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7 palabras para pensar la realidad de Colombia

Siete obispos y siete regiones distintas. Aquí el Sermón de Jesús en la cruz a la luz de la actualidad.

  • 7 palabras para pensar la realidad de Colombia

Reflexión y reconciliación son dos palabras que bien podrían adaptarse del Sermón de las siete palabras a la realidad que viven los colombianos.

Así lo interpretan siete representantes de la Iglesia Católica, quienes fueron consultados por EL COLOMBIANO para analizar cada palabra, de acuerdo con la realidad de su región. La paz, la salud, la educación, la corrupción, el bien común, la verdad y el perdón predominan en las interpretaciones de los obispos, quienes, además, señalan que el diálogo y la reconciliación deben primar en el interés general de las comunidades.

Analizar la realidad de regiones tan distintas como el Catatumbo y San Andrés o como Quibdó y Caldas (Antioquia) a la luz del Sermón de las Siete Palabras, es una buena excusa para reflexionar sobre el papel que como individuos estamos cumpliendo en nuestras comunidades.

Hernán Olano, doctor en derecho canónico y director de Humanidades de la Universidad la Gran Colombia, señala que, por ejemplo, la palabra en la que Jesús le dice a su Padre que los perdone porque no saben lo que hacen, se adapta a nuestra realidad ya que “representa la polarización política, lo cual no beneficia el interés general”.

El viernes, cuando el predicador de la Casa Pontificia del Vaticano, Rainiero Cantalamessa, dio la homilía, coincidiendo con lo planteado por los religiosos colombianos, indicó que las religiones deben “promover la paz”.

Olano concluye que cuando Jesús dice que todo está cumplido se asocia con la paz del país aunque “aún estamos lejos de implementarla”.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Obispo, Juan Carlos Barreto (Quibdó, Chocó)

En una región como Chocó, Jesús sigue pidiendo perdón. No lo hace sólo para que se cure una herida. Lo hace principalmente para que la vida florezca en el corazón de las personas. Pide al Padre para que perdone a las elites económicas y políticas que han dominado el país y lo han convertido en el tercero más desigual del mundo. Pide perdón para gobernantes de orden nacional, departamental y local que han abusado del poder y lo han utilizado para su propio enriquecimiento, han hundido a niños, jóvenes y familias en el fango de la miseria y el abandono. Jesús pide perdón para los grupos armados que con el narcotráfico, la minería irresponsable, la extorsión y la violación de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, han llenado de dolor la patria, especialmente en las zonas marginadas y excluidas. Pide perdón para los funcionarios públicos que venden su conciencia, hacen alianzas con criminales y aumentan sus arcas con el dinero que roban a los más pobres. Jesús no pide perdón al Padre para que continuemos viviendo en nuestros pecados ni para justificar la impunidad. Pide perdón para que su muerte y resurrección nos traigan una vida nueva.

“Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”
Obispo César Alcides Balbin Camacho (Caldas, Antioquia)

Les escribo desde el sur del Valle de Aburrá para todo el Suroeste y este Occidente cercano. Asistimos a un cambio de paradigma, a un cambio de valores que no son propiamente los del Evangelio. Se va perdiendo el foco de atención de las familias, de los padres, de los hijos, de los políticos, de los empresarios. Muchos creen encontrar el paraíso en los bienes materiales, otros, en cambio, creen encontrarlo cuando viven la vida de placer, o cuando endosan la cordura al licor y a las drogas, flagelo que azota, como nunca, a los jóvenes de nuestros pueblos y campos. Y a partir de aquí, no pocos construyen su propio paraíso: unos en el consumo, los más, y los otros en la comercialización, los menos, que se enriquecen a costa de la tragedia de niños y de jóvenes y de no tan jóvenes. Cada día nuestra región se aparta más y más de aquel paraíso prometido a quien reconoció a Jesús en la cruz, y va a buscarlo a otros niveles. Buena parte de nuestra región va pasando de una cultura netamente agraria y cafetera a otra ganadera y turística. Es paradójico que nuestros campesinos quieren buscar el paraíso en la ciudad, y los citadinos quieren buscarlo en el campo. Permanece la vocación minera, que se desarrolla desde hace más de 200 años en la cuenca del Sinifaná, donde a la vez que se palpa la dureza de la mina, se palpa la tragedia y la pobreza; herencia propia de toda zona minera. Tampoco allí está el paraíso.

