100
personas resultaron afectadas por desbordamiento de caño en el norte del Aburrá.
La borrasca, que después se convirtió en lodo, inundó a su paso los barrios más altos del nororiente. Todo fue caos en Manantiales de Paz, en Bello, y en Santo Domingo Savio, en Medellín. Las inundaciones y deslizamientos del sábado dejaron más de un centenar de afectados a pocos días de Navidad. Por eso los barrios lucían ayer como enormes trochas abiertas llenas de pantano, escombros y gente triste.
Todo comenzó hacia las 2:00 de la tarde, según cuenta Enit Garcés, quien vive en el sector 6 de Manantiales de Paz desde hace cuatro años. Cruzada de brazos y en embarazo, mientras su esposo y dos de sus hijos remueven escombros a punta de pala, relata que, aunque las lluvias han aquejado esa zona, no se esperaban lo que sucedió este fin de semana.
Una amenaza de lluvia se convirtió en granizo y, de un momento a otro, las aguas que en tiempos normales corren apacibles por la Cañada Negra, reclamaron su espacio. En el caso de Enit, un deslizamiento fue el que por poco destruye su casa de madera y lata, la cual quedó al borde de un despeñadero.
Mientras el agua hacía ceder la tierra en este punto, no muy lejos, al pie del caño, la borrasca despertó a Jorkelly, de diez años. Sosteniendo la puerta de su casa, que no está a menos de un metro de la quebrada, la pequeña recuerda cómo, por tercera vez, el agua se metió al rancho donde vive con sus padres y subió hasta dañarlo todo.
“Fue muy rápido. Recuerdo que un señor me agarró de las manos y me llevó para otra casa. Mi mamá no quería salir, porque estaba tratando de soltar a los perros para que no se ahogaran”, cuenta la pequeña, mientras sus tres mascotas merodean por el lodo que cubrió las camas, nocheros y ollas de la cocina.
Sin dejar de hacer ruido, la quebrada sigue corriendo, agitada, mientras Jorkelly enseña los cajones vacíos en los que guardaba su ropa. “Una vez también se nos entró el agua, en la madrugada, pero no fue tan grave”, agrega su mamá, Mirella Mendivelso, quien describe que si no es por el aviso de su hija no alcanzan a sacar un par de costales ni a ninguno de los perros.
Las casas de Enit y Jorkelly comparten similitudes: ambas están en una invasión, en donde escasean el agua potable, el servicio de alcantarillado y la energía. Las aguas negras, de hecho, corren libres por entre los vericuetos empinados de esa zona y, en parte, por estas falencias puede explicarse lo ocurrido el sábado.
A esa conclusión llega el relato que comparte 100 metros más abajo, en Santo Domingo Savio, Carlos Andrés Mesa. En la vía principal de este barrio de Medellín, que es vecino de la estación del metrocable que lleva el mismo nombre, desembocaron las aguas de la Cañada Negra tras el aguacero.
Al pie de un vendedor ambulante, que por poco pierde su carro y surtido cuando lo sorprendió la borrasca, expone que la cantidad de desechos y escombros que han ido a parar al caño, sumada a la falta de intervención de las alcaldías de Bello y Medellín, fueron responsables de que este se taponara y que la quebrada buscara por dónde salir.
La casa de Héctor Gómez, un vendedor de helados, fue refugio para parte de esas aguas. De la mano de su esposa e hija, cuenta que la inundación subió casi un metro y ello causó daños irreparables en algunos congeladores que usa en su trabajo.
Fue tanta el agua, según Héctor, que tuvo que romper dos huecos al pie de la cabecera de la cama matrimonial, para que el agua saliera por la parte trasera de su propiedad y así salvar algo de su patrimonio. En 12 años que ha vivido en ese barrio del nororiente, no había visto tal cosa. “Ni hace seis años, cuando también se nos entró el agua”.
Otra que no se salvó fue una de las legumbrerías del sector. Nelson de Jesús Flórez, propietario de una expendedora de frutas y legumbres, cuenta que la crecida del caño arrasó con unas veinte canastas. Como Héctor, en los 13 años que lleva en el lugar, no había presenciado algo similar. “Lechuga, tomate, repollo, maracuyá y bananos rodaron, al tiempo, con motos, carros y muebles”, detalla el afectado.
