De la dimensión competitiva del partido de este domingo entre Deportivo Independiente Medellín y Atlético Nacional no hay duda. Ambos equipos llegan en una condición destacada en el presente torneo del fútbol colombiano y también en el plano internacional. El reto es que todo ese potencial del espectáculo se redondee con el buen comportamiento de los hinchas de ambos clubes.
Sería una noticia muy afortunada para la ciudad que, al permitirse el regreso de las dos hinchadas, con sus camisetas, banderas y cánticos, se disfrute de un encuentro sin disturbios dentro y fuera del Estadio Atanasio Girardot.
Como ya lo hizo el Municipio de Medellín, con el alcalde Federico Gutiérrez a la cabeza, y de la mano de los presidentes de los clubes y los grupos de barristas de lado y lado, se destaca que hay voluntad total para reinventar los clásicos regionales, entre los equipos más antiguos y con más seguidores: Medellín y Nacional.
Reinventarlos significa, en primer lugar, eliminar la violencia física y verbal y el vandalismo. Recuperar la lúdica, la alegría y el respeto que pueden rodear el espectáculo, para quienes van a verlo desde la tribuna y entre quienes lo disfrutan en los barrios, las esquinas, las tiendas y los diferentes bulevares de la ciudad.
A partir de mañana debe empezar un cambio cultural, creciente e irreversible, que les permita a las autoridades confiar en el comportamiento de los aficionados, y que les evite tener que acudir a la represión, la fuerza, las detenciones y las sanciones, incluso las más drásticas, como mecanismos insalvables para que puedan jugarse los clásicos entre los clubes antioqueños.
Resulta inaceptable que cada que se juega este partido, casi el 60 por ciento de la fuerza policial del Valle de Aburrá en turno es ocupada por el operativo de control del Estadio y sus alrededores.
Es la oportunidad de constatar que Medellín no solo crece en infraestructura y resultados económicos y sociales, sino que está en construcción una cultura ciudadana en la que el respeto a la vida, al otro y a las diferencias es esencial.
También porque si bien los hinchas y amantes del fútbol en el departamento son numerosos, digamos la mitad más uno, es igualmente cierto que quienes no están vinculados al fútbol merecen el respeto de sus derechos y espacios. Que nadie se tenga que esconder, huir o proteger más de quienes han querido desdibujar el fútbol y convertirlo en vehículo de violencias.
Al margen del marcador, de quién gane o pierda, deben triunfar la sensatez, la civilidad, el respeto, el orden y las normas que hacen posible alejarnos de una incultura y un vandalismo que anulan la inteligencia y el sentido común. Que la fuerza y las fricciones se queden en la cancha.
La Alcaldía y el conjunto de la institucionalidad que rodea el fútbol vienen haciendo “clásicos simbólicos” en las canchas de Medellín. Continúan su pedagogía y cooperación con las barras de los equipos, para que sean fuente de programas culturales, sociales y deportivos que fortalezcan el tejido social. Se invita a los grupos disidentes a sumarse.
Por eso el partido entre el DIM y el NAL, este domingo 20 de marzo, tiene mucho de hito histórico para ver de qué somos capaces como sociedad organizada, decidida a mejorar sus relaciones, sus rituales comunitarios, uno de los cuales es “el clásico”.
Que la confianza depositada en hinchas y barristas se vea correspondida y fortalecida este domingo, para que además de que brillen los equipos en la cancha y nos diviertan, nos llene de orgullo ver a ciudadanos dispuestos a convivir y respetarse. Gente capaz de recobrar la alegría y la belleza que tienen los estadios donde el fútbol se vive y se disfruta en paz.
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