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Juguetes sexuales hechos en Medellín

Todavía es tabú hablar de placer femenino y de productos de placer
sexual. Luisa Fernanda ya tiene una marca y exporta sus productos.

  • Luisa Fernanda del Pilar Montoya es la fundadora de Owna, una marca de juguetes sexuales diseñados en Medellín. FOTO CORTESÍA
    Luisa Fernanda del Pilar Montoya es la fundadora de Owna, una marca de juguetes sexuales diseñados en Medellín. FOTO CORTESÍA
  • Juguetes sexuales hechos en Medellín
06 de noviembre de 2022
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Cuando Luisa Fernanda del Pilar Montoya decidió dedicarse a la creación de juguetes sexuales fue como “salir del clóset dos veces”. Por un lado, sus profesores en la universidad la apoyaron, si se sentía capaz de exponer sobre el tema, pero luego en casa, cuando la curiosidad comenzó a convertirse en empresa, su madre prefirió ignorar en qué se pasaba los días su hija, hasta que eventualmente “superó el qué dirán”, para estar orgullosa de una joven de 26 años que ya exporta sus productos.

Porque a pesar de que se han visto avances científicos alrededor de la sexualidad femenina en los últimos años y cada vez mejoran las conversaciones, el placer sexual sigue siendo tabú.

La marca de Luisa se llama Owna, que viene de “own” en inglés, que significa “propio”. Ella quería que cada cliente se apropiara de su propia sexualidad, tomara el control de su placer y descubriera el cuerpo, pero para llegar a esa formulación tuvo que pasar por un largo camino que incluyó salirse de esa imagen oscura y ominosa que dominaba lo referente al placer sexual.

Luisa Fernanda del Pilar, con sus tres nombres, es ingeniera en Diseño de Producto, especialista en Gerencia de Diseño de Producto y asesora en Sexología y Terapia de Pareja. Cuando empezó a trabajar en su marca, se asesoró de antropólogas y sexólogas, pero pronto se le hizo necesario tener ella misma los conocimientos, pues hoy por hoy es la encargada de todos los detalles de Owna, un desarrollo que pudo hacer realidad gracias a un inversor.

Jueguetes para grandes

Hasta finales del siglo XX, la industria de los juguetes sexuales estaba plagada de penes venosos, que venían de mentes masculinas y tenían que ver más con el placer de quien da la estimulación, que con el de quien la recibe. Una lógica similar a la del porno, que también distorsiona la forma en la que se vive el sexo socialmente.

El internet revolucionó el asunto, ampliando las conversaciones y mostrándoles a los interesados los espacios que había disponibles en el mercado. Marcas como la sueca Lelo se aventuraron a diseñar juguetes que nada tenían que ver con la anatomía humana en su forma, pero que sí la tenían en cuenta en su concepción, para darles a los juguetes curvas y puntos de vibración estratégicos.

Esta también huyó de los colores oscuros, la clásica combinación roja y negra, y la idea de que los objetos sexuales se deben comprar detrás de una cortina.

Montoya prefiere en los diseños de Owna los colores pasteles y empaques que no hacen alusión directa al sexo. Aunque los juguetes pueden ser usados por hombres y en pareja, su destino principal es el disfrute individual femenino como parte de una rutina de bienestar, en la misma categoría de lavarse la cara y los dientes.

“Es pasar de ese tabú, de ese prejuicio de rojo y negro, no metamos la sexualidad debajo del tapete, quiero que no les dé pena decir que tienen un vibrador en el bolso o en el baño, porque están preocupadas por su salud sexual, así como van al gimnasio o a terapia”.

La historia no ha sido fácil

En 1998 la uróloga australiana Helen O’Connell “descubrió” el clítoris. Con la publicación de su artículo “Relaciones anatómicas entre la uretra y el clítoris” se dibujó por primera vez cómo era el órgano femenino, cuya única función es el placer.

Sí, hace solo 24 años se conoce cómo se ve el clítoris, en dónde está y cómo funciona. La próstata, que podría considerarse un equivalente en la anatomía masculina por su relación con el placer sexual, se estudia desde principios del siglo XIX. Eso tiene que ver con el hecho de que la próstata es vulnerable al cáncer, pero no deja de ser una imagen para mostrar lo mucho que se han demorado los avances científicos en relación con la anatomía femenina y la sexualidad de este género.

