Cuando Gustavo Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá, el primero de enero de 2012, no tenía mayor experiencia en administrar. Venía de ser representante a la Cámara y Senador, cargos en los que se había lucido con fuertes debates contra el paramilitarismo. Y –antes– había sido guerrillero.
Desde que se posesionó, se le ocurrió cambiar el esquema de recolección de basuras. Un esquema que, hasta ese momento, funcionaba como un reloj. Las basuras las recogían empresas privadas que se distribuían por zonas la ciudad y además mantenían al pelo los parques.
Sin embargo, a Petro le pareció que esa tarea la tenía que hacer el Estado. Y cuando puso en práctica su idea, sin mayor planeación ni rigor, se produjo una gran crisis de basuras en Bogotá. Durante tres días (del 18 y el 20 diciembre de 2012) la ciudad se vio inundada de desperdicios.
El desbarajuste fue tal que Petro no pudo poner en práctica el esquema, le tocó pedirle otra vez ayuda a las privadas y todo el experimento le costó miles de millones de pesos a Bogotá (según cálculos de la misma Alcaldía, más de $245.000 millones).
Un año después, en diciembre de 2013, el entonces procurador Alejandro Ordóñez destituyó a Petro y le aplicó una inhabilidad de 15 años. Pero la sanción no duró mucho: apenas cuatro meses después recuperó su cargo por un fallo judicial.
Ese episodio es un buen retrato de lo que fue el gobierno de Gustavo Petro en Bogotá: los resultados de su gestión no fueron buenos, mostró improvisación y falta de capacidad para administrar los recursos públicos, pero su habilidad dialéctica, con ciertos dejes demagógicos, y su habilidad para mover los hilos de la justicia le permitió mantenerse.
Según la encuesta Bogotá Cómo Vamos, cuando Gustavo Petro terminó su alcaldía, en 2015, casi 3 de cada 4 bogotanos consideraban que las cosas en la ciudad iban por mal camino. Apenas siete años atrás la relación era a la inversa: casi 7 de cada 10 consideraban que las cosas iban por buen camino.
La Controlaría de Bogotá analizó las inversiones en el plan de desarrollo de administración de Petro y concluyó que fue “ineficiente, antieconómica, e ineficaz”, dijo que generó pérdidas de hasta 1 billón de pesos durante los cuatro años de mandato y afrontó cerca de 590 procesos fiscales.
Según el libro blanco que hizo la administración Peñalosa, Petro –a pesar de tener más recursos que cualquier alcaldía anterior a la suya– no construyó ni un solo colegio nuevo, ni aumentó una sola cama de hospital.
Pero Petro, fiel a su talante, se declaró satisfecho de las metas alcanzadas con el argumento de que la “Bogotá Humana no se cuenta por ladrillos, cemento o acero”. Aunque curiosamente sí había prometido hacer las obras. De hecho, el Concejo le aprobó, endeudamiento y valorización, por 3,7 billones de pesos para hacer 52 obras claves para mejorar la movilidad de Bogotá, que para entonces estaba al borde del colapso.
A siete meses de terminar la alcaldía Petro, su director del IDU salió a decir que ya no iban a hacer 52 proyectos, solo la mitad. Con la excusa de que no se podía “por la inversión que exigirá el Metro”. Esto no hacía honor a la verdad, porque Metro tampoco hubo.
Finalmente, dejó 36 contratos importantes suspendidos, 14 de los cuales eran de obras claves. Una de esas, por ejemplo, el deprimido de la calle 94. De las diez obras de valorización por las cuales los bogotanos pagaron en 2013, solo terminó una.
Unos meses después se reveló que los recursos del cupo de endeudamiento y de valorización se habían utilizado en “compra de chaquetas, elementos de sistemas y refrigerios”, según se indicó tiempo después desde la Dirección del IDU.
La improvisación fue lo que más se le criticó a Petro durante su alcaldía. “La mayoría de las grandes promesas de Petro se quedaron en el tintero: el metro subterráneo, el tranvía por la séptima, la recuperación del Hospital San Juan de Dios”, escribía el portal La Silla Vacía hace unos días. Y decía que fue “por la dificultad para forjar consensos políticos o por falta de gerencia”.
Petro siempre ha dicho que su gran logro fue reducir la pobreza. Y, en efecto, se dio una reducción, pero también hay que decir que la pobreza bajó en todo el país. Incluso, bajó menos en Bogotá que en Colombia en general. En su momento, el director de la Cepal en Colombia, Juan Carlos Ramírez, explicó que tuvo que ver la mejora del empleo en toda la nación