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Anatomía del beso en días de pandemia

Es el nuevo gran tabú de este tiempo por el coronavirus. Así funciona por dentro.

  • Ilustración sstock
    Ilustración sstock
14 de septiembre de 2020
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Cuando yo era joven, los besos en la boca estaban prohibidos por la religión y ahora que soy mayor los tengo prohibidos por la ciencia. Antes, el castigo era el infierno. Ahora, la neumonía atípica.

¿Quién dice que religión y ciencia son incompatibles? Bill Bryson, autor de El cuerpo humano, asegura que la boca es un lugar peligroso. Y añade: “Morimos por atragantamiento más fácilmente que ningún otro mamífero. De hecho, estamos diseñados para atragantarnos, lo cual resulta sin duda un extraño atributo”.

Di mi primer beso en la boca a los 15 años. A los pocos días, la chica me informó de que no le venía la regla. Le dije que no era posible, pues no nos habíamos acostado, a lo que respondió que la saliva tenía propiedades “semánticas”.

Seguramente quiso decir “seminales”, porque había estado investigando en una enciclopedia católica para transmitirme la noticia con rigor, pero la entendí de todos modos y creí a pies juntillas durante mucho tiempo en la capacidad fecundativa de cualquier fluido corporal, sin importar de dónde procediera. La chica y yo pagamos en cantidades extraordinarias de angustia y pánico aquel encuentro agotador de nuestras lenguas en la oscuridad de un cine de sesión continua.

Un día, ya de mayores, nos encontramos en el autobús y resultó que estaba embarazada. Durante unos segundos de terror pensé que de aquel beso remoto. Ya nunca nos volvimos a ver, pero a veces pienso en ese niño que no conozco, y que tendrá ahora 30 o 40 años, como si fuera mío. La imaginación es un lugar peligroso.

La estructura

Dice también Bryson que tenemos ahí dentro, en la boca, estratégicamente repartidas, 12 glándulas salivales con las que segregamos en torno a un litro y medio de saliva al día, de ahí que traguemos tanto (no solo en sentido metafórico): unos 30.000 litros literales a lo largo de una vida media.

La saliva, añade, “está compuesta fundamentalmente de agua y de pequeñas cantidades de enzimas que empiezan a descomponer los azúcares cuando todavía se encuentran en la boca, ya que ahí se inicia la digestión de los alimentos”. Y la digestión del amante o de la amante, añado yo.

De la lengua, por su parte, señala Bryson que es un músculo singular y sensible hasta la exageración debido a las 10.000 papilas gustativas localizadas en sus protuberancias (se me hace la boca agua solo con escribir “papilas gustativas”).

Una larga cadena

Hay besos de cine y besos de novela o de telenovela y besos de canciones en general y de boleros en particular y besos de Judas. Hay besos castos y besos voluptuosos y besos satánicos y besos pederastas y besos maternales o paternales y fraternos. Y está también el beso del capítulo siete de Rayuela y El beso de la mujer araña y el beso negro o griego y el beso de la muerte, qué sé yo, además del francés.

Hay tantos besos pertenecientes al ámbito personal y al histórico que resultaría insensato intentar resumirlos o describirlos uno a uno.

Venimos de una cadena de besos: los que se dieron por orden cronológico nuestros antepasados desde el principio de los tiempos, como quien se pasa un testigo, y los que nosotros hemos dado a nuestros descendientes, y los que ellos andan ya repartiendo por el mundo.

El beso prohibido

Y ahora, con la pandemia de la covid-19, ¿cómo nos comemos que el mismo beso que nos daba la vida sea el que nos enferme?

“Con dificultad”, dice el psiquiatra y psicoanalista, Diego Figuera. “Los médicos somos en esto los más rígidos porque hemos visto el horror en los hospitales. El otro día celebré mi cumpleaños con los amigos y cuando entraban en casa el primer impulso era el de besarnos. Nos reprimíamos, claro, pero después del primer vino la gente se relaja porque tenemos esa necesidad innata de besar”.

¿Es más fuerte la necesidad que la prohibición? Si la prohibición se prolongara, ¿llegaría a mitificarse el beso?

“Más fuerte, sí. Solo lograremos no besarnos a base de miedo o de responsabilidad. Podrá adquirir un significado nuevo. Quienes en este tiempo se atrevan a besar lo vivirán como algo de mucho amor al otro. Te beso y asumo que me puedes contagiar”.

©JUAN JOSÉ MILLÁS./ EL PAÍS SEMANAL/ EDICIONES EL PAÍS 2020

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