Hace unos días, el alcalde Daniel Quintero anunció que este miércoles, en Medellín, se dictará la clase de software más grande del mundo, y que todo ocurrirá en el marco de la semana del Valle del Software. La noticia fue replicada por todas las redes al servicio del Distrito Especial de Tecnología e Innovación (como ahora se llama la Alcaldía).
Es hora entonces de hacerle un corte de cuentas a este proyecto bandera de la administración. Entre otras cosas porque una persona que conoce los intríngulis del sector dice que con estos actos el alcalde “crea hechos mediáticos, shows, para tratar de ocultar los protuberantes retrasos del proyecto”.
¿Qué tanto de eso es cierto? El año pasado, en la inauguración del primer Centro del Valle del Software (CVS), en la comuna 13, un grupo de estudiantes antes de salir a tomar el refrigerio, escucharon al mandatario decir que el 17 de febrero siguiente, en Belén, se inauguraría la segunda de estas infraestructuras planeadas y que de ahí en adelante se haría lo propio “cada ocho días” en cada una de las comunas.
Es decir que si las cuentas se hubieran cumplido, para mediados de 2022 ya deberían estar puestos al servicio de la comunidad los 21 CVS planeados. Pero la realidad es que hoy solo se han entregado siete: San Javier, Belén, Castilla, San Antonio de Prado, San Cristóbal, Manrique y el último dado al servicio el pasado 10 de octubre en Popular.
Hay que anotar que no construyeron nada nuevo, lo que hicieron fue adaptar partes de los Centros de Desarrollo Zonal (Cedezo) que fueron construidos en los gobiernos de Aníbal Gaviria y Federico Gutiérrez.
El primer CVS, el de San Javier, por ejemplo, es la misma Ciudadela para la Cuarta Revolución Industrial (C4TA), que inició obras con el alcalde Gutiérrez y hoy está subutilizada según constató este diario recientemente en otro reportaje.
Al llegar la pandemia por el covid-19, el plan se ligó a la estrategia de reindustrialización para la reactivación económica, con el fin de generar los empleos perdidos. La cifra para hacerlo realidad también sonaba rimbombante: un billón de pesos.
Pero, otra vez, la realidad es que si algo se puede decir de estos casi tres años de la administración Quintero es que estamos muy lejos aún de ser sede de empresas como Apple, Facebook o Google, las mismas que le dan renombre mundial al Silicon Valley. Ninguna gran firma que siquiera les pise los talones a esas megaempresas se ha asentado en la ciudad y muy por el contrario, lo que ha ocurrido es que algunas han disminuido sus operaciones locales.
Por ejemplo, IBM abandonó Medellín a principios de 2020, y del edificio de Ruta N también salieron Algar y Accenture, ligadas también al sector de alta tecnología; esta última entregó un piso completo. Igualmente, cerca de la mitad de las startups que tenían asiento en esa edificación desocuparon sus oficinas. En algunos casos el motivo fue la pandemia. Sin embargo, tampoco han mostrado interés en regresar.
No es solo el punto relativo a los 21 Centros del Valle del Software el que está en “obra negra”. Permanece en ascuas el Parque Ambiental Valle del Software (Pavds) que estaba programado para levantarse en parte del predio Aguas Vivas que le perteneció a Luis Pérez, aliado de Quintero, y que está envuelto en un episodio de presunta corrupción.
Mediante un derecho de petición, EL COLOMBIANO le solicitó al Distrito la información sobre el avance del Valle del Software y encontró datos que en vez de despejar dudas, las acrecientan: hay cifras que no coinciden con la realidad y la conclusión es que no se va a lograr cumplir la promesa del Valle del Software.
En cuanto a los Centros del Valle del Software, solo debía habilitar uno en 2020 y no lo hizo. Lo curioso es que en agosto de 2021 al dar al servicio C4TA, que venía de administraciones pasadas, se la mostró no solo como un logro de la actual alcaldía sino como el primero de los 21 CVS que se debían poner al servicio.
Después, en 2021 la meta eran 11. En el derecho de petición contestaron que lograron 9 —algo que las evidencias refutan—, al pedirles mayor información sobre el estado actual de los CVS, solo reportan los seis que ya se conocen, y que para crearlos básicamente maquillaron la infraestructura física que venía funcionando de alcaldías anteriores y las dotaron con tecnología.
Sobre los que faltan, dicen que ya cuentan con “idea básica, anteproyecto, proyecto y diseño a detalle” y que en cuanto a la dotación están pendientes de la “vigilancia tecnológica y propuesta de implementación”. No obstante, así no estén construidos, sostienen que ya ofrecen programas del Valle del Software.
