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Gobierno Duque, recta final

Los gobiernos en su último año se enfocan en mostrar los resultados y en anunciar lo que va ejecutado. Otros sectores hacen balance de lo logrado u omitido hasta ahora.

06 de agosto de 2021
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Infográfico
Gobierno Duque, recta final

Mañana comienza el último año de Gobierno del presidente Iván Duque. Periodo al que la tradición política colombiana le atribuye el “tener el sol a las espaldas” y que en Estados Unidos denominan “pato cojo”: la gobernabilidad reducida por la acelerada pérdida de poder político del presidente, con magros niveles de popularidad, mayor contundencia de la oposición, y con funcionarios descolgándose del Ejecutivo para buscar acomodo en las campañas con más opciones en las encuestas.

A los presidentes y a los ministros les interesa dibujar un panorama alentador para sus últimos doce meses, con profusión de cifras y anuncios de terminación de obras y proyectos. A los analistas y a la oposición, mirar hacia atrás y hacer balance —y, casi siempre, dura crítica— de lo que no se hizo o se ejecutó mal.

La visión histórica sobre este periodo no puede omitir la afectación general que, tanto en el mundo como en el país, dejó y seguirá dejando la pandemia del covid-19. Y dos factores más que el Gobierno Duque hubo de enfrentar: la llegada de una población migrante desde Venezuela que se cifra en casi dos millones de personas (con demandas de servicios esenciales, a cargo del Estado colombiano), y los paros nacionales que, desde 2019, mezclan toda una serie de factores que van desde la inconformidad social hasta el más prosaico proselitismo electoral.

Voces de la oposición atribuyen al presidente Duque responsabilidad en el colapso económico derivado de los cierres y confinamientos ordenados para atajar los contagios de coronavirus. Si el gobernante no hubiese decretado la emergencia económica y social, destinado prestaciones y auxilios de forma inmediata y optado por dejar abierto el movimiento de personas, estaría acusado de responsabilidades mayores. Dentro del desconcierto mundial y una generalizada incertidumbre de cómo gestionar una crisis que no se esperaba en esta época, el Gobierno colombiano puede reclamar una nota aprobatoria de las decisiones y medidas que adoptó.

En el Congreso, la coalición que acompaña las iniciativas del Gobierno parece fuerte, lo que no quiere decir que las relaciones políticas con partidos y movimientos sean tranquilas. Incluso con su propio partido, el Centro Democrático, el presidente y varios de sus ministros han tenido desencuentros y discrepancias. La oposición ha sido dura y el compromiso del presidente desde su campaña y durante los primeros años de su Gobierno de “no hacer componendas” —léase: lubricar la gobernabilidad con “mermelada”— hubo de ser reconsiderado, atendiendo la parálisis que en algún momento bloqueó aquella disposición constitucional de “colaboración armónica entre las ramas del poder público”.

Se le achaca al presidente haber obstaculizado el cumplimiento de los acuerdos de paz con las Farc. El consejero presidencial para la Consolidación y la Estabilización, Emilio Archila, muestra, sin embargo, cifras, proyectos terminados y planes en ejecución. Pero parece más fácil quedarse en las frases hechas que examinar la realidad de lo cumplido. Además, cuando se sabe que la financiación de lo comprometido no fue asegurada por el Gobierno que lo firmó.

En la gestión de los paros, la estrategia pareció ser la de dejar que los ánimos se fueran enfriando con el paso de los meses. El Gobierno pareció alejado y, en cierta medida, aislado. La fragmentación de intereses, voceros y mensajes, todos con reivindicaciones distintas y hasta excluyentes, impidió que se fraguara un mensaje potente de alternativas.

Al inicio del Gobierno, el presidente Duque logró liderar una fuerza continental para buscar la democracia en Venezuela. Cambios electorales en países aliados, los errores de la oposición de ese país y la resistencia de la dictadura en su empeño de permanecer a toda costa en el poder, han debilitado ese mensaje.

Las campañas presidenciales pronto reclamarán toda la atención y la Casa de Nariño haría bien en afinar y mejorar sus mensajes, para ser más efectivos en la interlocución con tantos sectores de una sociedad vibrante que echa para adelante, con apoyos estatales o sin ellos, en un territorio extenso y lleno de diversidad

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