Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Hace un tiempo el insulto preferido de la izquierda era tildar de “retardatario” a cualquier sector de la sociedad que no comulgara con sus ideas. El insulto se usaba para contrastar las fuerzas progresistas –revolucionarias, que empujaban la historia hacia adelante– con las retardatarias –que la frenaban o la devolvían al pasado–.
Y ahora llegó el momento de decirle al presidente Gustavo Petro, que se siente el más progresista, que lamentablemente ha resultado ser uno de los más retardatarios. Quizá el mayor retroceso —y el más doloroso— es el que se vive en materia de derechos, reconocimiento y respeto hacia las mujeres
Dos episodios, ocurridos esta semana, terminaron de desnudar la incoherencia del Gobierno de Gustavo Petro en un aspecto como este, en el que en Colombia y en América Latina, con lentitud y tropiezos, hemos logrado avances significativos.
Por un lado, el presidente convirtió en motivo de burla la vida privada de Gloria Miranda, directora del Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), durante un acto público en el Cauca. Y no solo eso: después lo reprodujo en sus redes sociales.
En vez de resaltar su desempeño técnico o su gestión, Petro eligió pasarle el brazo por el hombro durante largo rato, a pesar de lo incómoda que ella parecía estar, hablar de lo bonita que es y de su reciente matrimonio, en un gesto que no solo resulta inapropiado, sino que raya en el acoso laboral y simbólico. ¿A cuántos jefes han denunciado por tener este tipo de comportamientos?
No es la primera vez que Gustavo Petro recurre a comentarios como estos: ya antes había hecho alusiones despectivas y jocosas de las mujeres como “novias” de funcionarios, o de que a “los guerrilleros heridos los cuidaban las mujeres más lindas”. Ese patrón de ligereza, disfrazado de humor, perpetúa estereotipos que ya están superados.
El otro episodio de la semana fue la designación de Juan Carlos Florián como ministro de Igualdad, quien pidió que lo llamaran “ministra” argumentando que su género es “fluido”. Más allá del reconocimiento de identidades diversas —un asunto legítimo y necesario en una democracia moderna—, Petro y el ministro parecen haber tomado un atajo para cumplir con la Ley de Cuotas sin garantizar lo esencial: la participación real de las mujeres en el poder.
La controversia no es menor. La paridad de género no es un capricho, sino una conquista de décadas que busca corregir la histórica exclusión de las mujeres en el alto gobierno. El señor Florián nunca antes se había presentado al país como “mujer” y solo lo hizo ahora que el Gobierno necesitaba cumplir el requisito.
Habrá que ver las implicaciones de este ‘decretazo’ en la vida legal del país. ¿Cuántos hombres, siguiendo el ejemplo de Florián, comenzarán a identificarse como mujeres para poder, por ejemplo, pensionarse cinco años antes?
Estos episodios que atentan contra las conquistas de las mujeres en Colombia no son hechos aislados. El Gobierno de Gustavo Petro arrastra un largo prontuario de golpes a la causa femenina.
Hace poco soltó aquella frase de “Yo me paso el 80 por ciento de mi tiempo atendiendo los conflictos de las mujeres. Eso es terrible”. No solo es una enorme exageración, que habla muy mal del mandatario y de cómo usa su tiempo, sino que insiste en la estigmatización.
Pero tal vez lo más grave es el hecho de tener en su equipo a personajes como Armando Benedetti y Holman Morris, cuando han pesado sobre ellos denuncias públicas de presunta violencia contra mujeres, o el senador Álex Flórez que enfrenta investigaciones en la Corte Suprema por violencia intrafamiliar agravada contra su pareja.
Estos casos no son anecdóticos, son un patrón. Revelan un gobierno que, lejos de marcar distancia con las prácticas más aberrantes del machismo ha decidido premiarlas con cargos y cercanía al poder.
El país entero vio en el primer Consejo de Ministros televisado, el reality de febrero, como una a una, varias mujeres del gabinete, y uno que otro hombre también, le rogaron que no podían compartir equipo con Benedetti. No obstante, Petro lo eligió a él por encima de todos.
Mandó así un mensaje potente al país: si están señalados de golpear a sus mujeres no importa, en el Gobierno les damos los más altos puestos. Desde el cargo de mayor autoridad en el país se estimulan, entonces, comportamientos que por décadas han marginado a las mujeres.
El mandatario utiliza el discurso feminista para parecer “progresista”. Pero en la práctica, se comporta peor con ellas que cualquier otro de sus antecesores. El trato dado a la vicepresidenta Francia Márquez es capítulo aparte. Al parecer, Petro solo la busca cuando necesita tomarse la foto con ella, como ocurrió esta semana cuando fue al Cauca.
Colombia no puede retroceder a épocas en que la voz femenina era invisible en la vida pública. Lo sucedido esta semana debe ser una alerta: el retroceso en equidad de género no es un desvarío más, es una falla estructural del actual gobierno.