y me encontró levantándome sobre el balcón. Yo sentí que podía saltar, pero ella me cogió, y me entró. Me salvó la vida”, recordó Camilo.
Tuvo miedo. Les pidió a sus compañeros que lo llevaran al médico porque sintió que el malestar no se le iba a pasar, pero acabaron llamando a un conocido, que también era consumidor habitual y había pasado por situaciones similares. Él se dio cuenta de que lo que les habían vendido no era éxtasis, sino una especie de anfetamina.
Camilo pasó tres días sin conciliar el sueño. Tuvo lo que se conoce como un “mal viaje”, es decir, una serie de efectos adversos después del consumo de sustancias psicoactivas.
Para mitigar estas situaciones, el proyecto Échele Cabeza les presta acompañamiento a los consumidores habituales de sustancias psicoactivas, que en su mayoría son ilegales, aunque no incluyen el cannabis –que es la más consumida–, debido a que de forma inmediata no representa un riesgo alto para la salud de los consumidores.
Según su informe más reciente, que recogió los datos de 2021, analizaron 2.868 sustancias en 30 eventos y dos puntos fijos ubicados en Bogotá. Se trata del reporte más alto de sustancias analizadas desde que empezaron a hacer las mediciones, en 2013.
En ese primer reporte que hicieron analizaron 82 sustancias. El segundo reporte más alto lo habían tenido en 2019, cuando testearon 2.293 sustancias, pero en 2020 esta cifra cayó a 34 sustancias, a raíz de la pandemia del coronavirus y las prohibiciones para hacer eventos masivos.
“En el período de pandemia el consumo se redujo un 50 %, aproximadamente, sobre todo por las sustancias que se asocian a las fiestas, como la cocaína, el éxtasis y el tusi”, aseguró Julián Quintero, director de la Corporación Acción Técnica Social, parte del proyecto de Échele Cabeza.
Pero Quintero dijo que en 2021 el consumo se reactivó: los ciudadanos otra vez asistieron masivamente a eventos de todo tipo. “La gente salió con mucha ansiedad de volver a las fiestas, al encuentro y al consumo”, dijo Quintero.
La estrategia de Échele Cabeza apunta a que los mayores de edad que usan sustancias psicoactivas legales e ilegales reduzcan tanto como puedan los riesgos derivados de su consumo. Uno de los servicios que prestan apunta a hacer un análisis de los productos que la gente lleva a las fiestas.
A raíz de estas pruebas encontraron que el 23 % de las muestras que les llevaron no correspondían a lo que las personas les dijeron que iban a consumir. En el 8 % de los casos, las dosis tenían otras sustancias añadidas –es lo que se conoce como “cóctel”– y en el otro 15 % simplemente se trataba de otras sustancias.
Los detalles del consumo
A las personas que acuden a sus servicios, además, les preguntan por sus hábitos de consumo, la frecuencia con la que acceden a las sustancias y los medios de los que se valen para llegar a ellas.
Así, por ejemplo, identificaron que en los eventos y los puntos de atención donde Échele Cabeza tiene presencia, la mayoría de los consumidores tenía entre 18 y 29 años, pues sumaban el 70 % de los casos.
Las estadísticas que agruparon también muestran que la mayoría de las personas recibe las sustancias directamente en la puerta de su casa. Siete de cada diez compras de psicoactivos se dieron a domicilio, y solo tres de cada diez en un punto de venta.
En cuanto a las drogas más consumidas en los eventos donde Échele Cabeza hizo presencia, los análisis arrojaron una predominancia del éxtasis, pues fue la sustancia que se identificó en más de la mitad de las muestras.
Le siguen los cristales (18 %), el LSD (15 %), el tusibi (8 %), la cocaína (4 %), el 2cb (2 %) y otras drogas (1 %).
¿Basta con mitigar el riesgo?
Pese a que en la práctica identificar las sustancias psicoactivas que usan los ciudadanos puede prevenir intoxicaciones o sobredosis, Hugo Alberto Gallego, médico toxicólogo y profesor de la Universidad de Antioquia, aseguró que no es suficiente con mitigar el riesgo.
“El consumo no es para todo el mundo”, señaló. E indicó que es fundamental que las personas evalúen cuál es el estado de su salud mental antes de ingerir sustancias que alteran la conciencia.
Aseguro que prevenir el consumo es clave, sobre todo en menores de edad. Según advirtió, para los mayores de 12 años el entorno es fundamental. “Los ambientes son el factor más importante, pueden aumentar el riesgo del consumo o funcionar como una protección”, aseguró.
Pero, ¿cómo prevenir que los jóvenes acaben consumiendo sustancias psicoactivas si están expuestos a ambientes en los que esta es una práctica común? Gallego descartó de tajo tomar una actitud pendenciera y de prohibición. Por el contrario, les recomendó a los padres o acudientes tener una comunicación constante y sincera con los jóvenes.
Para él, deberían buscarles otras alternativas, mostrarles círculos en los cuales no haya consumo, pero que permita que los muchachos se diviertan y disfruten su juventud.
¿Cambiará el consumo?
Aunque las estadísticas de Échele Cabeza muestran cómo se han comportado los hábitos de consumo de una porción de la población, el país aún no tiene claro cómo cambiará el uso de psicoactivos después de los cierres provocados por la pandemia.
Los últimos datos oficiales que evaluaron el tema a profundidad fueron los de la Encuesta Nacional de Sustancias Psicoactivas, que fue publicada por el Dane en 2020. Entonces, se conoció que la porción de la población que consumía psicoactivos ilegales era mucho más baja en comparación a otras sustancias ilegales.
Ocho de cada diez colombianos dijeron que habían probado el alcohol al menos una vez en su vida. Tres de cada diez dijeron que alguna vez habían probado el cigarrillo, y solo nueve de cada cien aseguraron haber probado una sustancia psicoactiva ilegal al menos una vez.
Si bien el consumo –mas no la venta de psicoactivos– está amparado por las leyes, los expertos coinciden en que lo mejor es ejercerlo –o descartarlo– como una decisión informada y tratarlo como un asunto de salud pública.
70 %
de los casos analizados tienen a jóvenes entre 18 y 29 años como consumidores.