Lo que este diario constató en visitas a los centros ya inaugurados es que efectivamente se ofrecen cursos relativos a la Cuarta Revolución Industrial, pero cuando una persona acude buscando asesoría para escalar una empresa, solo asumen de manera directa los que tienen que ver con negocios tradicionales (tiendas y confecciones, por ejemplo) y remiten a Ruta N los de base tecnológica. Y es contradictorio por la gran promesa de que los CVS eran justamente para promover los emprendimientos disruptivos sin que la gente tuviera que salir de su comuna.
Es decir, básicamente siguen funcionando como lo que eran antes: los Centros de Desarrollo Zonal (Cedezo).
Existe un aspecto que vale la pena que la administración aclare, y es el de la destinación de los recursos, sobre todo por las versiones extendidas de que el Valle del Software se estaría usando para pagar favores y financiar campañas de aliados políticos a través de contratos.
En el Plan de Desarrollo Medellín Futuro 2020-2023 le asignaron un billón de pesos, de los cuales $257.114 millones eran específicamente para los CVS. No obstante, en las respuestas remitidas a este diario, el subsecretario de Desarrollo Económico, Mauricio Valencia, dice que hasta ahora se han apropiado $54.504 millones y se han invertido efectivamente el 77%, es decir $42.000 millones.
Una dificultad adicional para que los planes de Quintero se cumplan es que en ese presupuesto del cuarto de billón de pesos estaría también el Parque Ambiental Valle del Software (Pavds), que a diferencia de los otros 21 centros comunales, no implica solo trabajos cosméticos y dotación sino que alberga complejidades en la construcción.
Para empezar, el lugar destinado para ser el corazón del Valle del Software es una finca en la parte alta de El Poblado que se conoce como Aguas Vivas y está en un oscuro litigio.
La Alcaldía informó en mayo que sobre el Parque del Valle del Software no había aún planos ni diseños ni otros estudios previos debido a que estaban a la espera de resolver un dilema jurídico sobre la propiedad del terreno.
El enredo ya se resolvió pero no a favor del Distrito, pues lo que quería la Alcaldía era pagar mediante un arreglo amistoso a un particular vinculado al exalcalde Luis Pérez más de $40.000 millones por Aguas Vivas, un lote que ya figura a nombre del Municipio. El Consejo de Estado acaba de rechazar esa salida, es decir que el Distrito tendría que buscar otra opción si quiere seguir con su empeño de construir allí, o buscar otro lote.
Adicionalmente, el decreto del 21 de noviembre pasado que habla del Parque, pone como condición que los diseños se saquen a un concurso internacional, lo cual unido a los estudios, la construcción y la poca capacidad de ejecución de esta administración generan dudas sobre su realización antes del 31 de diciembre de 2023.
Cursos a granel
Por otra parte, hasta ahora, según el Distrito, en los 53 cursos que se ofrecen en el Valle del Software se han capacitado casi 9.500 personas, en áreas afines a la Cuarta Revolución Industrial, como inteligencia artificial, automatización, blockchain, política de datos, comercio digital, drones, internet de las cosas, robótica, ciudades inteligentes y medicina de precisión.
Al correo de Investigaciones de EL COLOMBIANO llegó la denuncia de un alumno que ganó en 2021 una beca de Sapiencia y estudió manejo de bases de datos con PostgreSQL que duraba de abril a diciembre de ese año. Su primera sorpresa fue que la universidad de la ciudad contratada subcontrató a su vez a otra que decía tener sede en San Antonio de Prado pero en realidad era de Barrancabermeja, totalmente desconocida para él. La segunda señal que inquietó al lector fue que los alumnos iban desertando por el desorden y, ya avanzado el curso, a dos meses de culminar, volvieron a abrir convocatoria para estudiantes nuevos. No obstante, en la respuesta para EL COLOMBIANO, el Distrito no especifica cuántos alumnos de los que comienzan terminan, y cuántos se gradúan.
En diciembre de 2020, en una entrevista para un medio nacional, Alejandro Arias, secretario de Desarrollo Económico (la dependencia que lleva la voz cantante en cuanto al Valle del Software), dijo que iban a entregar 50.000 becas para gente que quisiera aprender sobre la Cuarta Revolución Industrial y que personas con estas habilidades podrían alcanzar a ganar hasta 170 millones de pesos al año.
