El 24 de diciembre los recibió en Zambia. En una carpa, instalada en el jardín de la casa de una familia local. “Era una familia muy pobre, nos recibieron, nos entraron a la casa, compartieron de su comida, aunque tenían muy poquita”, cuenta Daniel Gómez Salazar.
Una de las tantas experiencias que lo dejaron marcado a lo largo de los más de 60 mil kilómetros que él y su padre, Pedro Enrique Gómez, recorrieron en una aventura que iniciaron 15 meses atrás, aquí en Medellín, y que los llevó por más de 20 países alrededor del mundo.
No solo fue un viaje para conocer otros países y otras culturas. Fue también un viaje hacia ellos mismos, para conocer y explorar las potencialidades que quizá no sabían que tenían y que en medio de las dificultades propias de esta aventura afloran y los hacen salir adelante en cada reto.
“Si uno es capaz de dar una vuelta al mundo, es capaz de hacer cualquier cosa en la vida. También es un cambio a volverse más tolerante. Uno empieza a aprender de la gente”, dice Daniel Gómez.
“No sé cuántas veces nos vimos embalados, no somos capaces de seguir, no le podemos dar más; pero al fin de cuentas teníamos que seguir”, relata para ejemplificar cómo el viaje va fortaleciendo la forma de ser y los obliga a tomar decisiones que van moldeando un mejor carácter.
Rodada padre e hijo, y como tal también se fortaleció la relación entre ellos. “Uno pelea mucho, sí, pero al final de día la verdad es que se crece”.
La Ruta de las Lagunas en Bolivia, y sus siete caídas en el día, incluyendo una en la que se comprometió un poco la rodilla con la moto fue para Daniel quizá el día más duro.
La recompensa llegó más tarde en la noche. “11 de la noche, totalmente oscuro, ninguna nube, y el cielo totalmente increíble”