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En Arauca, el miedo no los deja ni salir de noche

Los araucanos temen quedar en medio de un enfrentamiento armado. Solo salen a lo necesario.

  • Hoy, cuatro días después del atentado con el carrobomba en Saravena, Arauca (foto), aún siguen los escombros en la zona de la detonación. Sus habitantes temen otro atentado. FOTO CORTESÍA
    Hoy, cuatro días después del atentado con el carrobomba en Saravena, Arauca (foto), aún siguen los escombros en la zona de la detonación. Sus habitantes temen otro atentado. FOTO CORTESÍA
23 de enero de 2022
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Fueron dos y luego tres toques de puerta, de esos seguidos, como cuando se está de afán y necesitan entrar rápido. Antes de abrir la puerta, don Joel se asomó por la ventana y reconoció al grupo de hombres en medio de la penumbra, así que despertó a sus dos hijos que dormían en el cuarto contiguo y los hizo esconder en el maizal, atrás de la casa campesina.

“Buenas noches señor Joel. Venimos tocando las puertas, casa por casa, porque cada familia debe aportar su cuota para la guerra”, dijo aquel hombre vestido de camuflado, alto y fornido que se identificó como Élmer, de las disidencias de las Farc.

Don Joel, un campesino araucano que colonizó un pedazo de tierra en Saravena hace más de 40 años a punta de hacha y machete, sabía que “aportar su cuota para la guerra” era entregar uno de sus hijos al grupo armado que llamó a su puerta el pasado 6 de enero. Sin titubear le dijo a “Élmer” que sus dos hijos ya estaban estudiando en Bogotá y que por eso no se encontraban en la casa.

“Al otro día los tuve que sacar escondidos en un camión cargado de plátanos. Yo no podía permitir que se me llevaran otro hijo y no volver a saber de él”, le dijo don Joel a EL COLOMBIANO, quien además afirmó que tuvo que dejar su parcela porque las disidencias empezaron a rondar y a intimidarlo, no directamente con sus armas, pero sí con los dos hombres que a diario se encontraba en el portón, cuando iba a ordeñar las vacas.

El miedo al reclutamiento de los hijos se convirtió en uno de los mayores temores de los habitantes de las zonas rurales de Arauca. Por esta razón, desde Saravena, Fortul y Arauquita, las familias han sacado a sus jóvenes, los han exiliado para no tener que pagar “su cuota de la guerra”.

Un pueblo solo y en pena

A Sandra Castaño, el carrobomba detonado el pasado 19 de enero en el centro de Saravena le dejó un pitido que no se le ha quitado con las gotas y la medicina recetados por el médico para tratar una posible lesión en su oído derecho.

El bombazo la levantó de un tirón, y desde esa noche siente el mismo temor que agobia a los araucanos: que las balas o las bombas de los grupos armados los alcancen cuando salgan a las calles, o lo que es peor, cuando duermen en sus viviendas.

“Acá la gente tiene miedo de salir. Usted los que ve es porque van a trabajar, pero apenas terminan la jornada, inmediatamente se vuelven a sus casas. A las 5:30 de la tarde ya no encuentra a nadie en las calles”, relata Sandra.

Dice esta mujer, habitante de Saravena, que si no salen temprano a comprar “las cosas que se necesitan, se jode uno en la noche”, porque hasta los negocios cierran temprano para evitar llorar sobre tragedias anunciadas.

“Es que por acá mandan son ellos. Por cadenas de WhatsApp mandan las órdenes de cerrar temprano, de nadie en las calles después de las 6:00 p.m., de que ningún vehículo circule por los corredores entre municipios, y la gente lo único que hace es cumplir, porque si no lo hace, termina condenado por ellos a una muerte segura”, relata.

Junto al miedo, la otra ley que impera en Arauca es la ley del silencio. Nadie quiere hablar de lo que pasa en este territorio dominado históricamente por el Eln, pero cuya confrontación se recrudeció con la llegada desde 2018 de las disidencias de las Farc.

“Acá nadie quiere hablar, porque acá hay milicianos en todas partes y saben uno con quien habla y cuándo. Entonces la gente prefiere vivir con ese miedo”, relata un líder social a este medio.

La disputa por tener una ruta que permita sacar la droga traída desde el Cauca debilitó los pactos hechos entre los elenos y el frente 10 de las Farc y terminaron rompiéndose a finales de 2021, lo que derivó en la agudización del conflicto en los primeros días de enero que dejan, según las autoridades, 60 personas asesinadas y 600 desplazados.

