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La historia detrás de los BRICS

Colombia está intentando colarse tarde a una fiesta que nunca despegó y que, en cualquier momento, podría terminar mal.

hace 8 horas
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  • La historia detrás de los BRICS

La Cumbre de los BRICS llevada a cabo a principios de esta semana en Río de Janeiro volvió a ser un espectáculo con más titulares que sustancia. Con Xi Jinping ausente y Vladimir Putin reducido a una aparición en pantalla —todavía reacio a abandonar Rusia ante la orden de captura que pesa sobre él en la Corte Penal Internacional—, las delegaciones firmaron un insulso documento de 31 páginas que replica viejos y repetidos mantras: “financiamiento asequible” para la transición energética, una vaga alusión a un fondo de conservación forestal y la enésima promesa de reformar y “hacer más inclusiva” a la ONU.

Brasil, el anfitrión, ansioso por allanar el terreno de cara a la COP30 que presidirá a finales de año, templó el tono del encuentro: habló poco y en voz baja de “desdolarización” y moderó los reproches a Washington, que seguía con lupa la cita de las principales economías fuera de su órbita. La inesperada ausencia del mandatario chino —la primera en la historia de estas cumbres— desató especulaciones sobre el interés menguante de Pekín en una alianza de la que, paradójicamente, es su miembro más decisivo. Con todo, ni la discreción del anfitrión ni la silla vacía de Xi bastaron para que el encuentro pasara inadvertido en Estados Unidos. Casi al mismo tiempo que transcurrían los actos centrales en Río, Donald Trump advertía en Truth Social que impondría un arancel adicional del 10% a cualquier país que, según él, “se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS”. La ironía es evidente: pese a que vivimos la mayor sacudida del orden mundial desde la posguerra, provocada en buena medida por la diplomacia de Trump, los BRICS vuelven a clausurar su cita anual con escasos logros tangibles: quedan nuevamente solo fotos, especulaciones y la sensación de un potencial desaprovechado.

Y es que la fragilidad y las contradicciones de lo que hoy conocemos como BRICS se remontan a su propio origen. Jim O’Neill, entonces economista de Goldman Sachs, acuñó el término BRIC en 2001 únicamente para señalar dónde se concentraría el crecimiento del PIB mundial en los años venideros: Brasil, Rusia, India y China. Del salto del acrónimo a la primera cumbre política de 2009 se encargó el mercadeo y lo pegajoso del nombre. La incorporación de Sudáfrica en 2010, que dio lugar al BRICS actual, respondió más a un afán por incluir un país africano que a una lógica estratégica de fondo. Así, 24 años después, este “club” suma once miembros y decenas de socios y aspirantes, pero sigue sin un tratado comercial común, sin una alianza militar y sin una moneda compartida que le compita al dólar. El balance confirma esa indefinición. El Nuevo Banco de Desarrollo —el “mini-Banco Mundial” de los BRICS— sigue a años luz del gigante de Washington, con la mayoría de sus préstamos denominados en dólares. En la misma línea, la Contingent Reserve Arrangement, concebida como rival del FMI, tampoco despega. Entretanto, la heterogeneidad original de la alianza se ha vuelto un lastre: China concentra un peso económico cada vez mayor; India y Brasil recelan de ceder protagonismo; Rusia, necesitada de respaldo tras la condena a su invasión de Ucrania, ha perdido foco; y Sudáfrica, acosada por crisis internas, dista de la promesa que alguna vez fue.

Así, los puntos de convergencia —más allá de servir de contrapeso a Estados Unidos y la OTAN— son cada vez más escasos, y las contradicciones saltan a la vista con la lista de aspirantes a la ampliación de miembros y asociados, entre ellos países como Bielorrusia, Bolivia, Irán, Nigeria, Indonesia o Cuba. Con este disímil “sancocho” de socios potenciales, los BRICS se alejan aún más de convertirse en una alianza capaz de entregar resultados, y lo ocurrido en Río lo confirma.

En este sentido, el ingreso de Colombia al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, aunque se venda como una nueva y atractiva fuente de crédito, aporta poco más que las condiciones que ya ofrece la CAF o el BID. Por el contrario, para una economía cuyo 65% de las exportaciones se dirige a Estados Unidos y la Unión Europea, la posibilidad de represalias comerciales por aproximarse a esta fallida alianza pesa más que la promesa —todavía abstracta— de financiación barata.

La jugada de acercarse a los BRICS le añade al presidente Petro nuevos símbolos con los que adornar sus discursos grandilocuentes en escenarios globales, sobre todo cuando habla sobre el “sur global”. Sin embargo, en el tablero de costos y beneficios se perfila como un trueque desigual y perjudicial: Colombia está intentando colarse tarde a una fiesta que nunca despegó y que, en cualquier momento, podría terminar mal.

No sobra recordar que Petro, a última hora, canceló su ida.

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