Manuel Estévez tenía tanto miedo que se tapó con una sábana. Acababa de ver cómo el personal médico cubría el cuerpo sin vida de la señora con quien la noche anterior compartió el tanque de oxígeno. “Uno está frente a la muerte y eso es terrible”. Tiene 45 años. Es periodista, docente y músico... Ese momento ocurrió en la Unidad de Cuidados Intermedios del Hospital Méderi, en Bogotá, adonde llegó tras estar cuatro días en urgencias, acostado boca abajo y junto a otros pacientes con covid-19.
Manuel llevaba siete días enfermo en su casa, la fiebre había alcanzado los 38 °C, le dolía el pecho y la espalda, tenía dificultad para respirar y temía dormir y no despertar. No había de otra: ir al hospital. Allá perdió la noción del tiempo, solo podía comprobar cómo cada vez le aumentaban el oxígeno.
Eran las nueve o diez de la mañana cuando un médico, a quien no podía verle el rostro, se le acercó. Recuerda que le dijo: “Mire, Manuel, hemos hecho lo posible. A usted se le ve el esfuerzo que ha hecho, duerme boca abajo, sigue los consejos, pero su condición no está buena y si no lo entubo usted se puede morir”. Manuel fue remitido a una unidad de cuidados intensivos (UCI) en otra sede del Méderi.
Las personas llegan a una UCI por el alto riesgo de que empeore su estado de salud —y puedan morir— o cuando dicho riesgo se materializa y fallan alguno o varios órganos, afirma el médico Edward Blandón, intensivista en el Hospital San Vicente Fundación. “Pueden tener falla respiratoria, es decir, los pulmones ya no son suficientes para ayudarlos a respirar por sí mismos, o falla cardiovascular, se les baja la presión arterial, o les fallan los riñones y necesitan diálisis (los riñones extraen desechos del organismo y los eliminan, si dejan de funcionar, esos desechos se acumulan. La diálisis saca la sangre del cuerpo y la pasa por una máquina que filtra dichos desechos y devuelve la sangre, ya limpia, al organismo). En la UCI damos soporte avanzado o reemplazo a esos órganos que están fallando”.
Días difíciles
El 25 de julio Manuel salió de la UCI. “Es un sitio donde no hay nada. No hay tiempo, no hay olor. No hay absolutamente nada”, recuerda. De los 15 días que permaneció allí, sedado, 10 estuvo entubado. El intensivista Blandón explica que cuando los pulmones no pueden tomar el oxígeno del medio ambiente se hace la intubación: “Un tubo pasa por la boca, va hasta los pulmones y se conecta a un respirador con la idea de que ese respirador ayude a entrar el aire y el oxígeno a esos pulmones, mientras se resuelve el problema que los tiene afectados”. El especialista agrega que la sedación ayuda a los pacientes a tolerar dicha intubación, y además es necesaria ante el dolor que pueden generar la toma de exámenes de laboratorio y el movimiento en la cama.
“Solté el respirador el 21 de julio, pero para que me pudieran sacar de la UCI se demoró porque yo no volvía”, comenta Manuel, refiriéndose al coma inducido. Relata una curiosidad: “Soñé que estaba en un programa de televisión, me tenían amarrado todo el tiempo, y entonces de pronto le dije a la chica que estaba en el reality: Ya no voy a estar más acá, exijo mi derecho a la libre movilidad. ‘Claro, sí, ya lo vamos a desamarrar’. Me hicieron firmar algo y me dijeron: ‘Le vamos a pagar 17 millones de pesos porque usted fue la estrella del show’. Entonces en ese instante veo a la enfermera y le digo: Bueno, ¿dónde está mi plata? Y me dice: ‘No, acá no damos plata. Usted es Manuel Estévez, está saliendo de la UCI y lo estamos llevando a un cuarto’”.
También se recuerda siendo un héroe, entre aventuras, peleando contra monstruos, y acompañado siempre por el mismo sonido. “La máquina que lo mantiene a uno vivo tiene un pito muy particular, me acompañó en todos mis sueños. Ese pito era una especie de aparato con el que adquiría un poder (...). Una vez salí de coma, seguí viendo cosas, tenía alucinaciones”.
