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Los regalos de la paz que llegaron a Vidrí

Ir a la escuela dejó de ser una hazaña peligrosa y los ríos chocoanos se convirtieron en un espectáculo para disfrutar.

  • Vidrí es una vereda que queda a orillas del Río Arquía, una fluente del Atrato, en tierras antioqueñas. FOTO Cortesía OACP
    Vidrí es una vereda que queda a orillas del Río Arquía, una fluente del Atrato, en tierras antioqueñas. FOTO Cortesía OACP
Los regalos de la paz que llegaron a Vidrí
07 de noviembre de 2017
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El calor húmedo es intenso a pesar de que los primeros rayos del sol apenas entran por entre las copas de los árboles.

A las 5:30 de la mañana se empiezan a escuchar los pasos que se abren camino por entre el monte. Esta vez no son guerrilleros, ni paramilitares, son los adolescentes de Vidrí, una escondida vereda del corregimiento de Vegáez (en Vigía del Fuerte - Antioquia), que caminan durante hora y media, o dos según sea el ritmo, para llegar a la escuela a recibir las clases de matemáticas, español, sociales y ciencias naturales.

“La verdad yo no pensé que esto se fuera a acabar”, dice Ligia Perea Cuesta, habitante de Vidrí, al referirse al conflicto armado. Sus dos hijos pasaban cuatro horas del día exponiéndose a los guerrilleros y los paramilitares que asechaban en su territorio. “Hoy todavía no me explico cómo pasó. Ya llegó la paz, son cosas de Dios”.

Perea Cuesta recuerda cómo todos temblaban de miedo cuando escuchaban los helicópteros pasar, significaba, entonces, un combate seguro, los militares estaban buscando guerrilleros y las bombas caían en el lugar menos pensado. “Cuando sonaban los bombardeos uno no sabía ni qué hacer, esperando que lo llamaran a avisarle que cayó un hijo”, relata la madre.

Félix Torres, rector de la Institución Educativa Rural Alianza para el Progreso, explica que cuando se presentaban esos enfrentamientos era una semana entera sin clases, porque las madres no mandan a sus hijos al colegio.

“Antes había mucha deserción, muchos de nuestros niños dejaban la escuela para irse a los grupos armados. Hoy están dedicados a estudiar”, señala entusiasmado.

Además, van con más frecuencia a tomar las clases: “ya los padres saben que no les va a pasar nada para llegar a la institución y rinden mucho más en lo académico”.

El río para disfrutarlo

“Uno vivía con mucha zozobra, que bombardeo, que rafagueo, que hostigamiento de un lado hacia el otro. Eso ya no sucede”, aclara Jhon Jairo Perea, dueño de una panga que le sirve para ir por los ríos Arquía y Atrato para abastecer su tienda en Quibdó.

El río se convirtió en un medio de transporte tranquilo, desde el que pueden observar el paisaje exótico que ofrece el Urabá chocoano, pescar y hasta bañarse en él. El río es la vida.

Perea relata que en los 90 todo era más complicado, porque además de las Farc, guerrilla que hoy hace su tránsito a la vida civil en su vereda, estaban los paramilitares y la Fuerza Pública. “De aquí hasta Quibdó había hasta 12 retenes ilegales. A uno los armados le restringían lo del mercado, no podía traer más de media arroba de arroz. En estos momentos ya no se vive eso, hay un solo puesto de control y es de la Armada. Ahora sí estamos disfrutando del río, y en adelante vamos a disfrutarlo más”.

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