Mientras los médicos ya hablaban de los tumores “fungantes” en los hombres, en las mujeres diagnosticaban “histeria”, una enfermedad que apareció en el corpus médico alrededor del año 2000 a.C., en Egipto. Su etimología significa literalmente “enfermedad del vientre” y se caracterizaba con síntomas como ansiedad, falta de sueño, irritabilidad, nerviosismo, fantasías eróticas, sensación de pesadez en el abdomen, hinchazón en la parte baja de la pelvis y lubricación vaginal. Según Rachel P. Maines, en su libro La tecnología del orgasmo (The Technology of Orgasm), varios de los síntomas clásicos de la excitación crónica.

El tratamiento eran los masajes genitales, a cargo de las parteras para las mujeres solteras y las relaciones sexuales para las casadas, con el fin de que se llegara a un paroxismo (no al orgasmo), que calmaba los síntomas. La Asociación de Psiquiatría Americana dejó de catalogarla como una enfermedad en 1952.

El tratamiento de la histeria llegó al culmen de la sofisticación con la invención del vibrador, un dispositivo que un médico inglés patento en la década de 1880, agotado del trabajo mecánico del masaje genital para tratar a sus pacientes. Solo hasta la década de 1920, el vibrador empezó a verse en películas de contenido erótico, y poco a poco se convirtió en algo pecaminoso.

Según Maines, los médicos no pensaban que la causa de la llamada histeria era la falta de una vida sexual sana, pues para ellos las mujeres solo concebían el sexo para la reproducción y todo lo que sucediera en el departamento genital femenino que no estuviera relacionado con bebés, no existía.

Muy pocos alzaron la voz para señalar que el tal paroxismo no era más que un orgasmo, y que el tratamiento era una “paja”, pero no les prestaron suficiente atención para cambiar los paradigmas, hasta el siglo XX.

El despertar

Aunque suena hasta gracioso que los médicos terminaran masturbando a las pacientes, para tratar una enfermedad inexistente, no se equivocaban al pregonar los beneficios del masaje pélvico. La masturbación, con el consecuente orgasmo, puede bajar los niveles de estrés y ayudar a conciliar el sueño. Según Planned Parenthood, tener un orgasmo libera endorfinas, además, puede ser un calmante natural, al punto de disminuir los dolores menstruales.

Ya en el campo de la sexualidad, la masturbación puede ayudar a conocer los gustos sexuales, y mejorar las conversaciones alrededor del sexo y el cuerpo, incluyendo las que tienen que ver con la protección contra las infecciones de transmisión sexual y el embarazo, para los más jóvenes. “Explorar tu cuerpo y aprender cómo sentir placer sexual puede ser empoderador y ayudarte a mejorar la imagen que tienes” de ti, afirma Planned Parenthood. Además, masturbarse en pareja puede ser otra forma de tener sexo y una buena oportunidad para comunicarse mejor.

Detrás de la cortina

En su investigación, la académica Rachel P. Maines establece que la sexualidad humana se entiende popularmente desde la perspectiva masculina, lo que implica que solo hay tres pasos: la preparación para la penetración, la penetración y el orgasmo masculino. Así, las mujeres no alcancen el orgasmo durante el coito, esta mecánica no deja de considerarse sexo.

Paradójicamente, el clítoris tiene 8.000 terminaciones nerviosas, el doble de las que tiene el pene; además, las mujeres son multiorgásmicas, no precisan un tiempo de retracción entre orgasmos, pueden continuar la estimulación tanto como quieran, lo que no les sucede a los hombres. Otro dato: ellas no llegan al orgasmo tan fácil solo con la penetración, en cambio con la estimulación del glande llegan más del 90 % de la veces, según estudios.

El glande es la punta externa del clítoris, una parte mínima de toda la estructura que, como explicó Helen O’Connell, en realidad está hundida profundamente bajo la piel, con varios componentes que encajan en un espacio entre la vulva y el monte de Venus envolviendo la entrada de la uretra y la vagina. De ahí que haya otros puntos de placer sexual para la mujer, incluyendo el G que está dentro de la vagina.

En los hombres, el equivalente es el punto P, que se encuentra en la próstata y se alcanza con estimulación anal, un gran tabú de la sexualidad masculina, pues muchos heterosexuales consideran que dicha estimulación pone en cuestión su orientación sexual, explica la escritora y comunicadora Noemí Casquet.

Estos puntos estratégicos de placer no son iguales en todas las anatomías, por eso hacen falta los ejercicios de autoconocimiento que vienen con la masturbación, para saber dónde ubicarlos.