Parte de las autoridades
En medio de los relatos de Enit, Jorkelly, Mirella, Carlos, Héctor y Nelson, algunos funcionarios de las administraciones de Bello y Medellín entregaron números y partes hasta ayer preliminares de la emergencia.
Diego Arboleda, técnico de la Secretaría de Gestión del Riesgo de Bello, indicó que ocho familias resultaron afectadas en la zona y que ese número podría escalar. “Hay problemas de banca, movimientos de masa, pérdida de estructura en la parte alta y asentamientos sobre el cauce de la quebrada”, dijo el funcionario.
Este parte es crítico, según Mónica Valencia León, líder de Manantiales de Paz, quien sostuvo que la misma comunidad es la que ha asumido la emergencia, tratando de evitar que las casas al borde del caño o cerca a los despeñaderos que dejó el aguacero del sábado colapsen.
Allí, según sus cuentas, hay más familias afectadas que las que registran en el parte de Arboleda, además de niños y mujeres en embarazo que no tienen lugares para refugiarse. Para colmo de males, el Municipio ha apoyado poco, en palabras de Mónica, y solo mediante una acción popular que entabló y ganó la comunidad a esa zona podrán llegar ayudas y servicios públicos.
El reporte en Santo Domingo Savio, según Laura Duarte, directora encargada del Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (Dagrd) de Medellín, alcanza 28 viviendas afectadas entre este barrio de la Comuna 1 y el Playón de los Comuneros (Comuna 2), donde viven 109 personas.
“La gran mayoría de las pérdidas son de enseres. De ese total, son siete viviendas con la mayor cantidad de afectaciones por el sedimento que bajó con el agua”, detalló la funcionaria. Esta también aclaró que en la zona se instaló un Puesto de Mando Unificado permanente, con el que el Dagrd, Isvimed y las secretarías de Inclusión y Medio Ambiente continuarán la caracterización de los afectados.
Aunque se dispuso de maquinaria y una cuadrilla de bomberos, además de diez empleados de Emvarias para avanzar en operaciones de barrido de escombros y recolección de residuos, Carlos calificó como insuficiente dicha intervención. Dijo que por más que se limpie la calle y se despejen los restos que dejó el aguacero, sino se trabaja en una solución estructural de nada servirá.
“Si vuelve a llover como el sábado, volveremos a tener el mismo problema. Los caños están colapsados, y aunque los ciudadanos tenemos parte de la culpa, esto no debería verse en una ciudad que se hace llamar la más innovadora”. Ante esta inquietud, la funcionaria Duarte respondió que se avanzará en un plan de acción para atender la zona, de la mano de la Alcaldía de Bello.
Otros puntos afectados
Los anteriores, sin embargo, no fueron los únicos puntos afectados por las lluvias del fin de semana. El desbordamiento de la Cañada Negra causó inundaciones y atrancó la movilidad en la autopista Medellín - Bogotá. Además, en la línea del 123 registraron cerca de 200 llamadas de emergencia por otros hechos.
La misma suerte corrieron los barrios Zamora, Niquía sector la 55 (donde la quebrada La García tuvo un desbordamiento parcial), Congolo y San Martín, en Bello, donde al menos diez viviendas y comercios presentaron afectaciones y un par de vehículos quedaron atrapados en el lodo.
Este panorama, según el Sistema de Alertas Tempranas de Medellín y el Valle de Aburrá (Siata), resultó de precipitaciones provenientes del occidente del departamento, que causaron, además de lluvias de alta intensidad, descargas eléctricas en varios municipios de la región metropolitana.
Según los monitores del Siata sobre el río Medellín y otras quebradas, durante la jornada de lluvias del sábado se presentaron cinco alertas de riesgo de nivel naranja y otras tres que subieron a categoría roja, como el desbordamiento que afectó la zona limítrofe entre Medellín y Bello.
Lina Ceballos, coordinadora técnica del sistema, sostuvo que la segunda temporada de lluvias suele recrudecerse en los meses de octubre y noviembre. “La variabilidad es la esperada. Los pronósticos nos mostraban lluvias por encima de lo típico, además esperamos que estas se extiendan hasta mediados de diciembre”.
El fenómeno de la Niña, que se posa en este momento sobre el litoral Pacífico, también impactará las lluvias de la región, según la funcionaria. El dictamen técnico, entonces, es poco alentador para los afectados de este fin de semana en el nororiente del Aburrá, a quienes las lluvias parecen no darles ni un respiro a un mes de Navidad