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En sentido estricto, las cesantías constituyen un ahorro forzoso que opera como cobertura ante la eventual pérdida del empleo. Al tratarse de una prestación que anualmente deben consignarles los empleadores a sus trabajadores, la legislación estableció los mecanismos para el retiro y aprovechamiento de ese recurso. Y además previó usos alternativos: vivienda y educación.
Las estadísticas de Asofondos, el gremio de las administradoras de fondos de pensiones y cesantías, indican que históricamente alrededor del 37 % del monto retirado por los afiliados a los fondos de cesantías tiene como destino el amparo ante la terminación del contrato de trabajo. En palabras del vicepresidente técnico de esa agremiación, Daniel Wills, es muy significativo que en promedio casi cuatro de cada diez pesos retirados por los trabajadores sean por esta causa.
En 2021 los retiros totales de los fondos privados (Skandia, Porvenir, Protección y Colfondos) alcanzaron $7 billones, cifra superior en 13,2 % a la del año 2020 y solicitada por cerca de 3.3 millones de trabajadores. El 3,7 % de los recursos llegó a quienes adujeron la conclusión del contrato laboral y que ascendió a $2.43 billones, según confirmó Asofondos, y explicó que el valor superó en 10 % el de 2020.
El año pasado, los afiliados también pudieron retirar parcialmente sus cesantías por una causal habilitada en 2020 por el Gobierno mediante el decreto 488, a raíz de la pandemia: la disminución de ingresos. Por ese concepto, fueron retirados cerca de $91.100 millones de los fondos privados.
En consideración de Iván Jaramillo Jassir, director del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, la ausencia de amortiguadores sociales para responder ante supuestos de crisis económicas determinó la reorientación del auxilio de la cesantía para afrontar la reducción de ingresos contra los ahorros del trabajador, en el contexto de la crisis económica y sanitaria.
El investigador señala que “justamente, la reorientación de las cesantías para compensar la disminución de ingresos en el contexto de la emergencia sanitaria revela las carencias en materia de cobertura de riesgos derivados de crisis económicas del sistema de seguridad social que desnaturalizan el carácter de ahorro forzoso del auxilio de cesantías”.
Crihstian Manco, afiliado desde 2008 a un fondo privado y exempleado de un banco, utilizó las cesantías en diversos momentos. En varias ocasiones por la terminación del contrato de trabajo y, después de mantenerlas durante tres años, con el fin de remodelar la vivienda. “Es muy buen recurso, un buen mecanismo con que cuenta el empleado porque es algo así como un salvavidas mientras uno vuelve y coge impulso para ubicarse laboralmente”, opinó justo cuando está buscando empleo.
Teniendo en cuenta la propensión de muchos a usar ese dinero tan pronto les es consignado, el vicepresidente técnico de Asofondos comentó que si algo nos deja como lección la crisis provocada por el covid–19 es que en cualquier momento puede pasar algo que nos deje sin trabajo y para eso son las cesantías. De ahí que su recomendación para los trabajadores es pensar dos veces antes de caer en la tentación de retirarlas.
En 2021, además de quienes tuvieron que acudir a ese respaldo porque se les terminó el contrato de trabajo, otros 93.700 afiliados a los fondos privados lo hicieron para tener el alivio cuando observaron la reducción de sus ingresos. Es decir, fueron quienes se ampararon en el permiso extraordinario fijado por el Gobierno a raíz de la crisis que causó la pandemia.
No obstante las circunstancias, para el Vicepresidente técnico de Asofondos es valioso el compromiso de los empresarios, que en 2020 mantuvieron las nóminas y por eso el número de afiliados a los fondos no cayó dramáticamente y en 2021 siguió aumentando. Lo que permitió que muchos pudieran acceder a un ingreso de emergencia representado en las cesantías.
El aumento en las transacciones concuerda con el dinamismo observado en la economía y en particular en el mercado de la vivienda: el crecimiento en el primer caso frente a 2020 fue del 28,3 % y en el segundo del 23,3 %.
Por otra parte, aunque en menor proporción, los afiliados también tramitaron retiros para pagar educación. Fueron $535.000 millones, equivalentes al 7,6 % del dinero total que el año pasado sacaron los trabajadores.
Daniel Wills comentó que históricamente no han pesado tanto los retiros para educación y siempre por debajo del 10 %. A pesar de insistir en que las cesantías en lo fundamental no son para eso, admite que ese tipo de inversión es importante porque “educarse reduce las posibilidades de perder el empleo”.
Por ese diferencial entre población ocupada y la que realmente está formalizada es que la prestación social llamada cesantías debe cuidarse como un tesoro. De los 8.8 millones de afiliados que hay en los fondos privados, alrededor del 80 % corresponde a quienes devengan entre uno y dos salarios mínimos. El vicepresidente técnico de Asofondos sostiene que la preocupación es por quienes no se benefician, los que no las reciben. Porque los que sí, pueden contar con ese colchón, que funciona.
Tal vez con mejor conciencia sobre lo que representa ese ahorro en momentos críticos, los beneficiados no se precipiten y tengan con qué soportar épocas de vacas flacas