Si todo sale bien esta semana comenzarán a llegar al país las primeras vacunas contra el covid-19. Se iniciará así una campaña de vacunación sin precedentes, con la cual se busca inmunizar a 35 millones de colombianos, que corresponden al 70 % de la población.
No fue fácil llegar hasta acá, cuando ya parece ser una realidad que va a haber pronto una foto con el primer colombiano recibiendo la primera dosis. El proceso de adquisición de las vacunas ha sido muy azaroso y todavía hay dudas acerca de la continuidad de su flujo de llegada para que se pueda cumplir a cabalidad el Plan Nacional de Vacunación diseñado por el Gobierno.
Las vacunas se desarrollaron rápidamente, ese fue el gran logro de la ciencia que supo responder a lo que se esperaba de ella. Hoy, 12 meses después del inicio de la pandemia, muchos equipos científicos que aceptaron el desafío de desarrollarlas están dando resultados. En este momento se cuenta con 7 vacunas probadas, elaboradas con diferentes tecnologías. Algunas ya fueron autorizadas y otras están en ese proceso.
En contraste, el proceso de producción de las vacunas ha enfrentado muchas dificultades. Para dar una cifra, según Financial Times, con las primeras licencias ya obtenidas las compañías farmacéuticas esperaban producir 800 millones de dosis al finalizar 2020 y llegaron apenas a un número entre 20 y 30 millones.
Por supuesto hay razones que lo explican. Producir grandes cantidades de una vacuna es un proceso difícil. Además, con una vacuna nueva los tropiezos y retardos son inevitables, razón por la cual, en el caso de las vacunas contra el covid-19, se está presentando una preocupante escasez de dosis disponibles. Esto ha llevado a una disputa a codazos entre los países para obtener sus dosis, azuzada por la segunda ola de la pandemia. En esas circunstancias los gobiernos se acusan entre ellos, los ciudadanos se hacen preguntas y los expertos planean sus mejores estrategias.
Los países de ingreso medio, como Colombia, han quedado en medio de esa reyerta, que algunos analistas llaman la guerra de las vacunas. No tienen preferencia en la cola por las vacunas, como los países ricos, porque en la mayoría de los casos no tienen la capacidad económica para financiar la investigación que las desarrolla.
En un primer momento, la posibilidad de acceso de la mayoría de los países se limitaba a la capacidad de negociar un contrato con las farmacéuticas en las mejores condiciones posibles. Ante esa eventualidad, que podía afectar la indispensable vacunación global, la Organización Mundial de la Salud diseñó el mecanismo Covax con el propósito de facilitar la adquisición de la vacuna por todos los países. Pero Covax, por supuesto, también sufre hoy por la escasez de dosis.
En ese ambiente enrarecido obtener la vacuna se mira como una proeza. En lo alto de la tabla de posiciones de dosis administradas por cien personas están Israel, Emiratos Árabes y Chile. Colombia, está fuera de la lista porque tuvo que superar los obstáculos que le imponía su marco legal para poder negociar a tiempo. La estrategia de combinar Covax y negociaciones tardías con la farmacéuticas no luce exitosa ante una evidente limitación en la disponibilidad de vacunas.
Mirar al país austral, aprender de sus aciertos, puede ayudar a Colombia en lo que sigue. Fortalecer la logística necesaria y la preparación del sistema sanitario, puede mejorar el resultado. Aún se puede acertar