Pero el temor más grande lo viven en las localidades de las zonas fronterizas entre Arauca y Venezuela. En los últimos meses, la versión de que las disidencias y el Eln tienen drones con los que vigilan y pueden atacar, tomó fuerza, y esos territorios fronterizos se están convirtiendo en pueblos solitarios, habitados solo por los animales domésticos que vagan por las calles vacías.

La denuncia de las comunidades sobre el uso de los drones fue confirmada por Inteligencia Militar a EL COLOMBIANO. Según el investigador, tienen detectado que “el Eln cuenta con drones de fabricación iraní y las disidencias con drones de Rusia que usan para vigilar la frontera y, según los movimientos, en cualquier momento pueden atentar contra la población civil que es la que está en medio del conflicto armado”.

Además de los drones, el miedo a quedar atrapados en una balacera se ha vuelto rutina en Arauca. Cuenta el líder social que en muchas ocasiones los guerrilleros que tienen familias en los municipios llegan a las casas y desde allí les disparan a las autoridades “sin importarles quien haya en ese momento en las calles”, razón por la cual ven a un militar o un Policía, y prefieren cambiar de acera o de calle.

Las últimas medidas

Al día siguiente de la detonación del carrobomba en Arauca, adjudicado por el mismo frente 28 de las Farc en cabeza de alias “Antonio Medina”, el ministro de Defensa Diego Molano caminó por los escombros.

A su paso le salió Luz Dary Ardila, una mujer dueña de una cafetería destruida, quien aseveró que lo perdieron todo. “Era el sustento que tenía para mis hijos. Quedaron desempleadas las señoras que me ayudaban y no es justo. Queda uno desconsolado con todo esto”, le dijo al ministro.

Molano, en tono consolador, le dijo que el gobierno no le cedería ni un espacio a los violentos “y perseveraremos acá hasta que se garantice la seguridad de Arauca. Esa red terrorista que quiere amedrentarlos no lo va a lograr y los vamos a atacar con la ayuda de nuestra Fuerza Pública”.

Tras visitar la zona de la explosión, Molano presidió un consejo de seguridad con el que se dispusieron nuevas medidas como el toque de queda “prohibiendo la circulación de los ciudadanos de estos municipios así: en Arauquita, Tame, Saravena y Fortul, desde las 9:00 p.m. hasta las 4:00 a.m.; y en Arauca, desde las 10:00 p.m. hasta las 5:00 a.m.”.

A su vez, se prohibió el parrillero, se dispuso el envío de dos batallones para realizar el plan Meteoro en las vías de Arauca, y Molano anunció una recompensa de 1.000 millones de pesos por alias “Antonio Medina” de las disidencias de las Farc, responsable del atentado en Arauca, “500 millones de pesos por ´Pescado´ y ‘Arturo’, de las disidencias de las Farc y por alias ‘Gavilán’ y ‘Culebro’ del Eln. Por alias ‘Pájaro’ y ‘Pablito’ del Eln se ofrecen 300 y 4.000 millones de pesos respectivamente”.

Para hacerles frente a los grupos armados ilegales, el general Luis Fernando Navarro, comandante de las Fuerzas MIlitares, dijo que “la inteligencia de las Fuerzas militares y la Policía van a estar trabajando de una manera aún más articulada para disipar y prevenir acciones terroristas”.

Frente al despliegue militar, al que se suman 600 soldados enviados en los primeros días de enero, los araucanos son escépticos. Dicen que estas medidas lo único que hacen es atizar una guerra en la que llevan más de 40 años.

“Uno se pregunta: ¿para qué esas medidas? Si usted viene por acá no los ve patrullar, y si lo hacen, salen por una hora. Ellos (los militares) se mantienen es atrincherados y cuando salen, salen en los vehículos blindados o en patrullas conjuntas y se entran de una”, cuenta Sandra.

Pero la poca calma que queda en Saravena, ayer se vio una vez más alterada. Mientras realizaban una marcha pacífica vestidos de blanco y con globos blancos, exigiéndoles a los violentos que dejen a la población civil fuera de las hostilidades, hombres armados llegaron en una moto y asesinaron a un hombre en un taller de latonería.

“Esto no puede seguir pasando. Lo único que pedimos es paz para este pueblo. Soñamos con eso y por eso vamos a marchar”, dijo Sandra, aterrorizada por la última muerte que presenció

600
soldados llegaron a reforzar la seguridad en Arauca en los primeros días de enero.
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