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¿Quién se acuerda de Ucrania?

Está claro que la negociación de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania debe pasar necesariamente por el Despacho Oval.

hace 6 horas
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  • ¿Quién se acuerda de Ucrania?

Ayer la capital de Ucrania, Kiev, sufrió uno de los ataques más atroces de lo que comenzó con una invasión y ahora se ha vuelto guerra. El presidente Zelenski declaró que, con 440 drones y 32 misiles, los rusos destruyeron “una sección entera de un edificio de apartamentos”, van 15 muertos y buscan sobrevivientes entre los escombros.

Mientras el mundo se ocupa de los ataques entre Israel e Irán, y en Colombia estamos concentrados en nuestra convulsionada realidad, por momentos se nos olvida esa otra guerra: la de Ucrania, que lleva ya dos años y medio.

De nuevo otras conversaciones de paz fracasan. Ucrania y Rusia no sólo no han conseguido llegar a ningún tipo de acuerdo en Estambul, sino que han recrudecido sus ataques mutuos dejando por el camino un reguero de muertos. Y poniendo en evidencia la incapacidad de Trump para mediar en un asunto que prometió resolver en 24 horas.

Dicen los estrategas que cuando dos enemigos se van a sentar en una mesa de negociación, deben llegar desde una posición fuerte. Seguramente eso fue lo que pensaron los ucranianos cuando decidieron desplegar su inesperada Operación Telaraña. Con ella, Kiev lanzó hace dos semanas un ataque con drones de largo alcance contra al menos 40 aviones de guerra rusos con capacidad de lanzar armas nucleares en cuatro bases militares. Esta ofensiva estratégica y simbólica ha sido tan grande e inesperada, que todavía hoy se analiza cómo fue posible que la llevaran a cabo.

Pasada la sorpresa, Putin sostuvo una larga conversación con el presidente de Estados Unidos y le dijo con contundencia que tendría que responder al ataque. La represalia ha durado varios días y los ataques a gran escala con drones y misiles han caído sobre Kiev y Járkov, dejando muertos y heridos. Rusia ha sido acusada en reiteradas ocasiones por Ucrania de dirigir sus ataques hacia zonas civiles, algo prohibido por el derecho internacional humanitario y el IV Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempos de guerra. Esta ocasión ha servido para ilustrar la veracidad de esa acusación.

Hace una semana, los habitantes de Járkov a duras penas tuvieron tiempo de correr a los refugios durante la madrugada, mientras escuchaban el inconfundible sonido de los drones sobre sus cabezas. Lo mismo ocurrió ayer con los de Kiev, salieron de sus casas intentando encontrar protección.

Decía en estos días Le Monde Diplomatique que la sociedad ucraniana se enfrenta a una explosión de trastornos mentales. No solo por la exposición prolongada de los soldados a los combates, sino por el rugido constante de los drones y los bombardeos sobre zonas civiles. Según los especialistas, el país se ha convertido en un laboratorio para la medicina y la psiquiatría de guerra, pero sin contar con los recursos necesarios para atender tanto trauma.

Rusia y Ucrania siguen tan distanciadas como siempre. Los negociadores ucranianos afirmaron que Rusia rechazó un “alto el fuego incondicional”, una exigencia clave de Kiev y sus aliados occidentales, incluido Estados Unidos. Y el intercambio de prisioneros que había comenzado tímidamente ahora se ha detenido por completo.

Rusia se ha mostrado particularmente inflexible y lo que quiere en la práctica es una rendición de Ucrania: exige que se retire de cuatro regiones que los rusos se han anexionado, pero que no han capturado; y que ponga límites estrictos a sus fuerzas armadas, que no se una jamás a una alianza militar y que tampoco acoja tropas extranjeras o adquiera armas nucleares. Resumiendo, que Ucrania se desmilitarice, algo que no solo rechazan de plano los ucranianos sino también gran parte de Europa, que considera al país una barrera contra la expansión rusa.

Putin parece olvidar que la frustración del presidente de Estados Unidos va in crescendo. Hace poco Trump mostró su enojo diciendo que su homólogo ruso se había vuelto “completamente loco”. El estadounidense puede chasquear los dedos y aumentar la ayuda militar o imponer nuevas sanciones drásticas que paralizarían a Moscú. Para eso cuenta con un apoyo abrumador en el Senado, cuya mayoría considera que la postura de Rusia en las conversaciones de Estambul ha sido una burla.

Ayer el G7, en su último día de cumbre en Canadá, apoyó a Ucrania frente a la invasión de Rusia. Una cumbre que se vio alterada por la abrupta salida de Donald Trump, el lunes, quien explicó que debía atender el conflicto entre Israel e Irán. Trump, al parecer, prefirió no esperar la llegada al día siguiente de Volodimir Zelenski.

Está claro que la negociación de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania debe pasar necesariamente por el Despacho Oval. Para los ucranianos el tiempo es crucial, pero en la Casa Blanca hay muchos otros frentes abiertos que atender.

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