Un episodio más en que las cifras no casan: el salario que devengan quienes han salido de los cursos es en promedio el mínimo, o sea que ganan lo mismo que si estuvieran barriendo calles.
Una vez más, en las respuestas, el Distrito sostiene que va en un 90% de cumplimiento de su estrategia para promover la formalización empresarial y laboral a través de los valles del Software, pero ¿cómo llegó a un porcentaje tan alto cuando apenas están el 33% de los CVS?
Una arista adicional que Quintero ha “vendido” como parte de su Valle del Software es la apropiación de tecnologías emergentes en la gestión pública (comúnmente se denomina govtech), pero ha habido varias experiencias de ese tipo cuestionadas. Para la muestra, el sistema de monitoreo Robocop que se promovió como un arma contra la delincuencia y terminaron usándolo para detectar a quienes botan basuras a la calle. O la polémica plataforma Medellín Me Cuida que presentaron para el control del covid-19 y sobre la cual la ONG Karisma halló posibles ventanas que la hacían vulnerable a ataques o al uso de datos no autorizado.
“Hace dos o tres meses mandaron un nuevo mensaje para que uno volviera a autorizar el uso de los datos, no para el cerco epidemiológico sino para el recaudo de información, pero nunca se supo qué hicieron con esos datos. Después de la pandemia el compromiso era destruir esa información, pero no han demostrado que lo hicieran”, dijo el experto.
Otros críticos consideran que el error garrafal de Quintero fue que, siendo Ruta N la entidad que lideraba con excelencia procesos de apropiación tecnológica, en vez de aumentar su protagonismo con el Valle del Software, primero la politizó y ahora la está desapareciendo. Hoy día su imponente sede tiene áreas importantes vacías y las alianzas con centros especializados y empresas están en su mínima expresión.
Es más, de acuerdo con el concejal Alfredo Ramos, el proyecto que está socializando el Distrito en la Corporación para actualizar la Política Pública de Ciencia, Tecnología e Innovación –proceso que lleva casi un año de atraso— contempla que parte del 7% de excedentes de EPM que actualmente debe destinarse a Ruta N, pueda ir también a la Secretaría de Desarrollo Económico, es decir, a un bolsillo con mayor control directo del alcalde.
Una pata más que cojea del Valle del Software es la relación Universidad-Empresa-Estado por cuenta de las peleas que casó el inquilino de La Alpujarra con el sector productivo tradicional que ha representado no solo el motor de la economía sino de la innovación.
En contraste, tal vez el logro más importante en esta materia ha sido que por obra de una ley el nombre de la Alcaldía de Medellín se cambió por el de Distrito Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, lo cual es sin duda un paso importante porque facilita la instauración de un régimen tributario especial para promover el asentamiento de empresas de base tecnológica, entre otras cosas.
Lo paradójico es que el proyecto, lejos de poder contarse en la cosecha de Quintero, fue patinado en el Congreso por el expresidente Álvaro Uribe y defendido por la bancada del Centro Democrático, justo el enemigo político sobre el que ha cabalgado el alcalde para posicionar su imagen
Medidores no serían los indicados
Fuentes consultadas por este diario y que pidieron no revelar su identidad critican que los indicadores del Valle del Software estén dados en acciones como la adaptación de infraestructura y una cantidad de cursos de capacitación, que es posible que se alcancen a dar, pero sin un impacto real frente a la realidad que se supone quieren cambiar. Para dar un ejemplo gráfico, si se baja el precio de las pastillas anticonceptivas, el efecto se mediría en la manera como se cambia el índice de natalidad y en el tema que se trata acá el indicador podría ser el efecto sobre la formación de nuevas empresas de base tecnológica o la disminución del déficit de talento humano en estas áreas.
Al preguntársele al respecto, el Distrito contestó que no dispone de datos exactos acerca de cuántos alumnos logran engancharse laboralmente ni sobre el nivel salarial, porque los egresados no lo reportan. Y con esa salvedad, indica que hasta ahora, a través de tres contratos de seguimiento ha recibido noticia de 1.590 alumnos empleados posterior a sus estudios; de ellos 1.349 corresponden a personas insertadas en la industria tradicional y 241 en áreas de la Cuarta Revolución Industrial, una pírrica cifra comparada con los 6.449 empleos que se propuso crear este programa en el Plan de Desarrollo. Tampoco especifica cuál fue el mecanismo de obtención y procesamiento de la información para medir su confiabilidad.
Si tiene más información de este tema, o de otros que impliquen corrupción, escríbanos a investigaciones@elcolombiano.com.co