En las UCI, cuenta el intensivista Blandón, también realizan la terapia de la diálisis, administran medicamentos para manejar la presión arterial —que miden con un catéter que va dentro de una arteria (usan otros catéteres para medir la presión dentro del cráneo, por ejemplo)— y monitorizan las funciones del cuerpo en caso de una infección, tratando de llevarlas a su condición normal.
“Las unidades de cuidado intensivo se iniciaron más o menos en los años 50, con las epidemias de polio, en las cuales mucha gente hacía falla respiratoria y la mayoría, como no había ventiladores, se moría”, recuerda el médico David Yepes Gómez, intensivista en la Clínica CES. Hoy esos ventiladores mecánicos son un soporte mientras los pulmones se recuperan y las UCI cuentan con profesionales de medicina, enfermería y terapia respiratoria. “La mayoría de los médicos estamos en turnos de 24 horas”.
En lo que lleva la pandemia en Colombia, más de 11 meses, Yepes ha visto “llena casi todos los días” la UCI de la clínica. “Siempre que sale un paciente nos solicitan camas. Prácticamente, los pacientes que no mejoran con las medidas de respiración no invasiva, toca intubarlos. Muchas veces no nos resultan camas en la unidad de cuidado intensivo y hay que bajarlos a urgencias. Inclusive en urgencias hemos tenido tres, cuatro pacientes intubados y esperando remisión para otras UCI”.
La misma situación la ha vivido Blandón. Asegura que el personal de salud se ha comprometido de una manera admirable. “Todos hemos tenido que hacer jornadas más largas, ver más pacientes, ver muchos más pacientes más gravemente enfermos. El personal de otras áreas hospitalarias ayuda a subsanar la dificultad, por lo menos mientras vamos logrando liberar una cama”.
Manuel volvió del coma escuchando la canción This Charming Man, de The Smiths, que hacía parte de una lista de reproducción que le crearon su novia y una amiga. Pero otro tema musical lo conmueve más, dice que lo “acompañó”. Se trata de una versión de Times Like These, de Foo Fighters, grabada por artistas jóvenes para BBC Radio. “Esa canción, para mí, fue... Mejor dicho. O sea, lloraba cada vez que la escuchaba. Me dio muchísima fuerza, mucha. Era como el himno de esa lucha”.
Tras probar si podía comer —le daban purés— y ya estando en una cama de observación, los médicos le dijeron a Manuel que le iban a quitar el oxígeno y si reaccionaba bien durante 24 horas, podía irse a casa. Aunque tenía temor, sabía que esa cama la necesitaba otra persona.
Cuenta que perdió al menos 10 kilos. “La UCI se lo come a uno muy rápido. Esos 15 días me dieron para no poder pararme como en cuatro días, simplemente las piernas no tenían fuerza para soportar mi cuerpo. Tenía que usar pañal, tenían que asistirme en el baño, en todo absolutamente”.
El valor de una cama UCI
Hasta el pasado 7 de febrero —según cifras de la Gobernación—, Antioquia tenía un porcentaje de ocupación de camas UCI de 77,39 %. De las 1.278 camas UCI que había en el departamento (antes de la pandemia eran 480), 989 estaban ocupadas: en 337 permanecían personas que contrajeron el virus y en 94, quienes eran sospechosos de tenerlo. Además, otras 558 personas recibían atención en ese servicio por otras enfermedades.
Ruth Helena Mena Pinos, subsecretaria de Gestión de Servicios de Salud de la Alcaldía de Medellín, argumenta que el indicador sobre la ocupación de camas UCI sirve para tomar decisiones relacionadas con la optimización y el aumento de la capacidad instalada de los servicios de salud. Las autoridades gubernamentales han aclarado que las medidas como los toques de queda, la ley seca, el pico y cédula, y el llamado a evitar aglomeraciones y reuniones sociales buscan que siga la disminución de la ocupación de camas UCI y no se desborde la red hospitalaria.
El intensivista Blandón subraya el esfuerzo “enorme” que han hecho las instituciones de salud para aumentar su capacidad, reconociendo que el aumento del número de camas UCI requiere tecnología y personal especializado. “No puedo abrir una sola cama de cuidado intensivo porque no es costoefectivo, si voy a abrir una tengo que tener por lo menos 8 o 10 camas”.