Encontraremos el paraíso si miramos a Aquel que en el Calvario nos abrió el camino para llevarnos hasta la redención final, que ciertamente comienza desde aquí, desde donde vamos construyendo la ciudad del cielo, en la medida en que construimos la de la tierra. Las dos ciudades, no aquella de la que nos habla Charles Dickens, sino de aquella de la que nos habla san Agustín.

Mujer, Ahí tienes a tu hijo. [...] Hijo, ahí tienes a tu madre
Obispo Victor Manuel Ochoa Cadavid (Cúcuta, Norte de Santander)

En la frontera con Venezuela vivimos un drama terrible que nos muestra un gran dolor y una gran pena. La prueba de tantas mujeres víctimas y testigas de un gran sufrimiento humano que se equipara al de Santa María de los dolores en la colina del Gólgota en la tarde del Viernes Santo. El dolor de la violencia que por décadas sigue tocando a la puerta de tantas familias, por la lucha y la violencia de los grupos que pretenden por la fuerza imponer nuevos caminos desde la lucha guerrillera. El dolor de tantas madres que viven la violencia de grupos armados que asesinan a sus hijos. ¡Cuánto dolor vemos en esta región! Hay dolor en las madres venezolanas que no tienen alimento y no tienen medicinas para sus hijos, un drama que toca a muchas mujeres que se enfrentan solas a grandes problemas de salud, en el drama del hambre, la muerte y el abandono. Tenemos que aprender a comprender el dolor de los que sufren estos dramas que nos tocan: la violencia estructural, el drama de los venezolanos y colombianos retornados, el drama de la pobreza. Reconocer el dolor y el sufrimiento nos hace caminar hacia la paz. Como los invitó el Papa Francisco, demos el primer paso hacia la paz.

¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
Arzobispo Darío de Jesús Monsalve Mejía (Cali, Valle del Cauca)

Desde esta región del Pacífico, sacudida por el efecto de las mingas indígenas, de las movilizaciones y paros cívicos, de los cultivos, de las rutas y mercados de estupefacientes, de las migraciones y desplazamiento forzosos; medito la Cuarta Palabra de Cristo. Es la palabra del dolor de un inocente perseguido y masacrado por los hombres en el leño del Calvario, que se deshace en oración. La belleza y variedad de estas tierras, que conjugan valles, planicies, laderas, costas y montañas; enmarcadas en la inmensidad del Océano Pacífico y de sus extensas fronteras, hacen de la región un polo de atracción, anudándose en ella múltiples coordenadas. Estos grandes contrastes, entre las potencialidades del territorio y las debilidades de la cultura, dominada por fenómenos y prácticas con pobre cohesión y escasa racionalidad del bien común, son un fuerte desafío a la capacidad humana de transformar situaciones de grave atraso y de vacío institucional. La Iglesia, sembradora de Evangelio y de visiones cristianas en etnias, pueblos ancestrales, ciudades y poblados dispersos, ha sido gran forjadora de generaciones, de hombres y mujeres con hondo sentido de fe, de trabajo y de familia, de civilidad serena y espiritualidad colectiva, de peregrinación entre Santuarios como Buga y Las Lajas. Ha sido también defensa y auxilio de los más vulnerables: negros e indios, braceros y cañeros, desplazados y excluidos. Hoy, con la cuarta palabra de Jesús, recogiendo en la plegaria los dolores e inconformidades del presente, volvamos a mirar a lo alto, a trascender hasta Dios y aferrarnos a Él, como a lo más íntimo y personal, a lo más mío, para ser capaces de superar el sentimiento de soledad y de impotencia, de fracaso y desesperación. Que la oración de Cristo, en el tramo más agudo de su dolor, nos anime a reconvertir estas épocas, de cambios y drásticos desajustes, en procesos constructivos de paz y bienestar, de perdón y garantías para la vida y la convivencia entre diversos y contrarios. “No nos dejemos arrebatar la esperanza”, como nos lo repite el Papa Francisco.

