Sentir los sonidos de la Orquesta Filarmónica de Medellín, y el canto lírico, en el Museo de Antioquia, en su reapertura, no solo representó una oportunidad para volver a disfrutar del lenguaje propio del arte, sino que tuvo el significado de la recuperación de manifestaciones y escenarios limitados por el aislamiento social que trajo la crisis de la covid-19.
Desde el 14 de marzo se habían cerrado las puertas del lugar donde se concentra la obra de maestros como Fernando Botero y Débora Arango. Y aunque las restricciones impuestas por la Alcaldía de Medellín a la circulación en el Centro de la ciudad, durante los próximos 15 días, seguramente aplazarán el disfrute de este museo y otros como los vinculados al complejo del Parque Explora, hay que celebrar que los actores culturales y sus patrocinadores entiendan la importancia que tienen para la vida ciudadana y el tejido social de Medellín.
La generalidad de los circuitos públicos afronta los vaivenes propios del comportamiento de los indicadores de salud y sanitarios de la pandemia. La cultura, inserta también en esas dinámicas, entiende que no podrá eximirse de los controles y las restricciones, pero el fondo de sucesos como la reapertura de los museos y parques, no solo en Antioquia sino en el mundo (el Louvre, El Prado o el Reina Sofía) es el mensaje de que los espacios del arte, la música y otras creaciones son un bastión de optimismo y búsqueda ingeniosa de protección al esplendor de la vida humana que reside en la estética, en la belleza, y en los encuentros que propician de forma serena y civilizada.
Hace poco lo describía un trino de la cuenta del Museo de El Prado, en España: “seguir potenciando el poder” del turismo y la cultura en “el camino hacia una nueva y mejor normalidad”.
Los museos, aunque han debido reducir la afluencia de público, están probando protocolos sanitarios ingeniosos, que contemplan la distancia de los espectadores y la asistencia con materiales de bioseguridad abundantes y oportunos.
No se trata de abrir espectros de un optimismo a toda prueba. Hay actividades como el teatro, los conciertos y el cine, y junto con ellos otras manifestaciones culturales callejeras, que pasan por momentos de innegable convulsión creativa y económica, pero hay que resaltar los esfuerzos que se hacen por subvencionar, desde el sector público y privado, a la cadena de la cultura, dentro de la racionalidad y la austeridad que no solo afectan a gente del arte y el conocimiento sino al conjunto de las sociedades del planeta.
Lo advirtió la Dirección del Museo de Antioquia, el miércoles pasado: abrir se trata de un triunfo en medio de un ambiente de tropiezos e incertidumbres como el actual. Sobrevivir con recursos propios, durante cuatro meses de estremecimientos y soledad, más allá de un salto al vacío, ha sido volar con las manos, que se abren y se juntan.
Hablar de los museos, de su reapertura, es apenas dar una pincelada en el lienzo largo y ancho de la cultura. Pero hay que hacerlo, hay que avanzar, hay que flotar por medio de la unión de esfuerzos y espíritus en tiempos en los que toda la resistencia y organización humanas han sido puestas a prueba.