Sudán, el último macho de los rinocerontes blancos del norte, murió. Y aunque solo quedan dos hembras, la especie podría salvarse de la extinción.
El rinoceronte fue sometido a eutanasia por su lenta agonía debido a enfermedades de la vejez. Ya en vida, y más al morir, se convirtió en un símbolo del maltrato y exterminio de animales causados por el ser humano.
Científicos harán intentos para que pese a su deceso, la especie sobreviva: preservaron su semen y si bien las dos hembras, una hija y una nieta, no son candidatas, otra subespecie de rinocerontes podría venir en ayuda.
“Había estado sufriendo por problemas de salud debido a la edad. Una vez su condición empeoró, no era capaz de levantarse, evidentemente sufría y el equipo de veterinarios determinó la eutanasia”, dijo Ol Pejeta Conservancy, de Kenya, reserva donde el rinoceronte pasó sus últimos años.
Nacido hacia 1973 o 1974, a la edad de dos años fue capturado con otros de su subespecie y enviado al zoológico en Dvür Králové en la República de Checoslovaquia, hoy República Checa.
El cautiverio pudo salvarlo de una muerte en su medio natural. La caza ilegal en África Central reinó durante los años 70 y 80 y hacia los 90 solo quedaba una docena de rinos del norte en el Parque Nacional Garamba en la República Democrática del Congo.
Las guerras intestinas en este país aumentaron la cacería. Los grupos armados vendían sus cuernos para financiar su lucha. Así, el último rinoceronte blanco del norte en libertad fue visto en 2006.
Sudán era el último macho. En 2009 el zoológico checo lo envió, junto a otro macho, Suni, a Ol Pejeta en un intento para lograr un apareamiento natural. Suni falleció en 2014.
El último individuo macho pasó sus años finales en un área de casi tres kilómetros cuadrados, zona vigilada por guardas armados para evitar que ilegales lo cazaran.
Con su muerte quedan dos hembras en cautiverio en esa reserva, Najin, hija de Sudán, y Fatu, nieta.