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¡Llegaron las jorobadas a Colombia! Consejos para el avistamiento

Estarán hasta noviembre de este año en algunos mares del océano Pacífico. Esto debe tener en cuenta si las quiere conocer.

  • La bahía Málaga es una de las zonas más importantes de migración de jorobadas. Foto: Cortesía
    La bahía Málaga es una de las zonas más importantes de migración de jorobadas. Foto: Cortesía
  • Alcanza hasta 19 metros y entre 30 y 40 toneladas en estado adulto. Foto: Cortesía
    Alcanza hasta 19 metros y entre 30 y 40 toneladas en estado adulto. Foto: Cortesía

Las aguas frías no son las más amigables para aparearse y dar a luz. Las ballenas jorobadas lo tienen claro y, por eso, viajan cada año más de 8.000 kilómetros desde los hielos de la Antártida hasta las aguas tropicales del océano Pacífico, de las que Colombia tiene varias.

Así, estas visitantes permiten un espectáculo que, aunque pocos tienen la fortuna de ver, es comentado y esperado por colombianos y turistas.

Vienen a parir, a alimentarse y a alimentar y criar a sus ballenatos, pero también para cortejar y aparearse.

Se quedan cuatro o cinco meses, desde julio o agosto, y las últimas se van del país en diciembre. Llegan a las costas que van desde Nariño hasta Chocó.

Son uno de los mamíferos más grandes que ha existido, incluso más que los dinosaurios, por lo que verlas es todo un acontecimiento y se ha convertido en una popular actividad turística.

El avistamiento de ballenas es posible y permitido en varios lugares de Colombia, pero debe hacerse de forma responsable pues tienen consecuencias a corto y largo plazo para las ballenas y, de hacerse sin regulación, podría causar que estas no vuelvan a las aguas colombianas.

Las yubartas o jorobadas

Al país no llega cualquier ballena. Es la yubarta, conocida acróbata, perseguida por sus saltos y sumergidas.

También llamada jorobada, alcanza hasta 19 metros y entre 30 y 40 toneladas en estado adulto, siendo la tercera más pesada y la cuarta más larga, y recibe su nombre por la joroba que se forma cuando se sumerge.

Para ellas, sus saltos no son coincidencia o espectáculo. Son una forma de comunicación, según explica Isabel Cristina Ávila, investigadora y docente de la Universidad del Valle de mamíferos marinos. “Es comunicación, pero también una forma de desarrollo muscular para las crías y de limpieza, “pues se les adhieren balanos, crustáceos y parásitos a la piel que hacen que pierdan hidrodinámica y ganen peso. Para limpiarse, ellas hacen los saltos que desprenden a estos organismos”.

Y ellas mismas son fertilizadoras de océanos: “Sus heces fertilizan el océano, cuando migran mueven nutrientes desde los trópicos hacia los polos y viceversa y desde la superficie hasta las profundidades que alcanzan; al dar a luz la placenta se desprende y también tiene nutrientes y cuando mueren esas toneladas de carne y hueso son alimento para otros animales, como tiburones y peces”.

Es decir que son fundamentales para el equilibrio del ecosistema marino.

Alcanza hasta 19 metros y entre 30 y 40 toneladas en estado adulto. <b>Foto: Cortesía</b>
Alcanza hasta 19 metros y entre 30 y 40 toneladas en estado adulto. Foto: Cortesía

Están en riesgo y el turismo no ayuda

El cambio climático, el calentamiento global, la contaminación de los afluentes de agua, el turismo sin controles y las malas prácticas pesqueras son algunas de las amenazas ante las que hay que estar atentos.

Pero el turismo también es clave y puede ser muy negativo si no se hace como se debe. En otras palabras, usted puede ser responsable de la pérdida de poblaciones de ballenas si hace turismo y avistamientos de formas irregulares.

De acuerdo con Ávila, la zona colombiana más importante para esta especie es la bahía Málaga, donde se observan más crías y se dan más nacimientos que en ninguna otra parte. “Otras zonas importantes son el golfo de Tribugá, bahía de Tumaco y Gorgona”.

Pero el turismo en estas regiones, aunque es beneficioso para las comunidades, puede ser perjudicial para las ballenas a corto y largo plazo.

Las lanchas y los barcos no solo invaden su espacio y generan ruido, sino que además contaminan con los residuos de gasolina y son un riesgo inminente de colisiones, de los que ya hay registros en la piel de las ballenas. “Si este mamífero no logra tener un espacio tranquilo para criar y amamantar, es posible que no vuelva”.

Las redes de pesca las capturan de forma accidental y muchas mueren enmalladas. De hecho, “se estima que anualmente son 300.000 los cetáceos que mueren a causa de esto”, dice la investigadora.

El ruido además afecta su sistema de comunicación, que es complejo, lo enmascara. “No solo los cantos como cortejo, sino que la madre y la cría se comunican con sonidos sociales. Además, si el ruido es muy fuerte, como de explosiones o prospecciones sísmicas, puede dañar las membranas timpánicas”.

¿Qué se puede hacer para protegerlas?

En el mundo existen regulaciones y reglamentaciones para las prácticas de avistamiento correctas, aunque en Colombia se acogen como recomendaciones desde 2017.

Algunas de estas son mantener una distancia mínima de 100 metros con motor prendido, no tener más de tres embarcaciones ni más de 15 minutos con el mismo grupo de ballenas, no perseguirlas por detrás ni atravesarse por delante sino que alcanzarlas de forma lateral y a velocidades de cinco nudos.

Estas acciones, sumadas a planes integrales de basuras y contaminación en las zonas costeras, permitirán que el avistamiento se haga de forma responsable y que las ballenas tengan ganas de volver.

Vanesa de la Cruz Pavas

Periodista de la UPB. Amante de las historias y de las culturas. Estoy aprendiendo a escuchar y a escribir.

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