James encarna unos valores deportivos que no eran muy comunes, sobre todo el espíritu de alguien que cree que puede ganar, una mentalidad reciente y visible en Mariana Pajón y en Nairo Quintana.
Eso es muy bueno para los jóvenes de hoy, porque nosotros cuando éramos jóvenes nos mirábamos en deportistas que sabíamos que tenían por lema “dar lo mejor”, pero estos, incluido James, ganan.
Hay un trasfondo comercial en la figura de James que los muchachos consumen y no es tan bueno, el del marketing y las redes sociales. Ellos conocen más al James construido por mensajes muy dirigidos de las marcas y las redes que el James persona. Es ese regusto de las cosas negativas del capitalismo, y de las redes que encarnan ciertos riesgos jurídicos y culturales que hoy nos inquietan.
Pero debemos enfatizar en el James joven ejemplo. Es que ni él mismo tiene la culpa de eso. Es una figura pública que la publicidad aprovecha, pero eso no resta méritos a sus valores: familia, disciplina, superación.
Él, incluso, es muy tímido y tal vez no sea amigo de esa sobredimensión mediática, pero lo asume por sus obligaciones contractuales. Tengo un hijo de nueve años y James lo inspira positivamente, lo estimula a jugar fútbol. Más que querer tener la camiseta del Real Madrid, en el deseo consumista, James inspira a los niños a hacer deporte y ser buenos. Por eso lo considero un valor auténtico y no una creación de los medios.