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El mensaje de Xi

El “mensaje” del presidente Xi Jinping no necesita traducción: China no solo muestra capacidades, sino que avanza en la construcción de un nuevo tablero de poder mundial.

hace 8 horas
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  • El mensaje de Xi

La semana pasada, Pekín transformó la conmemoración del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en mucho más que un ejercicio de memoria: fue una exhibición de poder.

En la Plaza de Tiananmen, a la entrada al antiguo palacio de los emperadores de China, desfilaron tropas impecablemente sincronizadas, vehículos blindados, enjambres de drones y misiles de última generación, incluidos novedosos sistemas hipersónicos. Desde la tribuna, Xi Jinping habló de “paz”, “cooperación” y “ganar-ganar”. A su lado, Vladimir Putin y Kim Jong-un completaron el cuadro que Pekín quería que el mundo viera: China como eje de un poderoso bloque, que no pocos interpretaron como contrapunto a la hegemonía de Estados Unidos.

Curiosamente, mientras iban hacia el desfile militar, Xi y Putin hablaron de “vivir para siempre”. El chino anotó que pronto se podría vivir hasta los 150 años y el ruso le respondió que los trasplantes de órganos permitirían la “inmortalidad”.

La conversación transmitida en directo por la televisión estatal de China difícilmente fue casual: ambos tienen 72 años, ambos están en el poder, sin pausa, desde hace 12 años y no han mostrado intenciones de querer dejarlo.

El diálogo sobre la longevidad resulta tan revelador como inquietante: ¿Cuántos años piensan mantenerse al mando de estas potencias este par de mortales? ¿Acaso querían proyectar entre líneas el espíritu de seres inmortales? El simbolismo de hablar de longevidad en vísperas de una demostración militar resulta tan revelador como inquietante.

El fastuoso desfile coronó una semana de intensa diplomacia que tuvo como protagonista inesperado a Narendra Modi. El primer ministro indio, en su primera visita a China en siete años, no asistió al despliegue militar, pero su presencia en la cumbre previa y la foto junto a Xi y Putin transmitieron un mensaje de enorme calado político.

Las imágenes sugieren afinidades entre gobiernos que cuestionan aspectos del orden internacional vigente. Más allá del simbolismo, hay hechos documentados: Corea del Norte ha suministrado munición y personal a Rusia; Irán ha transferido diseños de drones que se producen en territorio ruso; y el comercio con China ha mitigado el impacto de las sanciones occidentales sobre la economía rusa.

En paralelo, China avanza en iniciativas financieras y políticas asociadas a la idea de un orden “postamericano”. Entre ellas la eventual creación de un banco de desarrollo y la creación de mecanismos que reduzcan la dependencia del dólar. Con ello, China busca consolidarse como proveedor de bienes públicos globales y referente de gobernanza mundial, un papel históricamente asociado a Estados Unidos.

La presencia de India ilustra también los efectos de los recientes giros en la política exterior estadounidense. Durante dos décadas, Washington cultivó una alianza estratégica con Nueva Delhi como contrapeso al ascenso de China. Sin embargo, el deterioro de esa relación —acentuado por aranceles del 50% a productos indios, críticas públicas y un discurso percibido como despectivo— ha llevado a Modi a explorar caminos más autónomos. Rusia reaparece como socio confiable y Estados Unidos proyecta, en cambio, volatilidad e imprevisibilidad.

¿Significa esto que India se inclina definitivamente hacia una alianza con China? No parece probable pues persisten disputas fronterizas y una rivalidad histórica. Sin embargo, sí sugiere que la estrategia india tenderá a ser cada vez más autónoma, transaccional y menos alineada con Washington. Si se confirma el distanciamiento de India, podría constituir uno de los mayores errores estratégicos autoinfligidos por la política exterior estadounidense en tiempos recientes.

La advertencia es clara: mientras China despliega músculo militar, construye instituciones y narra un proyecto alternativo de orden global, Estados Unidos corre el riesgo de debilitarse por sus propios tropiezos. Si la Casa Blanca convierte su política exterior en un vaivén de reproches y sanciones, alejará precisamente a los socios que necesita para contener la expansión de Pekín.

A estas alturas, el “mensaje” de Xi no necesita traducción: China no solo muestra capacidades, sino que avanza en la construcción de un nuevo tablero de poder mundial.

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