A veces las lluvias inundaban la sede de la universidad, recuerda Viviana Grajales, y los estudiantes no podían ingresar a los salones. Los docentes y recursos, dice esta joven, parecen no ser suficientes en las regiones de Antioquia y, por eso, algunos de sus compañeros no continuaron con las clases.
Esta estudiante de Comunicación Social de la Universidad de Antioquia busca reintegrarse a la institución, luego de pausar sus estudios en Urabá por motivos personales.
Pero algunos jóvenes nunca vuelven a las aulas. Y, a pesar de los esfuerzos de las universidades, la tasa de deserción en las instituciones de educación superior (públicas y privadas) del país es del 50%, según el Plan Rural de Educación Superior (2018) del Ministerio de Educación Nacional.
En Antioquia, son las universidades estatales las de mayor oferta institucional en las zonas rurales. Analizamos el panorama de la deserción en las tres instituciones públicas más grandes del departamento.
En la u. de A. implementan un nivel cero
No poder pagar ni siquiera el pasaje para desplazarse hasta la universidad. Ese y otros obstáculos se suman a la lista de factores que influyen para que un estudiante no vuelva a las clases en la Universidad de Antioquia.
Jorge Gallego, director de Regionalización de la institución, añade otras: la extraedad (tener más de 30 años o ser padre de familia), la ausencia de orientación vocacional y las deficiencias en la educación secundaria. Por supuesto, las dificultades económicas sigue al orden del día: el 75% de los estudiantes de las regiones pertenecen a los estratos 1 y 2.
De acuerdo con la Vicerrectoría de Docencia, de los 5.170 estudiantes admitidos al semestre 2019-1 en la U. de A., 1.276 pertenecen a las regiones, en las 4 sedes y 6 seccionales.
A la fecha, la deserción precoz en estos territorios es del 17.31% y la temprana es del 28.17% (ver recuadro) En total, la deserción en las sedes y seccionales de la universidad alcanza el 35.08%.
Si bien estas cifras están por debajo del promedio nacional, Gallego insiste en que el asunto es una preocupación constante y que están convencidos del potencial de los estudiantes en las regiones.
Por eso, para garantizar la permanencia, han implementando semilleros, programas de inducción a la vida universitaria y la estrategia Semestre Cero, que tiene como objetivo fortalecer, con cursos, las competencias de los aspirantes que no alcanzaron el puntaje mínimo requerido (50) en el examen de admisión.
En el Poli JIC una sede quedó vacía
A pesar de tener una capacidad para 1.500 estudiantes, la sede Urabá del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid (JIC) no alcanza hoy los 100 estudiantes matriculados. Está al borde de la clausura.
Para Libardo Álvarez, rector del Poli JIC, el conflicto armado en la esta zona del departamento y las difíciles condiciones de seguridad en algunas veredas hicieron que, por temor, los estudiantes no volvieran.
La situación es desalentadora pero, dice Álvarez, les plantea retos en relación con la renovación de los programas de pregrado. Hay que pensar más en las necesidades que tiene la región.
Sin embargo, en la seccional de Rionegro ocurre lo contrario: 1.200 estudiantes están matriculados en 8 programas tecnológicos y profesionales. Álvarez enfatiza en que, en esta sede, la deserción no llega al 3%.
“Los estudiantes de la región deben permanecer allá. Fortalecer los programas en las sedes es asegurar que los muchachos se queden y jalonen el desarrollo social de sus territorios”, concluye.
En la Unalmed deserción es del 40%
La deserción en la Universidad Nacional de Colombia (con 51.374 estudiantes, el 19% perteneciente a la sede en Medellín), es de el 40% por cada cohorte, lo que se traduce en un aproximado de 400 estudiantes que dejan las aulas por semestre. Juan Camilo Restrepo, vicerrector en Medellín, indica que la cifra es alarmante si se compara con la deserción en países europeos, ubicada apenas entre el 18 y el 23%.
También coincide con Gallego en que este es un problema multifactorial: el 87 % de los estudiantes de pregrado en Medellín, (unos 9.000) son de estratos 1, 2, y 3. En ese sentido, quienes viajan desde regiones apartadas del país hasta la ciudad están en mayor riesgo de abandonar las clases por no poder costear sus estudios.
“Muchos vienen a la U y no tienen qué comer en todo el día”, agrega el vicerrector.
Además de programas de acompañamiento con psicólogos, la mayor apuesta de la universidad es el Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA), con el otorgan cupos especiales en las regiones y que, desde 2007, ha beneficiado a 1.786 estudiantes.
A pesar de los programas, algunos estudiantes no regresan nunca a clases. Añade Restrepo que, quizás, no logran adaptarse: vienen de caseríos apartados desde comunidades indígenas en Amazonas. No hablan bien español , están solos.
Y en eso coinciden las tres instituciones: para atacar la deserción, la universidad tiene que seguir creciendo en las regiones, insertarse en los territorios más distantes y en las comunidades en donde, por desinterés o desidia, la educación aún no ha llegado..
46
por ciento es el porcentaje de deserción total en Colombia, dice Ministerio de Educación.
1.276
estudiantes de las regiones fueron admitidos al semestre 2019-1 en la U. de A.