Tengo sed
Obispo Gabriel Ángel Villa Vahos (Ocaña, Norte de Santander)

Jesús, sintiendo la proximidad de su muerte, desgastado por el peso de la cruz, el extenuante sol, los improperios recibidos camino al Gólgota, pronuncia una de las palabras más humanas y más desgarradoras: tengo sed. ¿Sed de qué? Sin duda sed material producida por su dolorosa posición en la cruz, por la creciente inflamación de su cuerpo, por el dolor producido por la corona de espinas, por el trajín de toda una jornada de humillación y maltratos. Nuestro Catatumbo tiene sed de paz, de justicia social, de reconciliación. Nuestros campesinos están sedientos esperando que llegue el momento en que puedan trabajar con tranquilidad sin que aparezcan los combates, sin minas antipersonales, sin balas perdidas. Los migrantes, desplazados de nuestro territorio y venezolanos están sedientos de oportunidades, de retornar a sus tierras. Como lo expresa nuestra primera santa colombiana, Laura Montoya, en el lema que llevaba grabado en la medalla que colgaba de su pecho: “Dos sedientos Jesús mío. Tú de salvar las almas y yo de saciar tu sed”, ¿qué nos detiene pues?”. Ella puso en práctica ese lema porque llena de ardor misionero sale en busca de los indígenas, olvidados por la sociedad, para anunciarles el evangelio.

Todo está cumplido
Vicario Apostólico Jaime Uriel Sanabria Arias (San Andrés y Providencia)

En ese deseo de mirar el país y nuestra región, esta palabra es una reflexión del mensaje de Cristo. Todo está cumplido nos dice que él hizo su tarea, pero no a medias tintas. Esa realidad de Cristo sigue resonando en nuestros corazones y nuestras regiones porque cada turista que viene se encanta con la bondad de Cristo en su naturaleza y su gente, pero cuando esa palabra la vemos desde nuestro compromiso, se nos convierte en un gran reto porque el Señor nos invita a hacer más por las comunidades, de volver a valorar nuestras familias. El color de nuestro mar es precioso, pero el color de los ojos de muchos hogares es opaco por las lágrimas de dolor, por eso las familias deben seguir luchando para conseguir su identidad porque solamente así podemos decir que todo está cumplido. Esta palabra también nos invita a recuperar el bien común. Nuestras islas no pueden volver a ser vistas con ojos de piratas sangrientos. Residentes y turistas debemos cuidarla y protegerla para poder así decir, cuando eso suceda, que todo está consumado. Debemos profesar el don de la ayuda y de la armonía social, que se ha visto resquebrajada por el interés de algunos pocos en detrimento de los pobres. Muchos han querido convertir nuestra región en una autopista del narcotráfico en la que infortunadamente muchas familias han quedado en ese cáncer, unos por el consumo que los lleva a la muerte, otros por la comercialización que los lleva a la cárcel. Cuando seamos capaces de luchar para erradicar ese cáncer podremos decir, como Jesús, que todo está consumado. Él en la cruz está cerrando una misión a la perfección que, viendo nuestro pueblo, se puede decir que está enfermo por un cáncer como la corrupción en la salud y la educación, las cuales no llegan para todos, pero depende de que luchemos para alcanzar el mensaje de Jesús en la cruz.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Arzobispo Luis José Rueda Aparicio (Popayán, Cauca)

Jesús gritó en voz fuerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, para mostrarnos que mantiene un diálogo constante con su Padre. En el Cauca debemos buscar su rostro y su misericordia. Es importante nuestro diálogo con el Padre celestial porque la conversación con Dios nos lleva a encontrar la solución a los conflictos y nos acerca al bien común, que nos une y que debemos construir entre todos. El diálogo requiere de la verdad. Jesús nos dijo que nos hará libres, por eso cuando tenemos relaciones verdaderas somos capaces de crecer en confianza y ser humildes ante el reconocimiento del otro; algo tan necesario en la región. Nuestro territorio tiene mucho de mentira social y de verdades a medias. Este año, con las elecciones regionales, es importante que dialoguemos y que hagamos silencio para valorar al otro, sin destruirnos entre sí, siempre con argumentos válidos, sin pensar que somos dueños de la verdad. De lo contrario, seguiremos viviendo en medio la polarización política del país. Cuando alguien quiere convertirse en dueño de la verdad absoluta, se vuelve un dictador y nosotros no los queremos. Por eso, pedimos que nuestros líderes respeten la verdad, sin engañarnos ni viéndonos como enemigos.

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