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Trump y la Teoría del Loco

Trump ha convertido su impredecibilidad en doctrina. Centraliza los asuntos exteriores y de seguridad, de forma que las decisiones quedan a merced de su temperamento, en lugar de una planeación estratégica.

hace 8 horas
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  • Trump y la Teoría del Loco

La impredecibilidad se ha convertido en una estrategia clave del gobierno dirigido por Donald Trump, al punto de que ya se considera como un valor político. Gracias a ella ha logrado salirse con la suya no en pocas ocasiones, sin embargo, el clima de desconfianza que ha generado en el resto de países puede pasarle factura.

Trump parece aplicar a cada decisión que toma la Teoría del Loco, la misma que el presidente Richard Nixon puso en práctica durante las negociaciones con Vietnam. En ese entonces, envió a su Secretario de Estado, Henry Kissinger, con la siguiente misión: “diles que Nixon es un loco y que no sabes qué irá a hacer, de manera que sería mejor llegar a un acuerdo antes de que las cosas realmente se enloquezcan”.

En eso consiste la teoría, en que un líder mundial busca convencer a su adversario de que es temperamentalmente capaz de cualquier cosa, para conseguir así lo que quiere. Y si uno se fija con cuidado, el ejemplo empieza a cundir. Cambiar de opinión, contradecirse y ser inconsistente son rasgos de varios personajes que alcanzan el poder y se sienten dueños del mundo, además de creerse excelentes negociadores.

Pero en el caso de Trump el asunto ha escalado a otros niveles porque ha convertido su impredecibilidad en doctrina. El manejo de los asuntos exteriores y de seguridad se encuentra totalmente centralizado en él, de manera que las decisiones políticas quedan a merced de su temperamento y sus preferencias, en lugar de ser producto de una planeación estratégica. Basta recordar su ataque verbal a países que siempre fueron aliados de Estados Unidos, su apoyo inicial a Putin, sus anuncios sobre Groenlandia y Canadá, su presión a México o la cultura del desdén hacia Europa que ha fomentado en La Casa Blanca y que se ha filtrado en chats y correos. Si bien esta actitud ha creado serias dudas sobre la credibilidad de los compromisos internacionales de EE.UU., todo parece indicar que la mayoría de la gente que rodea a Trump cree que la impredecibilidad es algo bueno, porque permite que el presidente aplique el peso de la gran potencia que dirige para obtener la mayor ventaja posible.

El manejo de los aranceles es un buen ejemplo de instrumentalización. Trump los ha convertido en herramienta de presión geopolítica o medida de represalia, sin que primen criterios técnicos estrictamente comerciales. Los últimos comunicados que ha enviado a México y la Unión Europea hacen referencia a que cualquier cifra con la que estos países respondan a los aranceles del gobierno estadounidense, será añadida al 30% que ya están cobrando.

A Brasil le ha impuesto 50% de aranceles por diferencias ideológicas, pues está indignado por el juicio contra su aliado Bolsonaro. Y en el caso de Colombia, la imprevisibilidad en las decisiones tanto del presidente Trump como del presidente Petro puede alterar rápidamente el panorama, elevando o disminuyendo el riesgo en cuestión de días.

Trump ha aprovechado todo lo que ha podido su bien labrada fama de volátil. En poco tiempo y frente a nuestros propios ojos ha ido cambiando el orden mundial y ha dejado clara cuál es la gran preocupación de Estados Unidos hoy en día: ya no es Rusia, sino China, el enemigo a batir. De manera que si los europeos creían que iban a seguir contando con el apoyo estadounidense en materia de defensa, Trump les ha dado toda clase de razones para desconfiar.

Cada país de la Unión Europea busca ahora tomar distancia y no depender de Estados Unidos. El canciller alemán, Friedrich Merz, es uno de los líderes que sostiene que Europa debe volverse operacionalmente independiente de EE.UU. Y para alcanzar ese punto, los países miembros deben la Unión Europea deben desarrollar una industria de defensa mucho más grande, adquiriendo equipos y capacidades que actualmente sólo posee la potencia americana. Por su parte, Emmanuel Macron anunció el domingo que Francia va a acelerar el gasto en defensa para fortalecer sus fuerzas armadas y hacer frente a las crecientes amenazas en la escena internacional. “Para ser libres hay que ser temidos, y para ser temidos hay que ser potentes”, afirmó el presidente francés.

Viendo semejantes posturas, se podría concluir que la Teoría del Loco ha funcionado. Lo mismo quedó patente cuando Zelensky acordó otorgar a Estados Unidos derechos lucrativos para explotar los recursos minerales de Ucrania, teniendo que tragarse el sapo del vergonzoso episodio de humillación que vivió en el Despacho Oval.

Pero lo curioso es que la teoría no parece estar afectando a los tradicionalmente enemigos de EE.UU. Putin pasa olímpicamente de las amenazas de Trump.

Los interlocutores de Trump se han dado cuenta de que este prefiere los resultados inmediatistas a los procesos largos, y en muchos casos le han hecho el juego aún a sabiendas de que no podrán cumplir las promesas que le hacen. En muchos países se ha empezado a asumir que Estados Unidos ya no es un negociador confiable porque lo más predecible de Trump es su impredecibilidad.

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