Sobre la transformación de los servicios de salud durante la emergencia, Leopoldo Giraldo, gerente para la contención de la covid-19 en Antioquia, cuenta que en un principio las cuarentenas permitieron “adaptar y crecer la red hospitalaria”. Y frente al crecimiento de las camas UCI, comenta que había tres necesidades: los equipamentos (ventiladores, bombas de infusión, monitores, suministros), los espacios físicos y el recurso humano. Recuerda que, por ejemplo, asociaciones científicas, de intensivistas y anestesiólogos, exploraban cómo podían llegar a las UCI especialistas que no estaban dedicados al cuidado intensivo, pero tenían entrenamiento como internistas, urgentólogos o ginecobstetras. También menciona que de forma ocasional se han realizado remisiones a otros departamentos.
Vea aquí el especial: Huellas de vida y muerte en una UCI COVID
¿Y si se ocupan totalmente?
Ante una ocupación total de UCI, un colapso del sistema de salud o una novedad en el comportamiento del virus, Giraldo explica que, siguiendo lo pactado a nivel nacional y tras utilizar la infraestructura y el recurso humano en salud, se podrán usar infraestructuras que no están destinadas a los servicios de salud, como hoteles —para hospitalizar cierto tipo de pacientes—, o montar hospitales de campaña. Recuerda que, además, cada municipio y hospital local tuvieron que presentar su plan de expansión hospitalaria.
“Otro tema importante es el recurso humano que hoy está en el país y que no está trabajando. Será posible llamar a los pensionados, a los que no tengan comorbilidades, a los mayores de 60 años, a los residentes que se están especializando... Para que ayuden a atender la pandemia. Hoy lo están haciendo, posiblemente, como estudiantes de especialidades, pero es posible que toque llamarlos para tiempo completo”.
Mena, por su lado, considera que “Medellín está preparada ante un posible colapso”, pero aclara que se sigue en la fase de expansión y la ciudad se está esforzando por conseguir el personal que hace falta para poder dar apertura al resto de camas UCI.
Respirar fuera de una UCI
El intensivista Yepes recomienda esperar esa “salida aparente” de la vacuna con el autocuidado: el lavado de manos, el uso del tapabocas y el distanciamiento físico. Esto, para “no lamentarnos después por conductas inadecuadas”.
Por su parte, Mena recuerda que el personal de salud está activo desde marzo y ha trabajado en la primera línea sin parar. “Tenemos personal en aislamiento y fatigado, por eso aprovecho para decirle a la comunidad que si no tiene necesidad de salir, no salga, y a los jóvenes, que cuiden a los adultos mayores y a sus padres, utilizando siempre mascarilla y haciendo un lavado constante de manos”.
Manuel recuerda al equipo médico como la gente que apareció en el momento más duro de su vida: “Les estoy tan agradecido. A ellos les debo mi vida, estar acá”. También le agradece al virus por enseñarle a valorar “muchas cosas que quizás había dejado a un lado”. Y a quienes no creen o son indiferentes ante la pandemia, les dice: “Soy un ejemplo vivo. Soy un sobreviviente de la covid. El virus existe, es muy duro, es letal. Cuídense y cuiden a las demás personas. Apoyémonos entre todos”.
Cuando Manuel llegó a su casa no tenía fuerza para abrir un cajón. Al salir de la UCI sudaba, temblaba, alucinaba, no podía dormir y debía volver a acostumbrarse a comer. Pero en medio de la “dura recuperación”, le motivaba escuchar música nueva, como rock clásico. “Le encontré un nuevo valor a todo, a todo lo que veía y oía”. El virus le dejó secuelas —una queratitis en un ojo, un poquito de pérdida de la memoria, disminución de la masa muscular y una gripa que no se quiere ir—, pero no pudo llevarse su energía. El 11 de octubre, dos meses y medio después de salir de UCI, Manuel tuvo su primera salida en bicicleta.
(Dé clic aquí si no puede ver el gráfico sobre las rutas que llevan a las UCI)