x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

Petro y la banalización del mal

Minimizar el peso moral del término “nazi”, como lo hace el presidente Petro, socava nuestra capacidad para distinguir el bien del mal.

03 de noviembre de 2024
bookmark
  • Petro y la banalización del mal

“Me enaltece que un nazi me insulte de esta manera”, trinó el presidente Gustavo Petro hace unos días en referencia al escritor argentino Agustín Laje, luego de que este dijo que Petro era “un tristísimo accidente”.

Esa manía de calificar a cualquier persona como “nazi”, trivializando el significado de esa palabra, no debería pasar como algo normal –o no debería normalizarse, como dicen ahora–. La palabra “nazi” tiene todo que ver con un régimen responsable del Holocausto, en el que fueron asesinadas entre 11 y 17 millones de personas. Es como si alguien cogiera a toda la población de Medellín, de Bogotá, de Cali, de Barranquilla y de Cartagena y la exterminara. Cálculos documentados hablan de que los nazis asesinaron a 6 millones de judíos, al menos 5 millones de civiles polacos y soviéticos, al menos 200.000 gitanos y al menos 200.000 personas más con discapacidades físicas o mentales, entre otras de sus víctimas. Muchos de ellos sufrieron las torturas más bestiales y murieron en esos horrorosos campos de concentración que se convirtieron en algo más aterrador que la misma muerte.

Por eso banalizar el término “nazi” y más viniendo de un personaje de relevancia pública es un fenómeno preocupante. No sobra recordar a la reconocida filósofa Hannah Arendt y a su expresión “la banalidad del mal” que inmortalizó para describir la normalización de actos atroces por personas ordinarias dentro de sistemas autoritarios.

Cada vez que Petro utiliza la palabra nazi para atacar a una persona, simplemente porque no comparte con esa persona su forma de pensar, no solo trivializa la gravedad de lo que el nazismo realmente representa, sino que también empobrece el discurso, aumenta la polarización y banaliza la memoria de las víctimas.

Minimizar el peso moral del término “nazi”, como lo hace el presidente Petro, socava nuestra capacidad para distinguir el bien del mal. En un mundo en el que cualquier oponente puede ser etiquetado como “nazi”, las verdaderas amenazas pasan desapercibidas y los conflictos menores se exageran.

Petro, en múltiples ocasiones y desde hace varios años, ha recurrido impunemente a la figura de Hitler y el nazismo para calificar situaciones que le resultan desfavorables.

En 2022, todavía en campaña, Petro tildó de “neonazi” a un columnista de RCN simplemente por criticar la posibilidad de una reforma pensional, un exabrupto que le valió un llamado de atención por parte de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip).

Petro no ha tenido reparos en equiparar con ligereza las declaraciones del presidente argentino, Javier Milei, con las de Hitler. De manera similar, ha recurrido a comparaciones cuestionables al referirse a decisiones democráticas en Chile, como cuando, tras el rechazo de los chilenos a una nueva Constitución, afirmó en su cuenta de X que “había revivido Pinochet”.

En el contexto de las elecciones en Francia convocadas inesperadamente por Emmanuel Macron este año, Petro no dudó en pronunciarse agresivamente, igualando al movimiento liderado por Marine Le Pen con el nazismo. De igual manera, en un encuentro con medios alternativos convocado por su gobierno hace poco más de un mes, Petro dirigió su retórica a Elon Musk, calificándolo, al estilo de Nicolás Maduro, como un “señor proclive a los nazis”.

También en su polémico discurso de la COP28, Petro realizó una extraña comparación entre las emisiones de carbono de la clase media europea y norteamericana y el retorno de Hitler, lo que provocó críticas del gobierno de Alemania, que condenó su ligereza al relativizar una tragedia como el Holocausto.

En un discurso en plaza pública el pasado septiembre, Petro señaló a María Fernanda Cabal como alguien que “quiere la esvástica”, sin preocuparse por la gravedad que reviste para el debate público el vincular a una de sus principales opositoras con el símbolo más infame del nazismo. Y, en medio de la controversia del video del exalcalde Daniel Quintero, quien decía falsamente que un helicóptero de la policía lo estaba persiguiendo, Petro aprovechó la oportunidad para tildar de “fascista” al gobierno de Federico Gutiérrez –calificativo que ha repetido hacia el alcalde en otras ocasiones–, sin retractarse a pesar de que el caso del helicóptero resultó ser falso.

Etiquetar a los oponentes políticos como nazis implica darle un portazo a la posibilidad de diálogo, pues la palabra “nazi” conlleva una carga emocional de rechazo absoluto. Así el debate político se convierte en una serie de insultos de X, en lugar de un constructivo debate de argumentos. El uso recurrente de la expresión “nazi” deshumaniza al otro y polariza el debate.

Por no hablar que el uso irresponsable de esa expresión debilita el significado de la lucha contra el verdadero fascismo. Si se llama “nazi” a cualquiera que no comparte sus ideas, la palabra se vuelve vacía y pierde eficacia cuando se necesite para señalar y denunciar amenazas reales contra la democracia y los derechos humanos.

Pero a un político populista eso no le interesa, la verdad histórica los tiene sin cuidado, lo que necesitan es encontrar adjetivos que les sirvan para dividir el mundo entre buenos y malos. Una vez la palabra se haya desgastado simplemente la tirarán a la basura.

Sigue leyendo

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD