Las violencias simbólicas se encuentran de una manera tácita en el lenguaje cotidiano y refuerzan posiciones inequitativas entre las personas o grupos sociales. Así lo subraya la cartilla titulada “Re-flexionar las palabras”, que recientemente fue compartida por la Defensoría del Pueblo.
“Me negrearon”, “mucho indio”, “detrás de cada hombre hay una gran mujer”, “me hizo la judía”, “chismes de viejas” y “tiene malicia indígena”, son algunas de esas expresiones que se han normalizado a través del tiempo y traen una carga de estereotipos negativos dirigidos a poblaciones específicas.
Ahora bien, ¿qué es estereotipar? Según cita el texto de la Defensoría, “es un proceso mental mediante el cual un conjunto de creencias generales –acerca de un grupo– se atribuye a cada uno de los miembros de ese grupo”.
“Es común que esas creencias se sostengan de manera rígida y que se basen en información incompleta o errónea, antes que en la experiencia personal”, complementa el apartado.
La población femenina
La cartilla propone, por ejemplo, una reflexión en torno al uso de las palabras que ubican jerárquicamente a la mujer en posiciones secundarias.
“La incorporación de las mujeres en el mercado laboral ha hecho que se creen neologismos para denominar aquellas que ejercen un oficio que antes era realizado únicamente por hombres, y viceversa”, ejemplifica el texto.
“Sin embargo –complementa la cita– todavía hay resistencia para nombrar en femenino algunas profesiones consideradas prestigiosas, como médica o cargos de poder como presidenta”.
De otro lado, remarca el texto, se invalidan sus opiniones o argumentos con comentarios como “está regluda” o “está en sus días”, ilustrándolas como seres emocionalmente desequilibrados.
Hacia la deconstrucción
Con todo este contexto en mente, Tatiana Duque, coordinadora del Observatorio de Violencia Simbólica contra las Mujeres, enfatizó en que “el lenguaje tal como lo conocemos tiene simbólicamente una mirada masculina porque, a través de la historia, han sido los hombres quienes han podido acceder al conocimiento”.
“Transformar nuestro lenguaje sirve para que podamos hacer una representación simétrica de nuestra realidad y esto va a conducir a una categorización más equitativa en nuestros modos de pensamiento”, puntualizó.
Esto significa, según señaló, pensar en hombres enfermeros si se habla de profesionales en medicina, o visualizar auxiliares de vuelo masculinos –y mujeres pilotos– en el caso de la industria aérea.
Lo que se busca con un lenguaje inclusivo, remarcó Duque, “es promover la reflexión sobre los cambios en la lengua y pensar a nivel general, no solamente en lo que decimos sino en como lo decimos”.
Comunicación excluyente
La cartilla de la Defensoría también resalta que, por medio de las palabras, hay cargas valorativas para marcar lo que se considera inferior al usar figuras como “mucha montañera” o “parece gay”. Además, llama la atención sobre estereotipos y estigmas –relativos a las diversas etnias– reproducidos en publicidad y noticias.
“El lenguaje es un elemento que construye realidades y si uno lo lleva a una perspectiva más amplia, uno puede pensar en la comunicación como constructora de la realidad social. En el caso del lenguaje, es la manera en que llamamos las cosas y legitimamos lo que está bien y mal”, opinó Juan David Cárdenas, docente e investigador de la Universidad de La Sabana.
Según el académico, se puede pensar en la comunicación como un instrumente de inclusión pero, desde un punto de vista negativo, también puede ser excluyente.
Toda esta discusión contemporánea –apostilló– se enmarca en grupos sociales que históricamente se han visto invisibilizados por las agendas de los medios y de los políticos, y son poblaciones que empiezan a pedir reconocimiento, por lo menos, desde el lenguaje.
En este orden de ideas, según sus palabras, desde el habla se puede dar un lugar y una representación precisa a las etnias, a la población Lgtbi y a los migrantes, pero también se pueden perpetuar los estereotipos.
“La reflexión que plantean este tipo de cartillas es muy valiosa y es válida porque llaman a romper esta cadena entre comunicación, lenguaje y exclusión”, puntualizó.
Más allá de los medios
Desde la perspectiva de Gabriel Pastor, docente del posgrado de comunicación de la Universidad Sergio Arboleda, los medios tienen la tarea de retratar la realidad y, por ejemplo, si hay un lenguaje inapropiado en debates de carácter político, “la culpa no es del medio”.
“Este –dijo el profesor– es un fenómeno de múltiples actores que tienen una responsabilidad inclaudicable”.
Según el docente, las aulas y la familia se complementan en busca de ese lenguaje respetuoso con todos los estamentos de la sociedad. A su manera de ver, lo que no está bien, respecto a la labor mediática, “es acudir al sensacionalismo para exacerbar el sentimiento de la gente”
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páginas destinó la Defensoría para evidenciar las violencias tácitas en el lenguaje.