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No sería exagerado decir que en Medellín, en los últimos años, les robaron hasta los sueños a los deportistas.
A finales del año pasado, justo para cerrar la alcaldía de Daniel Quintero, Medellín perdió por primera vez en 20 años los Juegos Departamentales. Ganó en franca lid Apartadó.
Más allá del talento, el trabajo y el esfuerzo de los deportistas de esta ciudad de Urabá, que sin duda los hace merecedores del triunfo, no tiene mucha lógica, al menos estadística, que una ciudad de 200.000 habitantes le gane a una metrópoli de 2 millones y medio de habitantes. Y mucho menos si se tiene en cuenta que Medellín no solo ha sido potencia deportiva en el país sino que destinó para el Inder, durante el cuatrienio de Quintero, poco más de 400.000 millones de pesos, una cifra que es el doble del presupuesto general de Apartadó en un año cualquiera.
El flojo momento del deporte paisa se evidenció también en los Juegos Nacionales celebrados en el Eje Cafetero, en los cuales Antioquia salió derrotada ante el Valle del Cauca, a pesar de que nuestro departamento ha sido el campeón en ocho de los diez Juegos Nacionales disputados entre 1980 y 2015.
¿Cuál fue la razón de la derrota de Medellín? Pueden ser varias. Pero sin duda alguna, algo tuvo que ver las denuncias y los escándalos por el mal manejo de los recursos del Instituto de Recreación y Deporte, durante la administración de Quintero.
El informe publicado por EL COLOMBIANO hace unos días sobre el estado en que la anterior administración dejó los escenarios deportivos es desolador. El 70% de las canchas, pistas y coliseos de Medellín están en franco deterioro. El estadio de atletismo Alfonso Galvis, donde se formaron las medallistas olímpicas Caterine Ibargüen, Ximena Restrepo y Lorena Arenas, tiene huecos en la pista que los atletas tienen que esquivar a riesgo de lesionarse. Las mallas de la jaula de lanzamientos son un solo remiendo. Y la pista para saltar largo está en tan grave estado que allí se lesionó John Berrío, que había ganado medalla de plata en el mundial de Kenia en 2021, y era una carta para los Olímpicos de París.
La misma triste precariedad se observa en la pista de BMX en donde se forjaron 6 de las 38 medallas olímpicas que tiene Colombia (las que ganaron los medellinenses Mariana Pajón, Carlos Ramírez y Carlos Oquendo), en el velódromo (donde hicieron pinitos otros dos medallistas olímpicos, María Luisa Calle y Rigoberto Urán), por no hablar de la desvencijada situación de las piscinas olímpicas y los coliseos de voleibol, baloncesto y gimnasia.
Así las cosas, por mucho talento que haya en la ciudad, por mucho deseo de triunfar, si no se tiene la infraestructura básica, que dé garantías para desarrollar deportistas de alta competencia, nada funciona.
Las medallas olímpicas no son simples golpes de suerte. Antioquia, por ejemplo, que es la que más ha aportado al país en la historia (15 de las 38), en París solo logró una de plata con Mari Leivis Sánchez, la gran pesista de Turbo. El departamento que la sigue es el Valle con 10 medallas olímpicas, y Chocó y Atlántico con 3. Ese espíritu de sana competencia que inspira el deporte, ni Medellín ni Antioquia lo deben dejar perder. Es un lugar común, pero hay que repetirlo, el deporte es una de las estrategias más poderosas para garantizar que los niños y jóvenes crezcan en mejores condiciones.
Lo que ocurrió en Medellín, en los cuatro años pasados, fue devastador. No solo en la infraestructura, como ya lo mencionamos. Había “entrenadores” a los que la administración Quintero les firmaba contratos por mes y medio, y llegó a extremos de vincularlos por 10 días. ¿Qué se podía enseñar de esa manera? ¿Qué equipo se podría armar?
Lo peor es que se gastaron muchos cientos de miles de millones de pesos que no se sabe hoy en los bolsillos de quiénes fueron a dar. El arreglo de la pista de BMX, bautizada con el nombre de Mariana Pajón, es una prueba reina de ello: le “invirtieron” 910 millones de pesos, que no es propiamente una chichigua, y no utilizaron el material especializado. No le pusieron un sellamiento y dejaron el terreno casi que destapado, similar a una trocha de piedra, lo que hace no solo que los deportistas no puedan entrenar bien, sino que se lesionen, se caigan y dañen sus bicicletas.
Y así, cualquiera que recorra los barrios podrá ver que el mantenimiento o la construcción de canchas sintéticas se hicieron con materiales de baja calidad, pero facturando como si fueran los mejores. El síndrome del edificio Space.
Ojalá comience a verse y sentirse más temprano que tarde la mano de la nueva Alcaldía en el deporte de la capital de Antioquia. El director del Inder explicó que este año invertirán 110.000 millones de pesos, pero que los daños son tantos que por ahora solo les alcanza para recuperar unos 100 escenarios y han priorizado canchas sintéticas, polideportivos, gimnasios al aire libre, pistas de patinaje y de trote como la de Belén; el complejo acuático y el estadio de fútbol Atanasio Girardot.
No sería exagerado decir que en Medellín, en los últimos años, les robaron hasta los sueños a los deportistas.