Uno de estos ejercicios de autodescubrimiento clave para las mujeres es verse la vulva con ayuda de un espejo, muchas mujeres pasan la vida sin saber cómo se ve esta parte de su cuerpo, mientras que los hombres suelen tener una relación más directa con sus aparatos reproductores desde muy temprana edad.

Durante años, la sexualidad, especialmente la femenina, ha sido considerada un asunto pecaminoso. “Nos han educado para no tocar el cuerpo, sobre todo a nosotras, para sentir vergüenza de los genitales, del olor, el tacto, la forma, poco a poco nos han ido desconectando de nuestro cuerpo y no sabemos qué hacer con él, estamos más preocupadas por su forma que por su potencia”, dicé Casquet, y esto solo se debe a restricciones sociales y religiosas.

Si bien esas diferencias anatómicas entre hombres y mujeres, en lo relacionado con el placer sexual, pueden crear algunas distancias, ahí es donde los juguetes sexuales funcionan como herramienta para salvaguardarlas. Y, en vez de asustarse con el asunto o juzgarlo, con un poco de comunicación e información, se pueden cerrar esas brechas con acuerdos, una ventaja de la actual era de la información, que levantó el velo sobre muchos asuntos.

“Siento que nosotras las mujeres vivimos cargando un caracol, un montón de cosas encima que ni siquiera sabemos de dónde salieron. No sabemos ni cómo se llama nuestra vulva ni somos capaces de nombrarla, son mil cosas que no nos permiten de verdad conversar sobre nuestro cuerpo, conocerlo. ¿Cuántas de nosotras nunca nos hemos mirado como un espejo o ni siquiera hemos tenido un orgasmo?”, se pregunta Luisa Montoya.

En los casi tres años que lleva vendiendo sus juguetes ha recibido confesiones del calibre de “llevo 20 años con mi pareja y nunca he tenido un orgasmo, tampoco se lo he dicho”, “no siento nada, no sé qué hacer” o “gracias, a mis 67 años acabo de tener mi primer orgasmo”.

La intimidad que viene implícita en los juguetes sexuales, de alguna manera se transfiere al espacio de la venta, y termina abriendo la puerta a conversaciones necesarias, que ella alimenta desde sus redes sociales (@owna_care).

Aunque todavía hay quienes ven sus productos y se persignan, Luisa cree que vamos “como en cohete”, en lo que se refiere al autoconocimiento y la exploración de la sexualidad, un paso necesario para establecer relaciones más sanas y tener un mayor bienestar

Tipos de vibradores

Juguetes sexuales hechos en Medellín

Las “balitas”. Son los más pequeños y sencillos de los vibradores, se especializan en la estimulación externa y son fáciles de llevar. Los hay en varias formas, aunque la más popular es similar a un tampón, también se hacen como huevos o en el caso de Owna, Luisa lo diseñó inspirado en una mantarraya para que la vibración se pueda expandir a toda la vulva y no se quede solo en el centro.

El Hitachi. Es el papá de los vibradores, fue el primer modelo que se concibió y hoy por hoy suelen ser los que más potencia tienen, se especializan en el masaje del clítoris, pero algunos diseños, como el de Owna, pueden expandir la vibración por el mango para usarlo en penetración. Este no solamente sirve para la estimulación genital, también acompañar el descubrimiento de otras zonas erógenas.

Los tipo herradura. Están pensados para estimular tanto el clítoris como el punto g, que se encuentra dentro de la vagina, al mismo tiempo. Luisa diseñó el suyo pensando en que fuera flexible, pues algunos de este tipo vienen con la forma dada y no se adaptan fácilmente a todas las anatomías, por lo que terminan siendo incómodos o sin funcionar en absoluto.

Los vibradores de punto G. Están pensados en la penetración y el estímulo directo de esta zona del sistema reproductor femenino que se encuentra dentro de la vagina, por lo que son ligeramente curvos y vibran en punta, amplia y un poco más chata. El de Owna está concebido para la estimulación anal, así que puede ser usado tanto por hombres como por mujeres.

El succionador. Es una de los últimos grandes éxitos de la industria de juguetes sexuales, el primero se lanzó en 2018 y desde entonces ha estado en la lista de los más vendidos. Su inspiración es simular el sexo oral en las mujeres y es tan efectivo que ellas pueden alcanzar un orgasmo en solo minuto y medio de uso. El masaje suave y constante está tan dirigido que es mucho más eficiente.

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