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Ya que no se aplican las guías médicas, busque otra opinión

Pierda el miedo de abogar por su propio cuidado y bienestar. Si algo acerca de su salud parece extraño o cuestionable, hable y manténgase crítico ante la situación.

  • Ya que no se aplican las guías médicas, busque otra opinión
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10 de enero de 2019
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Los médicos se molestan porque la gente googlea sus síntomas en internet y los pacientes porque su doctor, que pocas veces es el mismo, no los mira a los ojos.

Cada uno tiene razón a su manera, pero en este juego de egos lo importante es la vida.

Vanessa Tamayo González, de 30 años, es uno de los casos que un error médico condenó. “Yo fui diagnosticada con cáncer de mama hace tres años. Tenía 27. Lo mío fue una negligencia médica, dos años antes me sentí una bolita en el seno”, cuenta.

Estaba en el baño cuando sintió que las paredes se le vinieron encima. Tocaba un pequeño abultamiento en su seno izquierdo. “Tengo cáncer”, se dijo.

Al día siguiente del autoexamen que le sugería que algo estaba mal, Vanessa fue al médico, quien le mandó una ecografía y luego de revisarla dijo que encontró algo “normal en personas jóvenes”. Es una “bolita de agua”, le anunció por primera vez.

La pasividad con la que asumió su caso hizo que dos años después descubriera que tenía un cáncer de mama, que llegó a otros órganos. Su historia ejemplifica lo grave que es que “no se estén implementando las guías clínicas actualizadas y lo mismo sucede con el cáncer de cuello uterino”, dice Gloria Sánchez, profesora de la Facultad de Medicina de la U. de A., con doctorado de la Escuela de Salud Pública de la Universidad John Hopkins.

Esta misma institución estadounidense adelantó un estudio que encontró que “los errores médicos deben ser la tercera causa de muerte en los Estados Unidos”. Fue publicado en la edición del 3 de mayo de 2016 de The BMJ y define que los errores de atención médica ocurren durante el diagnóstico de un paciente, ya sea inexacto o incompleto, una confusión en la dosis o el tipo de medicamento, o los efectos secundarios de un tratamiento que no se reconoce. Y como el error médico no está en la lista en el libro de códigos, nadie aparece como muerto por esa causa.

En el caso colombiano, el asunto podría ser similar. Y por la lógica del sistema de salud, los médicos tienen 15 minutos con sus pacientes y no pueden pedir todos los exámenes que quisieran para confirmar un diagnóstico.

Por eso la historia de esta joven es un llamado a la responsabilidad conjunta entre pacientes y galenos.

Vanessa confió en su médico de cabecera y a pesar de que sentía que la bolita crecía, como estaba ausente de dolor, no le dio mayor trascendencia; el doctor le había sugerido revisión en seis meses.

“En esa segunda revisión, debido a que no tenía antecedentes familiares, me volvieron a mandar ecografía y, de nuevo, dijeron que no había nada grave”, continúa. Pasaron seis meses y la hinchazón crecía. Confiada, siguió con su vida normal. Trabaja como regente de farmacia, es casada y en aquel momento tenía un hijo de siete años.

En todas estas revisiones Vanessa se vio con el mismo médico y hasta el final él se sostuvo en que no había presencia de algún tumor maligno en su cuerpo. “Un año después, me sentía el abultamiento como del tamaño de esas bolitas de chocolate chokis”.

El tiempo corría, lo que es trágico para una persona con un tumor, dice Sánchez e insiste: “La examinación clínica es clave pero las EPS no obligan a implementar las guías y por tanto no hay entrenamiento en su uso; una gran cantidad de médicos no sabe cómo usarlas para ayudarse en el reconocimiento de lesiones”. Y esto lo conocen gracias a las entrevistas a pacientes que hacen parte de sus investigaciones en cáncer.

“Al preguntarles cómo se les detectó la lesión encontramos que no entraron a través del conducto regular de tamización, es decir mediante mamografía o el examen clínico y que no se lo han hecho nunca en la vida; ninguno de sus médicos les hizo la examinación clínica que está en las guías”.

La medicina en Colombia no está basada en la prevención, sino en el tratamiento, en esto está de acuerdo Sánchez. Reformular este pensamiento podría ayudar a evitar lo que le sucedió a Vanessa.

Ella incluso pasó por un embarazo en medio de su enfermedad. Dos años después de sentir el abultamiento que le hablaba de un tumor y con siete meses de embarazo Vanessa vio cómo su brazo se inflamó de tal manera que parecían dos en uno solo.

Una doctora diferente, que la atendió en urgencias para revisar el agigantado brazo sugirió que debido a sus implantes mamarios y a la leche materna, algo le estaba aprisionando nervios o ganglios.

Su doctor de familia le confirmó que tenía una tromboflebitis. Meses después, Vanessa sabría que lo que había presentado era una metástasis ganglionar, pero en medio del embarazo nunca lo supo.

“No solo la enfermedad está disparada, sino que las cifras de mortalidad en el país por este cáncer son inauditas”, apunta Sánchez. Y nos compara con Estados Unidos, “allá la sobrevida es del 95 % aunque estén en estadios avanzados. Aquí, en Medellín, la mortalidad es altísima, y no se debe a que no tengamos los medicamentos o tratamientos, hay otras razones”.

Hoy, Vanessa paró su quimioterapia para pasar a medicamentos orales. Mantiene las esperanzas, valora cada despertar, pero su cuerpo está invadido de cáncer: tiene tumores en el cuello, hígado, los pulmones, huesos y la tiroides

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